Será diferente

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Era esa clase de sensación que tenía cuando estaba en un lugar y sentía que su corazón era abrazado, eso sentía ella en el bosque. Todo lo que la rodeaba la llamaba y la alababa como si fuera un familiar muy querido, lo había extrañado, la sensación de la corteza de los arboles contra su piel, el suelo palpitante contra sus pies, la brisa danzando hacia su nariz. Los colores eran brillantes, vivos, tenían una especie de chispa que la hacía recordar su niñez, cuando jugaba a las escondidas o hacia crecer flores al pie de los árboles.

En aquel tiempo parecía fácil, natural. Usaba su magia tanto como deseaba aunque sus padres la riñeran en ocasiones, ellos no eran severos, siempre habían lucido tristes al tener que negarle soltar alguna chispa juguetona de magia contra alguien en el mercado. Pero allí había alados. Ellos no soportan la magia de las hadas.

—Matsan —murmuro alguien.

Neana giro su rostro hacia el riachuelo, allí inclinada recogiendo piedras del fondo del agua estaba Aleina, una de sus primas mayores. Aleina era quien le había ayudado a conseguir el empleo en la Casa de Vento, ella trabajaba allí, por lo que Neana se sorprendió de encontrarla.

Aleina —sonó ahogada—, ¿Qué haces aquí?

Aleina se puso de pie mirándola con una sonrisa tranquila, aquella hada tenía una belleza tranquila, hacía sentir a todos calmos como un té preparado por manos expertas. Su cabello era del color del cielo y sus ojos brillantes eran del color verde sano de los árboles en verano. Caminó hacia Neana, sin perturbarse.

—Sé lo que pasó, Nea —en ese momento su rostro sufrió un cambio—. Mi pobre Nea, mi pobre bebé.

Su prima llegó a su lado y envolvió sus brazos en sus hombros atrayendo su cabeza hacia su pecho, le besó la frente y pellizcó con cariño la punta de sus orejas alargadas, eso era algo que solía hacerle de niña.

Neana se sintió en casa allí en sus brazos, la hacía recordarse amada y muy querida.

—Fue tan injusto. Nunca lleves a Tete o a Asterin allí, por favor, Aleina —rogó en voz baja pensando en sus primas más pequeñas, no podía soportar que alguien les hiciera daño.

—Cuando ellos tengan tu edad será diferente —le dijo con los labios pegados en su oreja, tan bajo que casi resulto imperceptible—. Si tenemos suerte nunca más volverá a pasar algo como esto.

El corazón de Neana se descompuso.

—¿A qué te refieres, Alei?

Su prima le cubrió la boca chitándola.

—Confía en mí, pequeña Nea —empujó sus hombros hacia atrás para mirarla a los ojos—. Solo confía, ¿sí? —Neana asintió, porque le daba demasiado miedo insistir—. Ahora, debo advertirte que me enviaron a buscarte, ¡renunciaste, Nea!, ¿Cómo has podido hacerlo?

Apartó la mirada y atrajo sus piernas hacia su pecho, rehuyó de la mirada severa de su prima.

—No soporto mirarlos —confesó.
Aleina resopló.

—Lo entiendo, pero nunca pensé qué tú fueras capaz de renunciar, quieres ahorrar dinero, me lo revelaste antes de que te consiguiera el empleo —seguía hablando bajito, porque aunque el bosque fuera su hogar, aún tenía oídos y boca—. Nunca pregunté por qué, solo me sentí feliz por ti, por lo que sea que había dentro de tu preciosa cabeza. No renuncies a eso, Nea, por favor. Sé que será difícil, pero necesito que si tienes planeado irte lo hagas antes de que todo explote.

Se le erizó la piel ante la petición de su prima, la miró con miedo.

—Aleina…

No la dejó continuar, volvió a cubrirle la boca y le mostró su sonrisa más fiera.

—Persen me dio un mensaje del Caballero, planea doblar tu paga siempre y cuando vuelvas. Debes tomar el empleo de vuelta, Neana, sabes que es lo mejor. No importa cuánto los odies, no importa cuánto te duela mirarlos. Hazlo, consigue lo suficiente para marcharte y te prometo que cuando regreses encontraras un lugar distinto al que dejaste, ¿entendido? —Aleina se levantó soltándola, sus dedos tomaron algo de su escote y lo hicieron girar en el aire, era una pieza de oro—. Caballero no es tan feo, al menos no parece un sapo y no escatimó en mi soborno para que hablara contigo, aunque pienso que algo de ese dinero se quedó con Persen también. Considéralo bien, Matsan. Sé astuta. 

El hada desapareció con una sonrisa insinuante, preciosa. Neana respiró en silencio, temblando, todo lo que su prima le había dicho sugería una…¡Ah, temía tanto siquiera pensarlo! Pero eso era peligroso y se castigaba con algo peor que los azotes.

Hazlo, consigue lo suficiente para marcharte y te prometo que cuando regreses encontrarás un lugar distinto al que dejaste”. Era fácil soñar con eso, un lugar sin opresión ni daño donde el aire estaba impregnado de magia y libertad. Pero después de ser azotada se le era más fácil soñar con la tierra inundada de sangre, gritos y suplicas.

El Caballero y el hadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora