Rhys Mitchell: El sabor del r...

By LianaTheQueen

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Todas mis noches han sido negras sin ella. Blake no ha vuelto a casa y yo tampoco lo he hecho. Después de aqu... More

RHYS MITCHELL: EL SABOR DEL RECUERDO [II]
♪LISTA DE REPRODUCCIÓN♪
Sinopsis
Prefacio
1. Oscuridad
2. Problemas
3. Monstruo
4. Rotos
5. Droga
6. Traición
7. Planes
8. Destrucción
9. Pecados
10. Psicópata
12. Debilidad
13. Onomástico
14. Tiroteos
15. Arrepentido
16. Juega
17. Pasos
18. Glorioso
19. Tentación
20. Cautiverio
21. Dolor
22. Inevitable
23. Corazón
24. El sabor del recuerdo
25. Azul
26. Nudo
27. Curiosidad
28. Vínculo
29. Desafío
30. Estola
31. Pasado
32. Agonía
33. Inminente
34. Herida
35. Lecciones
36. Sacrificio
37. Consistencia (1° Acto)
38. Consistencia (2° Acto)
39. Consistencia (3° ACTO FINAL)
Epílogo

11. Silencio

126 10 4
By LianaTheQueen

Surprise!

Mis disculpas no haber subido a tiempo, es por ello que, vengo a recompensaros con otro capítulo más del que ya he subido.

Intro: The Silence - Manchester Orchestra

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Besos ;)

★━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━★

Capítulo (11)

SILENCIO



Mi regreso a la universidad se ha vuelto tema de conversación para los demás, aunque cuando os intimido no se atreven a mirarme y mucho menos a cuestionarme. Sigo siendo el número uno de la clase y mis calificaciones son impecables. Así que, eso es lo que menos me preocupa, solo tengo que seguir el reglamento estudiantil. Llevo anticipando de alguna manera cualquier movimiento sospechoso como cuando entré a la oficina del canciller y Blake estuvo ahí para ayudarme. En ese instante supe que Summer era una de esas infiltradas que se acercó a Campbell solo para sacarle provecho a la situación.

Y aquí estoy, esperando que la de los ojos marrones venga a clases. Ha faltado varios días.

Por alguna extraña razón, al salir, paseo la mirada por todo el pasillo y me muestro impaciente al verla en el balconcillo hablar con un chico de cazadora azul. Blake le ofrece una mirada amistosa, pero también está llena de nubarrones. Intento captar bien la imagen y, acto seguido, me percato que ese chico de ahí es exactamente Djalu. A pesar de todo, él se ve igual y pareciera que no sintiera una pizca de resentimiento.

Tengo una visión diferente sobre ella y todavía es difícil de describirlo. Aquí es donde ella pertenece. La miro y en una de esas voltea a verme. Luego evita tener contacto visual. Me aterra la idea de no poder recuperarla.

Giro conservando mi lado racional y procedo a tomarme las cosas enserio. Y, por no mencionar que, tropiezo con Claire. Se acomoda la mochila de cuero negro y me ve como si viera lo peor de mí. Y a lo mejor eso es lo que soy, hasta que por fin se digna a hablarme.

—¿Has podido hablar con Blake?

—Como ya pudiste notarlo, las veces que nos vemos me evita.

—Sí, eso creí —dice Claire, aún con clara desconfianza—. Quizá os va tomar un tiempo.

—Claire —Suelto y es algo que muy pocas veces hago.

—Sí, dime.

—Gracias por guardar el secreto.

Le muestro mi gratitud.

—No lo hago por ti.

—Lo sé. De todos modos sé que puedo confiar en ti —murmuro. Sé que le resulta complicado enterarse de algo terrible y que significativamente puede cambiar la vida de su mejor amiga.

—¿Y qué hay de ti? —alza su voz de protesta—. ¿Se lo dirás?

—Lo haré pero no ahora.

—Rhys, no lo compliques más.

—Ya hablamos de esto.

Llegar a este punto es lo mejor.

Procuro retirarme antes de que toque la campana y me cierro la cremallera de la cazadora de cuero negro. Papá llama a cada rato y sé cuál es su principal objetivo. Le urge recuperar esos documentos y tomar una decisión exclusiva. Sabe que el que tiene más poder en la empresa, puede quedarse con el ochenta por ciento de las acciones y meter a su gente de confianza. Es algo que dudo que lo permita.

Betania, Fred y yo quedamos en vernos antes de las tres del atardecer. Me informan que acaba de salir dos autos del estacionamiento donde todo un enjambre se reúne. Faltando poco para el ataque, repaso la calle y me quedo mirando la portezuela de atrás que está revestida de metal. Riño un poco con la gruesa cadena de candado.

Hago una llamada rápida y me instalo dentro del auto que está estacionada a una manzana. Inhalo profundamente y los preparo a todos. Muestro cifras muy considerables y recopilo toda la información. Hago alusión a nuestro escuadrón que ha liderado años en la lista negra de la dinastía austriaca.

—Tienes diez minutos para prepararte —me dirijo a Fred.

—Ya casi está listo.

Prepara los equipos especiales para la gente que nos rodea en el asiento de atrás, ya que estos son de mayor utilidad y eso es algo que él ha aprendido en la granja de su padre cuando iban de cacería. Poco después, trato de poner mi parte al ver cómo le va a Betania quien está en el asiento del piloto apuntando las bases que ya toca hacer.

—¿Cómo vas con eso?

—¡Tranquilo vaquero! Que todo va bien —Betania muestra su entusiasmo a pesar de todo. Desde nuestra última conversación.

—Saldrá todo como lo planeamos —digo decidido.

—Si tú lo dices.

Y eso es justo lo que quería saber. Mi gesto la pone en evidencia, resulta que acaba de hacer su mejor intento.

—¿Sigues molesta?

—No, qué va.

Con un gesto apresurado, guarda el dichoso material en la guantera y se retira un gran mechón de cabello. Con ella hago el más mínimo esfuerzo, pero parece complicarse más de lo debido y eso es justo lo que me merezco.

—Ya está listo —Fred nos concede una sonrisa alegrona.

—Bien, bajemos —pongo mi mejor cara una vez que cargo el arma de fuego que va por encima de los 9mm. Es la misma que papá me lo acaba de obsequiar.

«Haré mi mejor uso», pienso para mí mismo.

—Espero que no nos atrapen, aun soy joven para morir —dramatiza Fred.

—No es momento para bromas —bufa la de la mirada recriminatoria.

—Solo decía.

—Andando —señalo la salida.

Antes que nada tomo una menuda delantera y miro a todos lados. Golpeo la puerta a empujones a dármelas de líder y un hombre cuarentón aparece a mi derecha haciéndome una ligera reverencia con el ceño. Me dedico a estudiar ilustradamente y con años de preparación. Lo miro por el rabillo del ojo e impongo la orden con una mentalidad estratega.

—Reúne a tus hombres y esperen aquí. No quiero fallos ¿entendido? —le ordeno al tipo que está vestido de negro.

—Como usted diga, señor.

—¡Andando!

Me apresuro a decir, pero a los pocos segundos, se detiene y voltea a verme como si algo realmente le preocupara.

—Señor, antes hay algo que debería saber —Se pone al frente y luce ligeramente cabizbajo.

—Te escucho —procuro ser tolerante.

—Su padre dijo que no actuara todavía por ese lado.

—¿Y yo qué te dije?

De solo mencionarlo, se me atasca el corazón en la caja torácica y los músculos de mis brazos se me tensan. No puedo actuar de forma moderada, mucho menos ser condescendiente. Sugerí ayudarlo en la misión, pero últimamente no hecho caso a su petición.

—Será mejor que los embosquemos más tarde.

—No cuestione mis órdenes.

Me contengo. No obstante, mis ojos caen sobre él, amenazantes.

—Pero...

—Hará lo que yo le diga.

Pongo una sutil imposición sobre él.

Le lanzo la mochila a una distancia aproximada donde están los equipos y se dirige al oscuro pasillo. Entonces, consigo canalizar todos mis pensamientos y dejo que el resto se encargue.

—¿Hay algún problema? —La de la mirada positiva pregunta antes de dar el siguiente paso.

—No nada.

—¿Y eso significa que iremos por el dichoso documento? —Fred hace acto de presencia.

—Tú lo dijiste.

