Capítulo 40

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Unas revelaciones ácidas. 

Como invitada quería dormir en el sofá, pero no hubo manera. Adley se negaba a dejarme descansar ahí y me ofreció su comodísima cama de matrimonio. A decir verdad era como dormir sobre las nubes.

Me desperté y sin siquiera abrir los ojos ya me había dado cuenta de que estaba abrazada a algo calentito. Y no era precisamente un cojín. Era Add. ¿Pero qué estaba haciendo ahí? Me pregunté justo después de despegarme de su silueta.

No pude evitar admirarlo por unos minutos. Su rostro estando dormido era incluso más bello. Su camiseta blanca estaba ligeramente subida y se podían apreciar esos músculos tan trabajados y bien definidos de su abdomen.

Una imagen que tenía muy bien grabada en mi mente desde el día que lo vi en la playa. Aunque en esa ocasión a parte de ver lo sexy que era había tenido el placer de palparlo.

Mi mirada fue bajando instintivamente y me sonrojé al percatarme de la carpa que se había montado en su pantalón corto. Dios, definitivamente era hora de huir de ahí antes de que despertara y fuera aún más incómodo.

Me metí en el cuarto de baño y me miré en el espejo como de costumbre. Tenía buena cara, pero por dentro estaba hecha polvo. La conversación con Joseph daba vueltas en mi cabeza.

Pero por mucho que lo pensara, yo tenía razón. No podía traer a esa mujer como si nada. Si estaba viviendo conmigo lo mínimo era avisarme. Y menos derecho tenía a quedarse con esa actitud de mierda que tenía.

Sin embargo en esos momentos la mami superficial y caprichosa no era la prioridad. Sino su hijo pequeño. O para ser más clara, el hijo de Joseph. Mi pareja y futuro marido. ¿Eso me convertía en algo así como su madrastra?

No quería seguir pensando acerca de eso. Por lo que decidí darme una ducha caliente. Bajé mis bragas y cuando iba a quitarme la parte superior la alcachofa de la ducha cayo de su soporte.

Me acerqué rápidamente para ponerla en su sitio y evitar que el agua siga chorreando por todos lados. La camiseta que Adley me había prestado quedó totalmente mojada. Y cuando me giré lo vi allí parado mirando el destre que había provocado.

Mis pezones se transparentaban por la tela mojada y me cubrí avergonzada cuando su mirada quedó sobre ellos. Salió de ahí tapando sus ojos y disculpándose.

No tarde mucho en ducharme y durante el desayuno estaba reinando un silencio sepulcral.

- Creí que te habías ido a dormir al salón. - comenté terminando de zamparme los mini bocadillos que habíamos preparado.

- Ah, sobre eso. Debí haberme metido a la cama por costumbre, cuando fui a beber agua esta noche. - me explicó rascándose la nuca.- No quería incomodarte.

- Está bien, es tu casa. E insisto, estaría bien durmiendo en el sofá. No soy quisquillosa.

- Eres una princesa, al menos para mí. Te mereces descansar como es debido.

- Pues debo de ser Cenicienta, porque ayer tocaron las doce para mí. - dije mirando el bol de cereales que agarré de "postre".

- Una discusión en pareja es normal, solo espera a que se le baje el orgullo. Luego se disculpará.

- Esta vez es diferente.

- A veces puede llegar a ser un completo imbécil, sí. Pero no es una mala persona y sabe aceptar sus errores cuando los comete. Lo conozco hace demasiados años. Sé lo que te digo.

- Adley, no te lo he contado todo...

- A ver, ¿por qué os habéis peleado esta vez? - me preguntó recostando su barbilla sobre el torso de su mano.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now