Capítulo 35

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Nuevo comienzo. 

Al fin libre. Mi estancia en el hospital había concluído y también le dije adiós a esas muletas. Joseph vino a buscarme para llevarme de nuevo a casa. Parecía estar más tranquilo y no tan tenso como el día de la discusión. Lo que me alivió bastante, no tenía ganas de pelear. Se fue a recoger mis cosas, mientras yo esperaba sentada en la recepción de la primera planta.

Estaba mirando mi móvil, cuando el doctor Grey apareció caminando, hacia mí. Su bello rostro expresaba tristeza, sus ojos lo delataban. Le sonreí con timidez.

- Buenos días.

- Buenas, señorita Clark. Hoy es el día de su alta...

- Así es.

- ¿Está emocionada?

- Si, esas paredes empezaban a sofocarme.

- Sus resultados muestran que ha mejorado notablemente estos últimos días.

- Se lo debo a mi médico. - comenté guiñandole el ojo.

- Me halaga.

- No digo nada que no sea verdad.

- Venía a ver cómo estaba, pero también a decirle algo. - comentó rascandose la nuca. Nunca lo había visto tan nervioso.

- ¿Ah si? ¿Qué es? ¿Necesito algún otro medicamento?

- Ahora que ya no es mi paciente, voy a ser sincero con usted, digo, contigo. - agachó la cabeza y el bolígrafo que llevaba en las manos iba a salirse en cualquier momento.

- ¿Si?

- Me gustas.

Esas simples dos palabras me pillaron por sorpresa. Si no fuera él quien me haya rebelado personalmente, jamás se lo hubiera creído a nadie.

- Yo no sé qué decir.

- No digas nada.

- Estoy algo sorprendida.

- Sé que tienes pareja. Y lo respeto al cien por cien. Es por eso que al menos o hasta el momento te ofrezco mi amistad.

- No podría negarme a ello. Es una proporción justa. - le dediqué una pequeña sonrisa.

- Bien, maravilloso. Aquí tienes mi número personal. Úsalo cuando necesites ayuda o cuando te apetezca algo de compañía. - dijo entregándome una tarjeta azul claro.

- Lo haré. Con mucho gusto.

- Mi turno empieza ahora...Ahora mismo. Nos vemos. - aquello realmente era una excusa, lo que me sacó una pequeña risilla.

- Que tenga un buen día, señor Grey.

- Llámame Dylan.

Fue lo último que salió de sus carnosos labios. Era tierno, un hombre que perdía el don de la palabra enfrente de la mujer que deseaba. Era amable, protector, cariñoso, pero no. Yo ya estaba comprometida. Joseph era con quien debía estar y esa fue mi propia decisión. Y hablando del rey de Roma, allí estaba él, viniendo hacia mí con una sonrisa seductora. No se la devolví, aun seguía molesta por aquel día.

- Ven, el chofer nos está esperando.

- ¿No prefieres conducir tú?

- Si lo hago, no podría mirar a mi pequeña preciosa.

Puse los ojos en blanco. Otra vez tenia al conquista corazones a la vista. Si creía que con un par de frases bonitas iba a conseguir mi perdón, estaba muy equivocado. Con el ceño fruncido, entré al coche y me crucé de piernas en mi asiento. Después de haber llevado la ligera ropa de hospital, los tejanos se me hacían incómodos, muy apretados.

Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora