► Un Nuevo Comienzo

By Moon_Corvus

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Yuichiro no podía ver el mundo. Mikaela decidió convertirse en su luz. More

―PRÓLOGO
―CAPITULO 1: CONOCIENDO AL NIÑO NUEVO
―CAPITULO 2: CAMBIO DE PERSPECTIVA
―CAPITULO 3: NOS VOLVEMOS MÁS LISTOS.
―CAPITULO 4: MI MEJOR AMIGO.
―CAPITULO 5: NO MÁS OSCURIDAD.
―CAPITULO 6: LUZ QUE HIERE.
―CAPITULO 7: EL ÚLTIMO PARPADEO.
―CAPITULO 8: PESADILLA.
CAPITULO 9: AMANECER.
CAPITULO 10: SOMBRAS
CAPITULO 11: MIKAELA
CAPITULO 12: UN POCO MÁS
CAPITULO 13: HISTORIAS QUE SE ENTRELAZAN.
CAPITULO 14: CAOS EN EL HOSPITAL
CAPITULO 15: UN MUNDO PEQUEÑO
CAPÍTULO 16: AROMA A PRIMAVERA
CAPÍTULO 17: EL PRINCIPITO Y LA FLOR
CAPÍTULO 18: EL FINAL DEL INVIERNO.
CAPITULO 19: HOGAR
CAPÍTULO 20: EL CAMINO QUE FLORECE
CAPITULO 21: EL AROMA DE LA PRADERA.
CAPÍTULO 22: ESTAREMOS BIEN
CAPITULO 23: EL BRILLO DE LAS ESTRELLAS
CAPITULO 24: PEQUEÑAS COSAS
CAPITULO 25: VIAJE A CASA.
CAPITULO 26: LIMPIANDO HERIDAS
CAPITULO 27: NOSOTROS
CAPITULO 28: GOTAS DE AMOR
CAPITULO 29: EL INICIO DEL FINAL
CAPITULO 30: UN NUEVO COMIENZO
EPILOGO
GRACIAS A USTEDES:

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By Moon_Corvus


Nunca digas adiós... porque es una palabra triste, y los corazones que se aman nunca deben despedirse


¿Las pesadillas se daban al cerrar los ojos? ¿o al abrirlos?

Se había ido. Mika se sentía asfixiado. Le hacía falta la persona que consideraba su oxígeno. Estaba solo, de nuevo. Y la única amiga que tenía era Mitsuba.

Le llegó una carta ese día de invierno, la nieve cubría los columpios y el césped muerto del parque.

Las casas del vecindario estaban vacías, solas. Una vez, en una tarea de historia recordó haber leído sobre la explosión nuclear en un lugar llamado Chernobyl, y su curiosidad mientras esperaba a Yuu en una de sus clases de tenis, lo llevó a buscar fotografías sobre la interesante noticia.

Casas destruidas. Juguetes sin vida, incompletos. Árboles secos. Un cielo gris... A Mika el vecindario le recordaba ese lugar.

No existía alma más que la del niño que se columpiaba de adelante hacia atrás.

Los copos de nieve caían contrastando con la oscuridad del lugar.

Algunas casas crujían como si existiera personas en su interior caminando, pero Mika sabía que se trataba de las tablas de madera viejas, gastadas y secas las que provocaban sonidos. No estaba asustado, el frío era tan fuerte que parecía que los músculos de su rostro se congelaban. Sin dejarle hacer expresión alguna.

Pateó una montaña de nieve y arrancó algunos trozos de césped seco al bajar del columpio.

¿Cuándo había llegado el invierno? Si a penas ayer era otoño. Y antier era verano. Hace dos días apenas era primavera.

Sus manos pálidas con ligeros tonos azulados, sostenían la hoja abierta de la carta de invierno.

El otoño, una estación donde las hojas de los árboles caían secas, donde el verde desaparecía y la vida de la naturaleza se secaba hasta caer. Y ahora iniciaba el invierno. Y él lo recibía en un columpio. Solo. Solo en el vecindario vacío.

Cuando estaba por volver a sentarse sobre el columpio, una ventisca lo empujó con fuerza hacia adelante y lo dejó estrellarse secamente contra la nieve helada que cubría el suelo. Pero la montaña blanca no fue suficiente para amortiguar una caída y su pecho llegó a tocar el suelo, se extendió el dolor y sus pulmones fallaron con su objetivo de retener aire.

El frío y el dolor iniciaron en su pecho, como si pasaran del exterior al interior y lo entumecieron

《Hace frío》Pensó.

―Mika...

《Podría dormir aquí》

Después de todo y si lo pensaba mejor... la montaña de nieve no era tan mala. Era suave y se acoplaba a su cuerpo.

―¿Mika?

《Es un buen lugar》Lo único que podía tener de malo era lo frío que era, pero estaba bien. Había sentido lo mismo al leer la carta.

"Las operaciones siempre son riesgosas..." Recitaba el papel de invierno.

Sus piernas se entumecieron y los copos de nieve siguieron su ruta, encontrándose un nuevo lugar para descansar al caer sobre el rubio.

"...No corría peligro, pero..."

Cerró sus ojos y apoyó su mejilla helada contra el suelo.

«Si me levanto podría volver a caer»

¿Qué era mejor? ¿Despedirse de alguien o no hacerlo? Sonaba mucho más fácil el no hacerlo, y si estaba esa opción era porque podía ser válido elegirla ¿cierto?

Porque no quería despedirse.

"...Son cosas que pasan. Gracias por haberlo hecho feliz tanto tiempo, Mika.

Yuu también te quería mucho."

Pero aun así, la nieve no se sentía tan fría. Simplemente no se sentía. Y dejó que los copos lo abrigaran.

―Mika, despierta...









La oscuridad del suelo terminó cuando abrió sus ojos. Los encontró pegajosos, un poco húmedos; como si el sueño siguiera ahí Mika seguía sintiendo el invierno, sentía la nieve helada cubriéndole.

Despertó abrazando a Yuu, con la única vista de sus mechones oscuros cerca de su barbilla, con sus brazos rodeándole el torso y su oído aun pegado a su pecho.

«¿Un sueño?» No, una pesadilla.

Pero ¿se podía tener un sueño y una pesadilla en el mismo lapso de descanso? ¿O dos pesadillas seguidas?

―Mika... entró alguien...― Murmuró Yuu tan bajito que apenas alcanzó a escucharlo cuando notó el cambio de respiración en el rubio.

El reloj marcaba las 8:45 am, lo que significaba que no habían llegado para ir a clases. Eso no le importaba mucho porque quería quedarse con Yuu un momento más.

Su playera fue arrugada a la altura del pecho y al hacerlo, Mika levantó ligeramente su cabeza para averiguar a lo que se refería Yuu.

Sus madres, ambas. Rubia y de cabellos claros; y azabache de mechones oscuros como la noche estaban en la puerta, viéndolos. La madre de Yuu con lágrimas en los ojos recibiendo la mano de la madre de Mika en su hombro como apoyo.

Mika negó con su cabeza y apretó con más fuerza a Yuu contra su pecho, escondiéndolo de ellas.

―No...― Se le escapó con voz aguda.

La mujer rubia abrió sus labios para hablar pero volvió a cerrarlos; no necesitaba decir nada para que su pequeño comprendiera.

Y Yuu lo comprendió un instante después, a lo que respondió aferrándose con todas sus fuerzas a la playera de Mikaela pero sin hacer ningún sonido.

―...Estaremos abajo, cielo― Anunció la rubia, apretando el hombro de la señora Hyakuya quien no había podido sostener sus lágrimas y las dejaba rodar por su delicado y bonito rostro. ―No tarden mucho ¿sí? O van a perder el vuelo.

¿Se podía tener un sueño y una pesadilla en el mismo lapso de descanso? Se podía. ¿Se podían tener dos pesadillas a la vez? Se podía. Se podía despertar de un sueño para entrar a una pesadilla. Sí se podía.








―Mika― Lloraba de nuevo. Y dioses, ya no quería ver a Yuu llorar, le estrujaba tanto el corazón. Ya no quería verlo así. Le dolía a niveles que no podía describir ni desahogar. Su invierno seguía ahí, congelando lágrimas y negándoles la salida. ―Mika― Lo llamó Yuu una vez más, tirando de su playera.

Estaba en pánico. No sabía qué hacer. No sabía que decir.

―N-No creí que...― Tartamudeó levantándose un poco para acomodarse y quedar sentado, con la vista incrédula sobre la puerta ahora cerrada. Congelado. ―¿Ahora?

Yuu negó con su cabeza despeinada e imitó al rubio al sentarse sobre la cama.

―No estén jodiendo, no, no... esto... tiene que ser una broma― Y los nuevos sollozos del día sonaron a risas tristes. Pero ahora, Yuu no dejaba que Mika le viera el rostro al estarse limpiando constantemente con su antebrazo.

―P-Pero si... a penas... ayer...― ¿Cómo se supone que debía sentirse? ¿Por qué no le daban tiempo para reaccionar cómo debería?

Simplemente llegaban y le quitaban a una persona muy importante para él. A su compañero de travesuras, a su mejor amigo.

Quería saber respuestas, pero las mujeres que lo sabían los esperaban para tomar cada quien su camino. Y tan solo una puerta blanca y unas escaleras los separaban de ellas. ¿Era una mala broma? ¿qué solo hubiera una puerta y unas escaleras para mantenerlos juntos?

Él no tenía la culpa. Yuu tampoco. Y ni siquiera sus padres. ¿Entonces a quien culpaba? ¿Con quién podía desquitarse? ¿A quién podría gritarle que le devolvieran a Yuu-chan?

¿Qué pasaba con todos esos años? ¿Qué pasaba con su esfuerzo para que Yuu aprendiera las cosas de la escuela sin problemas? ¿Qué estaba pasando?

Su garganta se cerró en un nudo y atemorizado, volteó a ver al chico de obres esmeraldas.

―¿Por qué no vienes conmigo, Mika? ― Habló Yuu tosiendo al ahogarse con uno de sus sollozos. Estaba cansado de llorar, no le gustaba que Mikaela lo viera de esa forma, lo hacía sentir débil, pero... su cuerpo estaba en un modo de pánico y no podía detenerlo.

―Por un instante... pensé en decirte algo, algo muy doloroso y cruel para que te enojaras conmigo― Confesó el rubio mirando directamente a sus manos. Aun cuando su mirada no podía ser correspondida, no se atrevió a ver aquellos obres verdes. ―Para que estuvieras tan molesto que no te importara dejarme atrás.

A lo que Yuu le respondió con su mano cerrada en puño contra su cabeza rubia.

―Idiota ¿crees que no me sentiría así aunque estuviera enojado contigo? ― Ya no quería llorar. Ya no quería que las lágrimas le salieran y rodaran por sus mejillas. Ya no quería pensar en eso. Pedir seguir durmiendo ahora le asustaba, le atemorizaba que al despertar su vida fuera completamente diferente a como lo era en estos momentos.

Yuu estaba asustado.

Y no parecía que alguien se quisiera poner en su lugar para comprender.

Una operación para ver por primera vez. Siete palabras que llevaban consigo muchísimos cambios y un precio terriblemente alto. Y durante tanto tiempo que lo esperaba, ahora al tenerlo tan cerca, no había caído en cuenta lo que conllevaba.

Lo meterían a un quirófano donde repararían sus ojos; personas desconocidas corregirían su desperfecto con sus aparatos, sus máquinas y quien sabe que tantas cosas más. Yuu sabía que no había riesgo de que algo saliera mal en ese tipo de cirugías, pero el miedo le jugaba en contra. ¿Y si sucedía algo que les impedía terminar?

