Despellejar

861 190 19
                                    

Malcom se elevó en el cielo cuando tuvo oportunidad. Llevaba a Neana sujeta de su cuello, asfixiándola, pero no lo suficiente como para matarla. El alado tenía alas blancas y poderosas, parecían un trozo de nube, seguro podía camuflarse bien entre ellas. O entre la niebla, como ahora.

La lluvia se había detenido, solo quedaba la bruma que los envolvía, haciéndola temblar, estaba empapada, llena de barro y de sangre, su magia se había consumido tanto que la temperatura de su cuerpo no se adaptaba, tenía los dedos dolorosamente congelados y uno de sus zapatos se había caído.

Malcom los llevó hasta la plaza y observó desde lo alto, estaban matándose allí. Neana buscó a su hermana, pero no la vio en ninguna parte, había demasiados cuerpos y temía que pudiera estar cubierta por ellos. Un sollozo incontenible se escapó de ella.

—No llores —arrulló el hombre con voz paternal—. Todavía no ha pasado lo peor —Neana volvió a sollozar—. Mira quien está allí —Malcom abandonó el agarre de su cuello para sujetar su mandíbula y dirigirla hacia un punto en el suelo cerca de la plaza.

Hurcan blandía su espada como si fuera una pluma, se movía por el suelo mientras que sus enemigos se elevaban sobre él, estaba concentrado, pero dejaba que su mirara vagara por la multitud de cadáveres. Tenía la cara manchada de rojo, pero desde donde estaba Neana no podía identificar si era suya.

—Vamos a llamarlo, ¿sí?

Malcom la envolvió con su brazo para inmovilizarla y con la otra sacó una de sus dagas. Los ojos de Neana se abrieron a tope y no pudo hacer nada cuando el hombre cortó su piel.
Gritó, gritó sabiendo que el hombre no solo la apuñalaría, eso no era lo que quería, él estaba rebanándole la piel.

—Te mueves, Hurcan —amenazó Malcom, se había detenido apenas un segundo para que Neana reconociera a Hurcan frente a ellos, tenía los ojos dilatados y una mirada completamente asesina—, y haré que te comas su carne.

Neana lloró, porque el hombre continuó cortándole el brazo.

—Basta, detente —urgió Hurcan.

Pero Malcom solo se detuvo al tener su pedazo de piel fuera de su cuerpo. Neana solo sabía que cualquier movimiento la hacía sentir que estaba muriendo.

—Te advertí que iba a despellejarla frente a ti, ¿vamos a un lugar más cómodo?

En el instante en el que Malcom alejó la daga para señalar la Casa de Vento, Hurcan se abalanzó sobre él. Terminaron enmarañados, Neana entre ambos sentía a Hurcan intentar arrancarla de él. Ella pateó a Malcom, retorciéndose, Hurcan echó su cabeza hacia atrás para hacerla colisionar contra la del hombre, lo desequilibraron lo suficiente como para que aflojara su agarre en Neana.

Cuando estuvo en los brazos de Hurcan la respirar se le hizo más fácil.

Lo siento, lo siento, lo siento —lamentaba él.

Intentó alejarse, pero Malcom arremetió. Clavando la daga en una de las alas de Hurcan, el Caballero gimió aturdido y Malcom volvió a apuñalar, esta vez al hada. El gritó de ella fue lo que hizo que Hurcan moviera su espada, tan rápido, apenas perceptible.

Terminó cortándole el brazo desde el codo a Malcom.

El miembro se desprendió y Hurcan volvió a atacar, sin pensarlo, le abrió el estómago al alado de alas blancas y sus órganos salieron expulsados. Malcom Thumder cayó vencido por el dolor y la muerte, esa imagen iba a perseguirla durante el resto de su vida.

Tosió y su boca se inundó de sangre. Todavía tenía la daga de Malcom clavada en el centro de su espalda. Hurcan perdía altura, sus alas vacilaban mientras mantenía sus manos presionadas donde había estado la daga.

—Resiste —imploró Hurcan, derrumbándose sobre los cuerpos—. Por favor.

—No puedo —la sangre la estaba ahogando.

—Por favor.

Hurcan intentaba reanudar el vuelo, pero terminaba cayendo otra vez.

—No puedo.

Estaba rodeada de cadáveres, Hurcan estaba herido, el cielo pintado de gris. Todavía había gritos, todavía había acero y magia. Ella no podía. No podía. No con la muerte en todas partes.

El Caballero y el hadaWhere stories live. Discover now