En cuestión de segundos, caminamos prolijamente y llegamos de uno en uno al despacho de su líder. Tengo los ojos clavados en la estantería y las pequeñas divisiones de los cajoncillos. Los chicos me ayudan con lo necesario y nos apresuramos antes de que logren atacarnos ellos con sus armas en alto.

No hallamos nada por el momento.

Incluso rebusco en el revés de la pintura y lo único que encuentro son suplementos de droga. Y, sin embargo, en un leve parpadear, algo peludo cae al suelo y lo agarro hábilmente.

—¿Qué es eso?

Betania lo ve con ojos de asombro.

—¿Un oso de peluche? —Fred lo husmea.

—No solo es un oso de peluche —explico al no percatarse lo suficiente. Posteriormente, lo revuelvo y le arranco el pellejo de la panza del pequeño osito con las uñas. Saco lo que hay ahí dentro y les muestro—. Es un chip.

—¿Vale la pena cogerlo?

—Ya veremos y, sin embargo, el objetivo es ese estúpido documento.

—Sí, claro.

Se pone un poco chocante al no haberla tomado enserio.

No sacamos nada bueno de esto y no usamos los mejores escudos para mantenernos a salvo, si a eso es a lo que me refiero. Reprimimos la ansiedad y todavía nos quedan por buscar otros lugares de la casa. Tras movernos, la situación empeora, se escucha varios impactos de bala alrededor y es imposible no haberlo notado antes.

—¿Y eso? —Fred se pone la cazadora negra y se coloca a mí atrás.

—¡Abajo!

Voceo.

Nos ponemos contra el piso de vinilo con las manos completamente aferradas y los cristales del lateral se hacen añicos. Estos tiroteos se vuelven innecesarios para mí, saco el arma y empiezo a disparar. Si creen haberlo conseguido, pues se equivocan. Soy Rhys Mitchell, fuerte, habiloso, inteligente e indestructible.

Doy en el blanco, caen uno o dos, no sé exactamente. La rabia florece toda vez que giro a la vista hacia el otro extremo y combato contra el enemigo. La adrenalina corre por todo mi cuerpo y es inevitable no poder controlarlo. Se vuelve un indicio para cometer un crimen perfecto y, por si fuera poco, un atentado impensado surte efecto al no haberme percatado. Abro los ojos en grande y miro hacia ambos lados. Al hombre que está parado a un costado de la puerta y a la mujer tendida.

—Betania, joder. ¿Estás bien?

Tomo un vuelo demasiado rápido.

—Eso creo.

—Estás sangrando —le envuelvo la pierna con un lienzo blanco que acabo de cortarlo en dos de la pequeña mesa que está a un metro de mí. Y, a pesar de ello, no puedo perder el tiempo, así que en un abrir de ojos me dirijo al chico—. ¡Fred, cuida de ella!

—Sí.

Asiente.

Corro como todo un atleta profesional y voy tras ese sujeto que acaba de dispararle a Betania. ¿Qué intentaba lograr con eso? Es tan cobardica que huye. Con que eso es, un maldito principiante. No descarto la posibilidad de ejecutarlo porque eso es lo que llevo dentro, la sangre de un asesino justiciero, pero que al mismo tiempo hizo cosas malas. No sé cómo me debería llamar. Y cuando lo tengo cerca, lo apreso del cuello de su chaqueta negra y lo consigo al instante con un tic de uno de los legendarios matones.

¡No se librará de mí!

—¿Quién te compró? —aúllo bloqueando el aire de su apestosa vida—. ¿Wolfgang? ¿Elspeth? ¿O alguno de esos perdedores? —Lo golpeo una y otra vez hasta dejarle el ojo entumecido y la sangre pintando el piso de vinilo—. Habla si no quieres morir.

—¡Por favor, no lo haga!

Se ahoga y se va evaporando poco a poco.

—No hasta que me diga quien le ordenó a matarla —le lanzo una mirada retorcida—. ¡Hable! No tengo todo el maldito tiempo.

—Bien, bien, le diré —aflojo mi agarre y él inhala profundamente—. Fue esa mujer.

—¿Elspeth?

—No, ella no fue. Ha sido otra mujer.

—¡¿Quién?!

—La rubita.

Esa maldita chica me tiene hasta la coronilla.

Los hombres de mi padre aparecen después de mí y lo apuntan con un arma de los buenos por si ve a más gente del otro bando. Aunque esto ya es algo que aprendí mucho antes y no necesito a nadie que me defienda. Me encoleriza un poco el que no haya reaccionado a tiempo frente a un atentado.

—Eso significa que no está lejos de aquí. Ja, ¡qué tonta! —Sé a quién se refiere. Lo he sabido todo este tiempo, como si aún respirara en mi nuca y la viera indefensa. He sido la única influencia en su vida—. Ahora pide disculpas y cerramos este asunto.

—Señor yo...

Se me hace que quiere morir aquí.

Sé que es una tontería, pero no basta con pedirme perdón y suplicar que no lo mate cuando puedo terminar con él justo aquí. Cortarle la cabeza y escribir en estas paredes blancas con su sangre para cuando regrese la persona que le ordenó acabar con la vida de mi amiga. Es un fastidio que siga interfiriendo mis planes y perturbando mi vida. Y, al parecer, no es la única persona que pospone mis designios, se las da de listilla.

—¡Déjalo ir! —Esa odiosa vocecita aparece entre estas paredes, giro y río a carcajadas como un desquiciado. Libero al tipo que está al frente y sostengo el arma de fuego con un alto nivel de satisfacción. Pero, todo cambia cuando Summer camina a mí sin miedo a que se me pueda escapar un tiro—. ¿Es esto lo que quieres?

—¿Y ahora tú? —gruño.

—¡Atrapa! Está todo ahí —me lanza el documento que está dentro de una funda amarilla. Atrapo con una habilidad extraordinaria y me sorprende tanto que haga esto de repente.

—¿Y tú porque estás ayudándome?

—No estoy interesada. ¡Estoy harta de todos esos tontos juegos!

—Hasta que por fin dijiste algo inteligente.

La ironía cubre mi rostro.

—Puedo ser tu amiga como también tu enemiga. ¡Tú eliges!

Summer es muy persuasiva al punto de tenerme donde más le gusta. El sarcasmo en su voz no va poder conmigo, aunque haga el más mínimo esfuerzo. Sé lo que está pensando y no lo va a conseguir. Sé de qué va esto, lo mal que le gusta portarse y lo ansiosa por volver conmigo, no porque realmente así lo quiere, es su demencia y las enormes ganas de querer hacerme pagar.

—¿Y se supone que debo agradecértelo? —me relamo el labio con soltura.

—No, pero quizá tenerme en cuenta —Ser atrevida es una de sus cualidades. Da un paso más de lo pensado y pone sus manos en mi pecho.

—Pides demasiado.

Intento zafarme pero ella es tal cual pegamento.

—¿Tanto me desprecias? —Su mirada expresa tristeza y disgusto.

—¿Y así es como quieres ganarte mi cariño?

Literalmente, recibe un golpe seco y se aparta a modo de meditación.

—Solo quiero recompensártelo el tiempo que no estuve a tu lado.

—Crees que eres muy arriesgada ¿no es así, bonita?

—Si yo fuera tú conocería bien a quien tienes al frente.

—No necesito lecciones de vida, porque te conozco demasiado bien —Desvío la mirada deseando no haberla conocido.

—Y si me conoces tanto, ¿por qué tú y tus amigos no se van de aquí? —Sabe que no estoy solo y eso porque ha venido siguiéndonos—. Podría abrir la boca.

—¿Y decirles que estuviste a punto de traicionaros? —La tengo en mis manos—. Lo dudo.

—Seguro que ya lo sabe.

Esa expresión lo delata.

—Entonces ¿quieres decirme que esto es uno de sus juegos? —Ahora el que da el siguiente paso soy yo y me inclino a pocos centímetros de su desvergonzada cara.

—¿Y eso que importa? —resopla—. Creo que no entendiste nada de lo que te dije. Estoy cansada de esto.

—Eres la que mejor sabe jugar.

—Te equivocas.

—Y tú solo te dejas engañar.

—No vengas aquí con tus sermones —pasa saliva.

—Summer, solo buscas ser la copia perfecta de la rubita —Eso sí que fue un golpe bajo. Lo noto por la expresión que pone.

—Ella y yo no somos nada iguales. Yo si estoy dispuesta a perdonarte.

—¿A pesar de todo?

—A pesar de todo.

—Bien hecho —Esa es la postura con la que pienso engañarla y así es como quedamos por varios minutos. Se nos da bien esto. Demasiado calculador. Y justo antes de irme, la tengo comiendo de mi mano según lo planeado.

—¿Te irás así de rápido?

—Sí y, por cierto, gracias.

—Espero verte pronto.

Me da un beso casto cerca de la comisura de los labios.

Dejo al maldito cerdo con vida y me piro de aquí con los demás que vinieron aquí para ayudarme. Claro que su ayuda fue por las puras. Le marco a Fred y no contesta. Ellos tuvieron que adelantarse debido a la situación. Me traen un Audi y estoy al mando. Salgo a toda velocidad y miro que el cielo está anaranjado. Los árboles lucen amarillos y frondosos. Los senderos me enseñan la ruta adecuada y la figura danzante de mi celular oscila en el bolsillo de mi pantalón.

No puedo contestar en este momento.

En un intervalo de tiempo llego al punto de encuentro. Padre me mira desde las persianas de la mansión Campbell, tiene la mirada puesta en mí y, al bajarme, se percata de la funda que traigo en la mano. No tengo ningún interés de quedarme con esto. Me apresuro al caminar y le doy lo que tanto quería. Pero, aun así, no logro obtener su gratitud. Hay algo todavía que le pone de los nervios y no sé qué es exactamente.

—No sé dónde está Blake, no responde mis llamadas —sostiene papá. Por la mirada que pone, me dice que está en graves problemas.

—¿Hace cuánto tiempo salió? —pregunto.

—No recuerdo haberme fijado en la hora, pero probablemente fue desde esta mañana —La nana de Blake nos asegura más o menos la hora en la que salió.

—Iré por ella —propongo.

—No irás solo.

Se vuelve a mí con una seriedad antes vista.

—¡Déjame hacerlo! —insisto.

—Que él vaya contigo —apunta al grandulón que está a su lado.

—Bien, como quieras. ¡Quédate aquí! —finjo ser el hijo que tanto quiere. ¡Ja, qué estupidez! Como si eso fuera a creérmelo.

—¡Llámame si la ves!

Asiento.

De alguna manera es así como pienso buscarla, aunque tenga al hombre de atrás resguardándome, le marco y tampoco contesta el teléfono. Mi objetivo es encontrarla antes de que anochezca. No puedo dejar que desaparezca de nuevo y echarla de menos por varios meses. Eso sí que no.

Voy a los lugares que normalmente frecuenta.

¿Dónde podría estar?

Siento una ligera preocupación subir por mi cuerpo y no hay nada de malo que vaya por ella, a pesar de lo nuestro. Voy a toda prisa y es indiscutiblemente revelador. Soy consciente de lo malo que he sido para ella y lo desleal que soy. De algún modo, todos aquí terminaremos lastimándola. No lo queremos pero así será.

Ella es la intocable.

Debería ponerme a pensar un poco más y dejar que su aroma me guíe. Me pregunto cuánto tiempo tardará.

«¿Y si está en la costa?», pienso como si algo gritara dentro de mí.

Es el único lugar al que no he ido. Entonces todo cobra sentido y, entre todas esas adivinanzas, acierto. Le digo al tipo que me espere aquí, él obedece y salgo sigilosamente. Trato de no espantarla, pero sí muy observador. Sentada en una banca mirando el mar en el horizonte, despejando su corto cabello y su vestido blanco ondeando por la hermosa brisa. No se puede pedir nada teniéndola al frente. Ya no basta solo con ocultarse y estar en el lugar más tranquilo que pueda haber. A solo un metro de ella, empiezo a tomarla de los hombros pero me contengo. Por lo que, aparezco por detrás y le susurro al oído.

—¿Te gusta tanto este lugar? ¿O solo vienes aquí cuando estás triste?

—¿Qu-ué haces aquí? —pega un brinco.

—Vine por ti.

—¿Y eso?

—Lo hice porque todos en casa están preocupados.

—¿Y tú? —Se vuelve hacia mí, mirándome fijamente, y eso hace que mi vida vuelva a conectarse a la suya. Pero, de manera equívoca no logro pronunciar las palabras y ella lo toma como un «no» —. Eso creí.

