Capítulo 29

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Gemidos bajo el agua. 


- ¡No! - grite irritada con aquel gesto.

Estar bajo las consecuencias del alcohol no era justificación para jugar así conmigo. Me estaba faltando el respeto, pues sabía muy bien que Joseph y yo estábamos en una relación sentimental en aquellos momentos. Lo aparté de mí fulminándolo con la mirada, para caminar cabreada en dirección al coche.

- Podías haber tenido cada cm de mí, cuando te lo ofrecí.

- ¿Y ahora que ha cambiado? - replicó tartamudeando por la borrachera mientras me seguía.

- Que ya no quiero. Y no tienes ningún derecho a besarme cuando te venga en gana. - contesté muy cabreada. - Ahora déjame en paz y vete con tu amiguita de esta noche.

Abrió la boca para decirme algo, pero se arrepintió enseguida y se fue de nuevo hacia el club. Yo saludé al chofer, lo más amable que mi situación emocional me permitió y me invitó a sentarme. Cerró la puerta tras de mí y luego tomó asiento para arrancar el motor y conducir hasta el piso.

El tacto de sus labios aún seguía en los míos. Aquel recuerdo de la playa volvió a mi mente, más palpable que nunca. Intenté distraerme mirando por la ventana, pero lo único que veía era el reflejo de mí, con las lágrimas recorriendo mi rostro.

En ocasiones las personas se toman mucha confianza contigo y por ende se creen que pueden hacer lo que quieran. Pero es algo erróneo. No importa qué tanto conozcas a alguien, siempre debes respetarle como el primer día. Era mi filosofía de vida. Al parecer la de Adley no. Incluso me dio pena la pobre Elí, parece una locura, ¿verdad? Pero después de todo lo que te vivido entiendo que se le partirá el corazón al saber que él sólo la usó para olvidar a otra.

Llegamos, pero por mi sorpresa no fue al piso, sino a la mansión. Eso explicaba por qué el viaje de vuelta fue más largo. Al salir del coche, me encontré con Joseph esperándome para acompañarme de la mano hasta la entrada.

- ¿Lo pasaste bien? - preguntó con una sonrisa preciosa.

- Se podría decir que sí. ¡Bettany va a tener un bebé!

- Ya lo sabía. - dijo encogiéndose de hombros.

- ¿Y no me lo dijiste?

- Lindura, me iban a cortar la lengua si soltaba la bomba.

- Te lo dejaré pasar por esta vez. ¿Pero por qué estamos aquí?

- Pronto va a ser la boda. Mi intención es comenzar a vivir aquí y no en ese piso minúsculo.

- No diría que eso es un piso minúsculo...

- ¿Vas a quejarte por vivir en una casa inmensa?

- No señor.

- Como vuelvas a llamarme así... - advirtió con la voz entrecortada.

- ¿Qué pasa si le llamo así señor? ¿Algún problema?

- Uno enorme y duro Senata.

Me dio una nalgada fuerte y solté un pequeño grito. Por suerte ningún sirviente estaba cerca como para ver aquella escena. Hace unos minutos estaba triste, llegué a llorar y tenía un nudo en el corazón. Pero ver su mirada celeste calmó todas mis penas. Sentía que el mundo se frenaba y sólo estábamos él y yo. Y su amigo. Porque cuando subimos a nuestra nueva habitación, aquel bulto ya no podía seguir ocultándose. Me dijo que iba a tomarse una ducha fría, pero yo no estaba conforme. Lo agarré de la mano y obligándole a sentarse sobre la cama.

- ¿La conejita está juguetona hoy?

- Supongo que necesita su zanahoria. – dije soltando una pequeña risita y él se mordió el labio inferior con deseo.

- Mira, tú y yo necesitamos una ducha, ¿porque no ahorramos un poco de agua?

Su pregunta más bien era de carácter retórico, porque no esperó mi respuesta y levantó cargándome en su hombro, de manera que mi cara quedó boca abajo y su mano en mi trasero. Me dejó en las baldosas del baño y empezó a quitarse la ropa. Cuando ya estaba completamente desnudo, bajó la cremallera de mi vestido. Dejándolo rápidamente en el cesto de ropa sucia, se abalanzó sobre mí, agarrándome los dos pechos y llevándose uno de mis pezones a su boca.

