Extra #9

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Cuando llegó vio a su mujer y a su hijo en la playa. Ella lo tenía en su regazo y le señalaba el agua que llegaba hasta ellos en la orilla.

Hurcan se desplomó aliviado a su lado, los envolvió con su cuerpo y cerró sus ojos solo para sentirlos. Los había extrañado con cada parte de él.

—Hurcan —rió Neana sorprendida—. Me asustaste.

—Lo siento —susurró—. Necesitaba esto, tenerlos a ambos.

El niño hizo un sonido curioso mientras observaba las alas de su padre, quería tocarlas, se estiraba para tomar sus plumas. Hurcan acercó su ala para dejarlo entretenerse.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó el hada, girando su rostro para detallarlo.

Él observó su rostro hermoso y solo pudo inclinarse para besarla. Metió su lengua en su boca y la saboreó, lo había necesitado tanto.

—¿Qué pasó, Hurcan? —insistió ella, aunque respondía sus besos con la misma intensidad.

Tenía que contarle sobre la guerra, sobre las batallas y las muertes. La idea no le gustaba, pero él era todo lo que ella tenía para saber del mundo exterior. No iba a negarselo.

Solo que no tenía ganas de hacer eso ahora. Tenía otras intenciones. Estaba tan cansado que solo quería acostarse con ella y dormirse entre sus caricias.

—¿Cómo está él? —preguntó ronco, refiriéndose a su hijo.

Neana sonrió y su corazón latió con fuerza en respuesta.

—Siempre hambriento, cada día más enorme —dijo con orgullo, alzó al niño y se lo ofreció a Hurcan para que lo tomara.

Sin dudas Occan se sentía más pesado que la última vez que lo había sostenido.

—Se queja a veces porque le da comezón en la espalda, ¿Es eso normal?

Giró al niño en sus manos, odió mancharle la piel de suciedad, no debió haberlo tomado sin antes limpiarse. Pero sentir el corazón de su hijo y su pequeño cuerpo moviéndose con energía lo abatió de puro alivio.

Su espalda pequeña tenía costras dónde las alas se estaban desarrollando. Tendría que ponerle compresas para que la comezón no lo molestara.

—Es normal. Es...sano. Significa que las alas están brotarán.

Besó la frente de su bebé y se lo devolvió a Neana.

—Vamos a dentro —ponerse de pie tomó toda su voluntad—. Te contaré mientras me limpio y debemos limpiarlo a él también, lo ensucié un poco —admitió con vergüenza.

Cuando Neana se puso de pie tuvo el impulso de besarla una vez más. Quería sentirla. Saberla suya. Viva.

Le contó sobre todo lo que había visto y vivido. Neana escuchaba con atención, su rostro se endurecía y relajaba. Cuando Occan se durmió ella lo acostó en su cuna y se unió en la cama con Hurcan.

Él quería tocarla, darle placer y recibirlo de vuelta, pero sus brazos pesaban y cuando ella comenzó a acariciarle el cabello no pudo seguir manteniendo los ojos cerrados.

Se durmió y soñó con su familia jugando en la playa. Apenas fueron unos minutos hasta que Neana lo despertó.

Estaba tan pálida como lo había estado cuando agonizaba.

La sangre de Hurcan se heló de terror cuando ella lo miró.

—Nos encontraron. Puedo sentirlo. Se están acercando. Hurcan...—ella iba a llorar—. Son muchos.

El Caballero y el hadaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz