Thumder

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La alada se mantuvo a varios metros de ella, estudiándola, fijándose en su respiración errante, en la sangre manchándole el rostro y el escote, en el temblor de sus manos extendidas hacia ella.

Marllorie ronroneó.

—Debí haberme encargado yo misma de ti —sonrió desquiciada—, ¿Dónde está Hurcan?

Neana no la perdió de vista, si lo hacía estaba perdida.

—Supongo que en medio del caos, ¿no? Ese es su estilo, solo creí que vendría a buscarte —sus botas se hundían en la tierra como si quisiera lastimar ese piso—. Bueno, ya que la diversión no viene a nosotros, tendremos que ir a él.

Caminó hacia ella, Neana escupió su magia, pero no acudió más que un suspiro. Estaba cansada. La alada se rió acercándose más deprisa, pero esa risa se detuvo cuando una muralla de magia la detuvo, no provenía de Neana.

Eran las hadas escondidas en el bosque.

—Voy a disfrutar matándolas a todas —prometió Marllorie desenvainando su espada.

Las hadas salieron de entre los árboles y sonrieron.

*****

Marllorie había logrado matar a un y eso solo había enardecido a todas las demás, Neana estaba en suelo mojado, viendo como la magia enloquecía a la alada. Estaba resistiendo el cansancio, le hablaba a su magia, le pedía que la despertara, que la mantuviera de pie.

La espada de Marllorie terminó en el suelo y las hadas cayeron sobre ella, sin magia, solo furia. Alguien le quitó el látigo que ella había tenido sujeto en su cadera, le desgarraron la camisa y la sujetaron al suelo con raíces. Marllorie gritó tan fuerte con el primer azote que Neana tuvo que cerrar sus ojos.

Hubieron varios sonidos de chapoteos y aleteos, luego un jadeo colectivo seguido por más gritos, no solo de Marllorie, los de ella se acallaron. Neana abrió sus ojos y vio a los alados con sus espadas y sus ojos desorbitados. Solo pudo reconocer a uno que estaba junto a Marllorie, le estaba cortando las raíces que la sujetaban.

La alada dijo algo y señaló hacia donde Neana intentaba ponerse de pie. El hombre dejó a Marllorie sola y se dirigió a Neana, era alto y su cabello negro brillaba con un suave baño de canas plateadas, tenía una cicatriz que le subía desde la mandíbula hasta el interior del cuero cabelludo. Uno de sus ojos estaba cubierto por una cortina gris, pero el otro hizo que Neana retrocediera con pánico.

—Pagarás por lo que le hicieron a mi hija y haré que Hurcan miré todo el maldito tiempo.

La agarró del cabello y comenzó a arrastrarla fuera del bosque.

Esa voz no era otra que la de Malcom Thumder. 

El Caballero y el hadaWhere stories live. Discover now