Extra #1

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Hurcan se le quedaba mirando a veces, pensando en si era real o no. Estaba viva gracias a la ayuda de un dios desconocido. Estaba viva. Y la visión de ella seguía haciendo que sus rodillas temblaran.

Tenía que ir constantemente a Ciudad Alada, después de esa primera gran batalla, las cosas no se habían detenido. Vinieron peleas más brutales y sangrientas. Hurcan se alegraba de que Neana no tuviera que estar en ellas, pero sabía que ella sentía todo lo contrario.

Siempre le traía regalos de otras tierras, para que no se sintiera...estancada. Aunque ella nunca lo admitiera, sabía que debía sentirse así. Y él lo lamentaba. Ella había sido una esclava toda su vida, ¿esto era diferente?

Esas preguntas le causaban pánico y ansiedad, tanto que Neana podía percibirlo, pero ella pensaba que debía a la guerra, a las cosas que tenía que hacer y ver allí. Entonces ella buscaba distraerlo con su cuerpo.

Y lo lograba.

Amaba su piel aterciopelada, amaba la forma en la que su cuerpo cedía para él, amaba que ella atravesara los límites cada vez. Cuando la besaba su cuerpo se rompía y ardía, su sabor lo atrapaba y no podía parar, no cuando la lengua de ella siempre quería jugar.

La dejaba subirse sobre él y adorarlo, como si se lo mereciera.

Se desnudaba ella misma frente a sus ojos y luego bajaba su boca a esa parte de él que siempre estaba dura para ella.

Hurcan no tenía que alzar su rostro para mirar el cielo, su cielo era ella. Toda ella.

*****

—¿Pasó algo terrible? —preguntó ella, sus ojos aún nublados por el reciente éxtasis.

—¿Por qué lo preguntas? —cuestionó Hurcan.

Le acarició el rostro, intentando borrar su mueca asustada.

—Tú...sigues estando tan tenso, pienso que algo pasó, solo que no quieres decirme, ¿mi hermana...?

Hurcan negó, inclinándose para besarle los labios que seguían teniendo sabor a él.

—Sé que está bien —prometió—. Daniel me lo dijo.

Daniel era la única que sabía que Hurcan seguía vivo, para el resto había muerto en combate. Era mejor así. Porque los alados estaban cazando a sus traidores y la cabeza de Hurcan seguía teniendo precio aun estando "muerto".

Pero nadie sabía de Neana. Hurcan no hablaba sobre ella con Daniel, aunque él ya no hablaba con nadie, solo con la pequeña hada que lo esperaba en esta tierra perdida. Daniel intuía cosas, por supuesto, pero tampoco las mencionaba, tal vez era porque sabía que Hurcan no diría nada o porque prefería no saber. Algunas veces esa era la mejor opción.

—¿Todos están bien? —presionó, llevando sus esferas oscuras hacia él.

—Sí —suspiró él, trazando su oreja puntiaguda.

—Siempre vas a decirme cuando las cosas vayan mal, ¿verdad?

—Sí.

—¿Cuándo tienes que volver a irte?

—Mañana —contestó con pesar.

Asintió. Resignada. Su boca se abrió, como si fuera a...ofrecer algo, pero volvió a cerrarla.

Neana siempre había sido feroz, esperaba que eso no cambiara, rogaba por que la calma de este lugar no adormeciera su espíritu hasta apagarlo. 

*+*+*

Temo que me odien al final de estos extras.

El Caballero y el hadaWhere stories live. Discover now