Capítulo 33

31.4K 1.8K 419
                                    


Cuatro paredes blancas. 

La vida está llena de imprevistos. Nunca sabrás cuando hiciste tu último abrazo o cuando fue la última vez que viste a ese alguien. Los humanos tenemos un pequeño bache, y es que no somos capaces de adivinar el futuro. Lo asimilé ese día. Dios me había dado una segunda oportunidad y las cosas iban a ser algo diferentes desde ese entonces.

Cuando desperté a las seis de la mañana de aquel martes 12, esos días que pasé en coma no se registraron en mi memoria. Era como si volviese al momento en el que mi cuerpo protegía a Joseph. El secuestro, la violación, el cadáver, esos recuerdos permanecían igual de vivaces. Alterada, me levanté sin cuidado de la camilla del hospital, provocandome dolor inmediato cuando la aguja que tenía en la vena se salió de golpe. Una enfermera se acercó a mí y me obligó a sentarme.

- Niña, no puedes ser tan negligente. Debes tomar reposo unos días más.

- ¿Pero dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Joseph?

- Respira. Estás en el hospital. No sé quién es el hombre del que hablas, pero la persona que ha pagado los gastos no está aquí en estos momentos.

- ¿Estoy sola? No, por favor, no me dejen aquí. - mi voz se escuchaba quebrada.

- Estoy allí mismo, no va a pasarte nada. El doctor Grey pasará por aquí a las dos. Él va a aclararte todas las dudas.

- Pero...

- Lo siento querida, debo trabajar para ganarme el pan, no puedo estar todo el día metida aquí contigo. - sus últimas palabras antes de abandonar la habitación, sonaron realmente bordes.

Ni siquiera se molestó a volver a ponerme el suero intravenoso o cómo mínimo taparme la herida que me acababa de hacer. Encontré unos pañuelos y con ello paré el pequeño sangrado. Pasé horas mirando de un lado para otro. Después de lo que había pasado, me sentía insegura. Cualquier ruido sospechoso me perturbaba. Como dijo aquella mujer, a las dos de la tarde, un hombre se presentó. Su bata perfectamente planchada, llevaba el nombre Dylan Grey bordado en negro. En su mano llevaba un folio, y en la otra un bolígrafo con el cual jugaba alegremente. Su sonrisa me alivio un poco de ese estado de tensión.

- Buenas señorita Clark, por fin se ha despertado, vaya siesta de tres días que se echó. - intentó mejorar el ambiente con una broma, pero a pesar de su amabilidad, yo aún seguía desconfiada. - Todos estaban muy preocupados por usted, ha pasado por mucho. No dudo que mejore físicamente, pero encontrar estabilidad emocional va a llevar algo más de tiempo.

- Entiendo.

- No se agobie por ello, no se puede tener todo en un día. Había perdido mucha sangre, un familiar suyo ha tenido que donar para salvarle la vida. Y cuando ha caído, se ha echo un pequeño esguince. Probablemente mientras esté en las paredes de este hospital no notará nada, le estamos subministrando unos calmantes. Pero cuando le demos el alta tendrá que lidiar con algunas molestias.

- Podré con eso.

- Me alegra que tenga una actitud positiva. Ahora bien, ¿cómo se siente?

-¿Confusa? ¿Aburrida? ¿Asustada? Estoy empezando a dudar de mis propios sentimientos.

- Puede estar segura aquí, ya no hay ningún peligro. Las incógnitas que pueda tener se van a resolver mañana, su novio va a venir alrededor de las ocho. Y en cuanto al hastío que siente, le he dicho a Susan que le pase un libro. ¿No le apasiona leer?

- Sí, me gusta, mucho. Pero si se refiere a la enfermera, no me ha dado nada.

- Esta mujer.

El doctor Grey puso los ojos en blanco y se giró caminando hacia la recepción de la planta. No tardó más de dos minutos en volver, de nuevo con esa perfecta sonrisa en su rostro, y un libro gordo en la mano.

Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora