Hurcan peleaba contra la muerte.
Peleaba contra la agónica que estaba asfixiándolo.
Ella lo veía todo en sus ojos ambarinos.
—Por favor —tembló, su voz rompiéndose—, quédate y mira el final de esto. Quédate y haz tu sueño realidad. Pelea, maldita sea.
Su sueño.
Su sueño era él, con sus ojos como el sol, con sus alas como la libertad y su cuerpo como la fuerza que debía tener. Ella había soñado con escapar de Ciudad Alada, ir a la tierra humana y ver todo lo que pudiera.
Hurcan la había llevado a su refugio frente al mar y durante tres días vivió rodeada de cosas provenientes de los humanos. Él lo había hecho, sin saberlo, sin imaginarse lo que todo eso significaba para ella.
—Tú lo hiciste realidad.
Él volvió a llamarla, le estaba gritando que volviera, que no lo dejara solo, que no le permitiera verla morir. Gritó. Gritó con todas sus fuerzas, pero lo único que se detuvo fue una cosa. Solo una cosa.
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...Y aún con vida la pude hallar
Al verme lloró, me dijo "amor, allá te espero dónde está Dios. Él ha querido separarnos hoy, abrázame fuerte porque me voy".
Al fin la abracé y al besarla se sonrió.
Después de un suspiro en mis brazos quedó...
La primera vez que escuché esa canción estaba en medio de la sala, rodeada de familiares y me tuve que ir a llorar. Era pequeña.
Aguanten la respiración, falta el final.