Mordisqueaba uno y luego otro, pero lo que más pellizcaba eran sus succiones, me hacían gemir de placer. Cuando se dio por satisfecho, me miró fijamente a los ojos y me hizo retroceder hasta que mi espalda chocó contra la pared. 

Allí me agarró por las piernas, y rozo su miembro contra mi feminidad, aun con mis bragas puestas. Sabía que eso me vuelve loca. Su boca y la mía se unieron, en un beso pasional y excitante, y sus manos me acariciaban por los muslos.

- Mételo. – suplique mordiendo su cuello, pero él resistió.

- Acuérdate a lo que venimos. Entra en la ducha. – me ordenó con tono autoritario.

Me quité las bragas y abrí el grifo, jadeando impacientemente. Y cuando le miré se estaba poniendo el condón. Avanzó hacia mí muy seguro de sí mismo, el jodido era consciente de que poseía un cuerpazo de revista. 

Entró en la ducha conmigo y me volvió a poner contra la pared, esta vez de espaldas a él. Podía notar su miembro entre mis nalgas, pero lo que entró en mí fueron sus dedos. Me penetró con ellos. Era brusco, no le gustaba ir poco a poco. Llegaba incluso así a lo más profundo de mí. Puse los ojos en blanco, creo que ya no era consciente del espacio-tiempo. No me podía resistir a esas descargas que se acumulaban en mi epicentro, porque mientras sus hábiles dedos me penetraban, con el otro pulgar acariciaba mi clítoris de una forma exquisita. 

Después de correrme y con mi cuerpo aún frágil, agarré un poco de gel y me lo puse por los pechos, girándome de cara a él y frotándolos contra su torso. Se mordió el labio, disfrutando de esa fricción entre nosotros, que se hizo fluida gracias al jabón.

En unos minutos había llegado al límite de su paciencia y me lo metió. Sus embestidas eran fuertes y rudas, y yo sólo quería más y más. Notar que me llenaba por completo se volvió una sensación adictiva. Sus manos, en mi trasero, amasaban mi cuerpo. Enrede mis dedos entre su cabello mojado y soltó un gruñido en mis labios, besándome una y otra vez sin cansarse. A parte de unos buenos centímetros, tenía muy buen aguante. Hasta que se corrió, yo lo hice por lo menos tres veces.

- Estuviste increíble. - me susurró. 

- Tú también. - musité de vuelta. 

Salimos envolviéndonos en unas buenas toallas, y nos acostamos una vez que los dos estuvimos con el pijama puesto. Le gustaba leer antes de dormir y yo me ponía mi serie favorita. Era un momento muy lindo, porque no me soltó la mano hasta dormirse. Decidí que era suficiente de ver dramas por hoy y me fui en manos de Morfeo con Joseph. La noche, o lo poco que quedaba de ella, se me pasó en un pestañeo.

La siguiente semana tuvimos un horario muy estricto. Ya era hora de ponerse las pilas con los preparativos de la boda. Joseph logró ceder en la elección de mi vestido, sí, fue a pesar de que se considera mala suerte verlo antes de la boda. En lo que ninguno daba el brazo a torcer era en la prueba de la tarta. Yo la quería de chocolate y él se empeñaba como burro en una de crema. La pobre pastelera, al vernos casi arañarnos por un asunto de tan baja magnitud, propuso hacerla de los dos sabores, uno por cada piso.

Ver una boda en una película es muy diferente a organizarla. Desde fuera podría ser fácil, pero es más estresante de lo que parece. La noche antes del gran día estaba de los nervios. Iba de un lado a otro y tampoco pude pegar ojo cuando llegó la hora de acostarnos. Me intentó tranquilizar con sus abrazos y aunque eran reconfortantes, no aliviaban mis preocupaciones. No sólo asistirían miembros de su familia, también vendrían periodistas e invitados que no conocía de nada. ¿Podría salir algo mal? ¿O únicamente eran paranoias mías? 

* * * 

La boda se acerca. ¿Todo será como lo planeaban?

Si les ha gustado voten y comenten, estaré muy feliz por ello.

Y si te interesa mi contenido sígueme, tengo otra novela en curso.

Besos.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now