—Campbell.

—Entonces ya puedes irte.

Me voltea la cara. Hago todo para que deje el tema atrás y solo me fije en su hermosa piel de porcelana.

—¿Qué pasó con tu celular? —indago mirándola de reojo.

—Lo lancé al mar.

Así de simple suena eso que en un respirar brota de sus labios coloridos.

—Es normal enojarse, pero parece que solo has hecho la mitad del esfuerzo —me burlo.

—¿Qué pretendes con eso?

—Yo nada.

Mis ojos no dejan de ver los suyos. Blake es una hermosa constelación ya escrita en mi manual de vida. Me hace volar muy alto y cada vez siento menos la frialdad de mi alma. Hace un instante creí no verla de nuevo, y hoy por fin puedo tenerla al frente, y conversar aunque ella no lo quiera.

—¿Te vas a quedar ahí mirándome? —pone esa misma mueca de la que me he enamorado con locura.

—Me quedaría así toda la vida, contemplándome.

—¡Eres ridículo!

Y, otra vez, ha vuelto a sonreír. Mejor dicho, he conseguido hacerla sonreír. Nos miramos y vuelvo a sentir esa misma calidez. De pronto, algo repentinamente llama mi completa atención, tiene algo en la pierna, un color carmesí.

—¿Qué te pasó en la rodilla?

—Me caí.

—¡Déjame verlo!

Con su dulce consentimiento, estoy de rodillas y me inclino para tocar su suave piel. Puedo ver cómo ese simple roce le causa un ligero estremecimiento. Sigo tocando y mis labios mojados llegan a impregnarlo. No me arrepiento de haberlo hecho. Necesito que mi agarre se vuelva resistente y estar el tiempo que sea necesario. Siento olas cálidas y la destreza con la que me desprendo. Le subo el lomillo del vestido e inhalo la humedad de su piel hidratante.

—¡Suficiente, ya viste demasiado! —Se sonroja y se cubre la piel de su hermosa pierna. Y, sin más, camina en dirección opuesta y empuja la arena árida con la suela de sus converse.

—¡Blake, ven aquí!

Es justo eso lo que me esperaba. Voy tras ella con pasos decisivos e intento ir más rápido.

—Quiero estar sola —chilla.

—No irás a ningún sitio —La tomo del brazo haciéndola girar hacia mí.

—Sé cuidarme.

Su mirada se oscurece.

—No en ese estado.

—¡Vete a casa! —ladra.

—Me iré, solo si tú vienes conmigo.

—¿Y crees que te haré caso?

—No así, pero tengo algo mejor que eso.

Rio para mí mismo.

La tomo en brazos y dejo que su cuerpo aplane mi hombro. Me decido por esto y siento sus manos en mi espalda. No hace ningún movimiento, pero sí que está como una cabra, a lo que yo procedo a reír más fuerte que hace un instante.

—¿Qu-ué haces? —patalea y esos recuerdos solo vienen a mi mente a torturarme.

—Te lo dije —suelto otra risa.

—¡¡Bájame de aquí!! —demanda con sus pequeñas manos pegando mi espalda y eso hace que menos quiera oír su suave y melódica voz.

—Que no.

—¡Serás idiota!

Nuestros cuerpos se aprietan y es un deseo habitual que nace en mi interior. Con mi mano hago un leve recorrido en la parte posterior y trago en grueso. Ladeo un poco la mirada hacia abajo y siento un gran subidón en mi polla. Pierdo el hilo de mis pensamientos y ahogo una risa.

—¡Qué buen culazo tienes!

—Ugh... cretino. ¡Quita tus sucias manos de mí!

Gruñe.

Quito la mano de encima por un segundo, pero después la vuelvo a sostener hasta meterla dentro del auto. Me voltea la cara y pega su cuerpo a la ventana. No me mira ni me habla. Un silencio sepulcral nos envuelve y me percato de cómo recarga las manos sobre sus piernas. Lo recuerdo como si fuera ayer.

—¿Cómo vas con eso?

Me refiero a las quemazones.

—No preguntes algo que no quieres saber —responde cabizbaja.

—Blake, ¿en qué quedamos?

—No pienso escucharte. 

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