Despedirse de Mika.

Abrir los ojos y conocer a su familia por primera vez.

Y después seguir con una vida completamente diferente, como si no fuera la de él sino otra que le fue otorgada.

―Mika yo... no sé cómo eres...― Comenzó Yuu sorbiendo su nariz por última vez. ―Pero, cuando puedas... promete que... promete que me vas a buscar.

Sus labios se fruncieron y estiró su brazo, deslizando su mano por la sábana de la cama para ir por el de Mikaela quien le recibió para entrelazar sus dedos.

―Y yo prometo que... que voy a buscarte también. Aunque no pueda verte... aun puedo escucharte y...

Mika sonrió tristemente y ladeó su cabeza.

―¿Vas a ir escuchando a toda la gente que veas, Yuu-chan? Te mirarán raro― A lo que consiguió una carcajada espontanea del azabache, aunque muy débil. Con su mano libre, Yuu se limpió los restos de lágrimas que aun cubrían sus párpados.

―Cállate― Sus labios sellados se elevaron en una débil línea. Una casi invisible sonrisa.

―No seas tan llorón, Yuu-chan. Tienes que ser fuerte como siempre y sonreír ¿lo harás? ― Mika empujó las sábanas de la cama para poder bajar de ella. Algo que Yuu no dejó pasar, más no se movió de su lugar. ―Además, tenemos que decirnos adiós para decirnos bienvenido de vuelta cuando nos volvamos a ver.

Pasaron varios segundos al aire.

Mikaela le había picado el orgullo con lo de 'llorón', pero él realmente no podía detener las lágrimas cuando comenzaban a salir. Soltó un suspiro profundo.

Podía vivir sin Mika ¿cierto?

―Seremos más fuertes Yuu-chan―Prometió Mika acomodándose un par de mechones rubios tras su oreja, éstos comenzaban a ser tan largos que llegaban a cubrirle hasta su mentón. ―Una vez que pases el dolor y lo superes, serás mucho más fuerte. Y...

Yuichiro se arrastró por la cama de Mikaela hasta bajar al suelo. No necesitaba apoyarse en algo, sabía de memoria los pasos necesarios para caminar por la casa de su mejor amigo sin ayuda.

―Y no puedes ganar algo sin sacrificar algo a cambio― Mika le sonrió. Le dedicó la mejor de sus sonrisas cálidas, la mejor que pudo hacer y se esforzó mucho en regalársela a Yuu.

―...Era peor no decir adiós ¿cierto? ― Preguntó Yuu abriendo y cerrando su mano hasta formar un puño frente a su pecho. Las palabras de Mika y el tono que usaba para pronunciarlas le habían adormecido dentro de él, le regalaban calidez.

Mika le obsequiaba toda la calidez que le quedaba para que Yuu la llevara consigo.

El invierno no era tan malo si lo soportaba el solo.

«Estaré bien...» Se prometió.









La madre de Yuu realmente parecía pasarla fatal. Las manos con las que sostenía su taza de té temblaban constantemente y su menudo cuerpo apenas lograba ser consolado con la señora Shindo.

Cuando Mika bajó y vio la escena, se sintió incómodo, como si cambiaran de lugares.

Hablaban, pero cuando ambos niños bajaron las escaleras juntos, la conversación se silenció y el rubio fue quien cargó con los dos pares de ojos con preocupación maternal. Y como si de una conversación silenciosa se tratara, se limitó a asentir moviendo su cabeza hacia su madre.

―Yuu, cariño...― Se levantó la señora Hyakuya para ir al lado de su hijo, a lo que él se adelantó apenas escuchó la conocida voz para acercarse a ella.

―Señora Shindo... ¿podría obsequiarme una foto de Mika? ― Yuu tenía la vista en un mismo punto, diferente al lugar donde se encontraba la madre del rubio. Yuu sabía, podía percibir a las personas, pero no se atrevía a pedirle aquello de frente. Aún intentaba lidiar con las cosas a pesar de las palabras de aliento que había recibido.

―Claro, Yuu. ― La madre del azabache tomó la mano de su hijo y besó sus nudillos.

Mika... Mika se sintió más dolido al ver la escena y al mismo tiempo, se alegró por ellos.

«Yuu al fin podrá ver a su mamá»

Camino a pasos lentos hasta llegar a la sala y ocupar el sillón que estaba frente a los Hyakuya. Y con sus manos en su regazo, se quedó en silencio, esperando que su madre llegara con alguna foto. Eso le recordaba que ni siquiera habían desayunado.

―Mika, háblame― Pidió Yuu moviendo su cabeza a diferentes direcciones, buscando al rubio.

Suspiró con la vista al suelo.

¿Debía permanecer callado? Yuu tendría que acostumbrarse.

Sacudió su cabeza y alzó la vista hacia Yuichiro, quien comenzaba a caminar contando sus pasos para rodear la mesita que estaba en el centro de la sala.

―Aquí estoy, Yuu-chan― Estiró su brazo para tirar de la playera de Yuu y supiera su ubicación. Al instante Yuu lo tomó del brazo, se guió de él para ir y sentarse junto a Mikaela.

―Tengo una de Mika bañándose, aquí está jugando con un pescado de hule― Sonrió la mujer rubia regresando para integrarse a la escena.

Dos sonrisas sinceras se alzaron, al mismo tiempo que la temperatura en las mejillas de su hijo.

―¿Mamá? ― Mikaela sacudió su cabeza, negando completamente avergonzado al ver dicha foto.

―¡Oh! ¡Pero si es una monada! ¡Mika, que bonito! ― La señora Hyakuya tomó la fotografía y soltó una carcajada completamente enternecida con lágrimas secas en sus mejillas, y una sonrisa en sus labios.

Pero para el ojiazul... eran esos instantes en los que se agradecía que Yuu no pudiera ver.

―¿Ah? ¡Que injusto! ¿Señora Shindo, puedo llevarme tres fotos de Mika? ― La mencionada alzó sus cejas claras y bajó la vista al álbum de fotos que sostenía. Al ser hijo único, Mikaela era el protagonista de cada foto que cubría hasta las portadas del álbum. Tenían muchas fotos de él.

―Esto... claro, cielo. Puedes llevarte esta si quieres. ― Y la rubia le dio a Yuu la foto de un Mikaela de cuatro años riendo dentro de una bañera blanca, salpicando agua por todas partes con su pescado anaranjado de hule.

―¡Mamá! ¡Eso es pornografía! ― Se escandalizó Mika, horrorizado de que Yuu pudiera vero así, intentó quitarle la fotografía pero no contaba con que el azabache se había imaginado esa reacción, y la fotografía había sido escondida dentro de su playera.

―¿Hay alguna de Mika como está ahora? ― Sonrió Yuu, alejándose hasta la esquina del sillón para que Mika no le quitara la fotografía. Ambos habían llegado al acuerdo silencioso y secreto en donde, si no se recordaban que les quedaban pocos minutos juntos, no les dolería tanto... hasta que el momento llegara. Una decisión que cada uno tomó por separado y que afortunadamente coincidió.

Pero para esa pregunta, la madre de Mikaela se había regresado por el mismo lugar de donde traía el álbum de fotos. La señora Hyakuya se inclinó sobre el álbum para ver las múltiples fotos del rubio, enterneciéndose con la primera que encontró.

―Mikaela que tierno te ves con el traje de pollito― Sonrió ampliamente la mujer de cabellos oscuros, levantando la foto. 

―¿Pollito? ¿En serio? ― Yuichiro sin poder contenerse, se carcajeó abrazándose el estómago. A lo que Mika reaccionó abochornándose aún más, sin saber hacia dónde desviar la mirada y pasando a un color más rosadito en sus mejillas.

―B-Basta, Yuu-chan. Fue en la primavera del kínder antes de que llegaras―Y entonces, el flash desenfocó las pupilas del rubio. Su madre apareció sonriente tras una cámara instantánea la cual empezaba a soltar un pequeño cuadrito de papel con un borde blanco. Al salir, lo tomó para agitarlo y que la foto saliera.

―¡Tienes una manchado de papilla! ¡Oh Mikaela! Creciste muchísimo― En cambio, la madre de Yuu parecía estar en su propio mundo maternal, donde apenas mencionado, la madre del rubio también se unió. ―Yuu también tiene una así con Guren cuando intentaba darle de comer. Ambos salen manchados de papilla de manzana

Ver a simple vista la sonrisa de la madre de Yuu, era como ver la de su hijo. Pero Mika sabía las pequeñas cosas que los diferenciaban, las pequeñas cosas que le indicaban lo mucho que le gustaba la sonrisa de Yuu.

―Está bien, está bien. Aquí está la foto Yuu― La mujer de ojos azules le tendió al mencionado el cuadro de papel recién salido. Indicándole cómo tomarla, puesto que aún estaba fresca, Yuu se guardó la foto junto con la Mikaela y su pescado anaranjado.

―¡Yuu-chan, déjame verla! ― Le replicó Mika estirándose algunos centímetros para poder echarle un vistazo, pero sin hacer esfuerzo para quitársela. No quería que entre manotazos y tirones, la fotografía quedara arruinada.

―No, no. Yo debo verla primero― Respondió el azabache con simpleza, lo que provocó que lentamente y con suavidad, las sonrisas de los cuatro desaparecieras, que los tonos divertidos de sus voces se apagaran y que al final, quedara un silencio tenue.

Los minutos quedaron agotados.

Ya era tiempo de irse.

―Entonces...― Fue la rubia quien habló, rompiendo el silencio nostálgico que comenzaba a arremolinarse sobre los pequeños. ―¿En qué se irán?

Más silencio.

―Y-Yuu y yo tomaremos un vuelo. ― No podían ignorar a los pequeños, pero tampoco podían evitar detalles como esos. Nada le quitaba lo incómodo y triste que eran, pero no podían simplemente taparlos, no seguir con esa plática para simplemente irse. ―Llegaremos esta noche y...

―¿Será mañana? Si llegaremos de noche entonces no iremos al hospital hoy ¿cierto? ¿Entonces me puedo quedar un rato más? ―La voz de Yuu, enérgica como siempre, alegre como diario, no pudo sacar la sonrisa en su mejor amigo como solía hacerlo. En cambio, Mika sintió que esa alegría y rayo de esperanza que el ojiverde aún tenía, le apuntaba directamente a su interior como una flecha, amenazando con romper lo que quedaba de él.

―Cariño... qué más quisiera― El álbum de fotos pasó a ser un simple objeto en la escena de la sala de estar. Dejó de tener importancia, como todo lo demás. 

Nada. El tiempo estaba en su límite y después del límite, solo existía una pared que impedía avanzar o retroceder.

―Está bien, Yuu-chan― Le tranquilizó Mikaela sacando voz de las últimas hojas vivas que le quedaban en su paisaje interno. El último esfuerzo para mantenerse vivo.

El verde y el azul se fusionaron y tras una mirada, las madres de los chicos se levantaron de los sillones una tras la otra. No tenían que decir nada, y ni siquiera era necesario mirarlas para saber que ya era tiempo de regresar para poder continuar sus caminos por separado. Yuu lo supo con tan solo el susurrar de sus ropas.

Decidieron otorgarles un momento más, tan solo los segundos que duraban para llegar hasta la puerta de entrada.

Después de que sus progenitoras dieran los primeros pasos, los dos niños se levantaron. Mika esperando que Yuu hiciera el primer movimiento.

