Desesperación

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Se había arrepentido de las palabras en el momento que las había dicho. El veneno en su tono había venido desde su propio arsenal de defensa.

Pero estaba tan desesperado, todos los días sentía que aguantaba la respiración, seguí atrasando todo, aunque fuera un buen momento para que la resistencia se alzara, seguía jodidamente deteniéndolo por ella. No estaba lista, Hurcan sabía que ella no lo estaría de la noche a la mañana, pero le hacía tener pesadillas cada vez que veía la duda en sus ojos y pensaba en las diferentes formas en las que un alado se aprovecharía de eso.

Una vez que todo comenzara los alados no iban a parar y si ella se metía en el camino de ellos…si no usaba su magia... Se le revolvía el estómago de solo pensarlo, se le revolvía el estómago cada vez que encontraba un punto débil en ella.

Clavaran su daga allí, le quebraran el cuello, golpearan su cabeza…Eso sería todo. Ella moriría en un instante, él no era suave cuando se lo decía. No quería censurarlo. Él quería que ella sobreviviera.

Si a ella le sucedía algo Hurcan…no podría respirar. Neana se había metido bajo su piel y tenía que sacarla de allí, eso no era correcto, no podía ser. Tenía que mantenerse concentrado. Si no se sintiera tan afectado no le habría dicho esas horribles palabras…

Se ahogó con el dolor del arrepentimiento, se castigó recordando su rostro afligido.

No puedo soportar la idea de que alguien te asesine en medio de ese puto campo de batalla. He detenido la guerra por ti, pero no podré seguir haciéndolo por más tiempo. Tienes que concentrarte y pelear, tienes que vivir. Necesito que sigas con vida, necesito que sigas insultándome, desafiándome, presionando mis límites”. Eso es lo que él habría querido decirle, gritarle, pero no podía, el veneno salió de él para que ella no viera más profundo en sus ojos y lo descubriera.

No le sorprendió que ella igualara su veneno, lo que le sorprendió fue lo mucho que logró herirlo.

No me toques. Vete.

La entendía, realmente lo hacía y casi estaba feliz de que lo hubiese alejado. Pero ninguno de esos pensamientos le había impedido sentir la daga clavándose en él, el rechazo en su voz hermosa.

Rechazándolo.

No me toques. Lo dijo como lo habían dicho muchas hembras hadas, temiendo que con un solo toque de él terminaran en una pila convertidas en polvo. Eso caló en Hurcan, mordiendo cada escudo que había construido a su alrededor durante años.

Vete.

Lo hizo, porque sino iba a desmoronarse allí mismo.

Dioses, era tan difícil. Era un estúpido por haber permitido que alguien se le metiera bajo la piel tan hondo como lo había hecho ella. No importaba cuanta distancia tomara, seguí sintiéndola, oliéndola, venerándola en silencio. Hurcan no quería, no lo había querido, eso era una debilidad y muchos se habían dado cuenta de eso.

Tenía muchos enemigos.

Y si alguna vez la alcanzaban…

Descendió decidido a disculparse, se arrodillaría si ella se lo pedía…Así de malditamente dentro la tenía.

Había volado alto, deseando fundirse en las nubes, que el ruido del aire ahogara el de su propia cabeza.

Se detuvo de golpe viendo a tres alados desconocidos volando sobre la montaña, por el lazo rojo en sus uniformes Hurcan los reconoció como exploradores de la Guardia Alada. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron.

Vuelvan a casa, pensó viendo a los alados. No deberían estar aquí.

Podría ir allí y decírselos, pero entonces ellos también se preguntarían que hacia Hurcan allí, no directamente, pero los rumores correrían y…

Los exploradores bajaron más cerca de los árboles. Vieron algo. O a alguien.

Un trueno rompió el cielo cuando Hurcan se lanzó hacia ellos.

El Caballero y el hadaWhere stories live. Discover now