A penas sus piernas se estiraron, el azabache fue contra el rubio y Mika contra él al mismo tiempo para abrazarse de nuevo, con mucha más fuerza que antes.
No se dio cuenta hasta ese momento, que el pánico se derretía en su interior, que era helado y que cambiaba drásticamente la temperatura que Mika le daba. Pero por alguna razón, no pasaba más allá. No seguía avanzando. Algo lo detenía.

―Te quiero, Yuu-chan― Mikaela cubría la mitad de su espalda con su brazo y con el contrario rodeaba sus hombros. Nunca se lo había confesado. Esas dos palabras que podían guardar sentimientos tan profundos o tan sencillos, eran dos palabras que nunca se atrevió a pronunciar antes.

―No digas eso, Mika idiota― Yuu lo sostenía de la misma manera, la diferencia estaba en su rostro escondido contra la playera de Mika y su cuello.

Estaba entrando en pánico. Un pánico que nunca había sentido. Que no se imaginaba pudiera llegar a tales niveles.

―Cuídate mucho.

―Detente― Yuu negó varias veces, arrugando la playera de Mikaela entre sus manos echas puño.

―Eres mi mejor amigo.

―Cállate― Dolía. Y aunque lo haya visto venir, aun así dolía tremendamente. Mika le dolía.

―No llores de nuevo, Yuu-chan― Su cuerpo fue ligeramente empujado por el rubio y sus mejillas fueron aplastadas con delicadeza por las mismas manos gentiles que tanto conocía. Pero fue el tono de Mikaela, la sensación de que le pedía no llorar con una sonrisa en su rostro, fue lo que molestó a Yuu.

―No estoy llorando, idiota― Se defendió limpiando sus mejillas recientemente húmedas con su antebrazo y frunció su ceño. El rostro enojado de Yuu era la definición de adorable cuando tenía esas líneas húmedas que lo evidenciaba por completo.

Porque Mika sabía que Yuu no solía expresarse así, no solía llorar por cualquier cosa. Y que lo hiciera tan seguido durante sus últimos momentos juntos, le dejaba en claro lo mucho que le dolía al azabache. 

A pesar de nunca haberle dicho "Te quiero"
A pesar de nunca haberle agradecido.
A pesar de nunca haber sido siempre un impulsivo que no tomaba en cuenta sus sentimientos.
A pesar de eso, Yuu era quien no podía controlar la salida de sus lágrimas. Y es que, podía descifrar los sentimientos de una persona al entender el significado de sus lágrimas; así como las nubes dejaban su lluvia caer al no aguantar su peso, las lágrimas caían porque el corazón no aguantaba el dolor.

Sus pulgares se deslizaron por la piel morena, secando las últimas gotas derramadas que se habían escapado y las atrajo a su rostro.
La presión apareció; una presión tan suave y cálida, un toque delicado que no lo apresuró a responder. Un par de labios que se encontraron. Un par de labios que se saludaban, cuando una amistad se despedía.

Las manos de Yuu solo atinaron a tomar las muñecas de Mikaela cuando éste se separó, dándole un corto espacio.

―¿De nuevo? ― Pensó en voz alta. Aturdido por la misma escena que se repetía la noche anterior. Una escena que ocultaba otra, una secreta que se guardaría egoístamente solo para él. No llegaba a comprender la razón que los llevaba a reaccionar así, a hacer eso, a unir sus labios; pero lo sentía correcto. Como si fuera la forma adecuada de despedirse.

―Es que... cuando raspaba mis rodillas, mamá me curaba con un beso en ese lugar. ―Sus manos bajaron un poco el rostro de Yuu para poder acercarse y besar uno de sus parpados con suavidad, aplicando la misma delicada presión para hacerlo después en el paralelo. ―Me dijo que solo funcionaba con las personas que quieres.

Silencio. De nuevo silencio.

Los ojos verdes de Yuu seguían brillando, pero no por las lágrimas. Se perdió en sus pensamientos, se tomó el tiempo que no tenía para mantenerse callado. Pensando. Dejando sentimientos pasar. Desechando las preguntas que no venían al caso, que no podía responder en ese momento. Guardando sentimientos. Haciendo promesas en silencio.

―Te vas a poner mejor, Yuu-chan― Mika bajó sus manos, dejando caer sus brazos contra sus piernas completamente flojas y el chico forzó una sonrisa. «Esta bien, esta bien...» ―Y ya no serás un llorón como ahora.

―¿No te parece raro? ― Yuu apretó las fotografías que llevaba contra su pecho antes de hacer el primer movimiento con su pierna derecha al avanzar hacia donde ambas madres los esperaban pacientemente, respetando su despedida sin presionar. Para Mika fue más doloroso ver a las dos mujeres en la puerta que mantenerse junto a Yuu en la sala. Le recordaba constantemente la realidad. ―Mis ojos no funcionan y sin embargo... siguen saliendo lágrimas.

―Las lágrimas no van contigo, Yuu-chan― Respondió Mika mirando las fotografías de reojo, sin poder lograr ver la que les acababan de tomar a penas minutos atrás. ―Así que sonríe, sonríe y se muy fuerte.

Yuu se llevaría las fotos, se llevaría objetos que le recordarían a Mika. Pero él... él no tenía ninguna fotografía de Yuu, no tenía dibujos hechos por él, no tenía un peluche que le recordaría a su mejor amigo y su libro favorito. Solo le quedarían los recuerdos en su memoria.
Pero así como Mikaela conocía a Yuu, Yuichiro también podía leer a Mika.

―Sabes, no tienes que esforzarte tanto a hacer esto. ― Se detuvo en la puerta, dejando de nuevo que su madre se adelantara para salir. ―Si te duele, Mika... está bien llorar. No es como si fueras un robot, sabes.

«No te vayas»

Mikaela parpadeó varias veces para ahuyentar el inicio de lo que Yuu le pedía no escondiera. Pero parpadear no fue suficiente, no se fueron, su visión se borroneó.

Mordió su labio inferior y juntó sus manos para tomarlas a la altura de su pecho, en el punto exacto donde dolía. Donde el dolor se congelaba y se hundía profundamente. Perforando cada uno de sus sentimientos para infectarlos dolorosamente.

―Gracias Mika― Y cuando Yuu sonrió, la calidez de Mikaela se derramó al exterior, cubriendo sus mejillas y goteando al llegar a su barbilla en silencio. Quedándose como recuerdo, la imagen borrosa de Yuu sonriendo, antes de que su madre le tomara de la mano y ambos le dieran la espalda.

«Es molesto, problemático, ruidoso, torpe e 'impulsivo' es su segundo nombre. » Mikaela esperó a que madre e hijo entraran a su propia casa para poder dejar salir el sollozo que le desgarraba la garganta. Para girarse con su madre y echarse a sus brazos como si volviera a tener seis años.
Se desató lo que tanto retenía desde el día anterior; y llorando a mares Mika se aferró a la mujer que más amaba en el mundo, dando por igual, la espalda a la puerta donde todo había terminado.

«Pero aun así, no existía nadie más importante para mi.»












  ► ►►►►►►► 

Pasó lo que tenía que pasar:(

*Les deja pañuelos por si acaso*
Ya, ya *Les hace pat pat en la cabeza*

He de decir que mi retraso al actualizar tiene su explicación: Bloqueo.

Exacto. No podía publicar porque no podía escribir lo que seguía. Pero creo que ya salí de eso, así que intentaré regresar a las actualizaciones más cortas, aunque no como antes bc parciales y finales.  

Mi bloqueo se daba por culpa de Yuichiro Hyakuya, yep. Pero bueh, ya fue.

No pensaba actualizar justo en este momento, así que no tengo preparado la dedicación, se las debo :B

¡Tengan bonita semana y éxito en sus exámenes!

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