Capítulo 32

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Por amor doy todo lo que soy. 

Perspectiva de Joseph.

- Necesitas algo para defendernos, estos tipos no van en broma.

- ¡La cocina! Allí habrá algo afilado.

- Bien, pero hablemos más bajo.

- Para empezar debemos sacar el coche de aquí o no se van a creer que nos hemos largado.

Así hicimos. Fuimos a aparcar a unos kilómetros de allí, lo que luego nos hizo caminar un buen rato hasta la casa, entre toda aquella hierva y los arbustos que arruinaron por completo nuestros trajes. Y como en cualquier peliculón, se puso a llover. En cualquier otra circunstancia estaría maldiciendo este momento y cagándome en todo, sin embargo Adley tenía sus propios problemas y yo estaba demasiado preocupado por Sen.

Sólo de imaginar todo lo que podía pasarle a mi pequeña estando allí, me hacia hervir la sangre, de rabia y de impotencia al no poder protegerla en ese mismo instante. Mi amigo se dio cuenta de mi estado emocional y trató de calmarme, pero me era imposible. Si llegaba tarde, nunca me lo perdonaría. Empecé a andar a paso rápido, casi corriendo. En el paso tiré mi chaqueta de miles de dólares en el barro, sólo porque ya me incomodaba estar con ella.

Cuando al fin estuvimos a unos metros de la casa, nos pusimos de acuerdo en que yo iría por la puerta trasera mientras que él me cubría las espaldas. Esos tipos no eran tan listos después de todo, ya que la puerta estaba abierta. Daba directamente a la cocina. Me agache, escuchaba voces masculinas que provenían del salón. Una mueca de asco se dibujó en mi rostro, eran unos completos cerdos. Había basura por todas partes, latas vacías y cajas de pizza gracientas hasta en el suelo. Era un maniático de la limpieza y con sólo esa imagen empezaba a tener ticks nerviosos.

Abrí casi todos los cajones, pero no encontraba nada. Respiré una y otra vez, para poder concentrarme bien. Aunque mis pensamientos me lo complicaban mucho. De reojo vi algo brillante en el fregadero, era un cuchillo, por suerte estaba limpio y no era minúsculo. Tenía un buen tamaño para al menos intentar defenderme si tenía a uno de ellos cerca mío. Al agarrarlo, una taza que estaba en el mismo montón se movió lo suficiente para chocar con un plato y hacer un ruido poco oportuno. Esperé unos segundos, sin mover ni un pelo, rezando para que nadie haya escuchado eso.

No obstante el ruido había sido lo bastante fuerte como para que ellos se dieran cuenta, no debían andar muy lejos. Unos pasos se hacían notar y mis ojos recorrieron toda la cocina. Estaba demaciado lejos de la puerta, si me iba ahora me verían salir. Así que me quedé detrás de la isla que estaba en medio, de modo que no me pillaran de primeras. Un hombre abrió la puerta bruscamente, dando un golpe contra pared. A medida que se iba acercando, yo me movia al lado contrario.

- Rodger, no hay nada aquí. Debió ser una maldita rata. La próxima vez levantas tú el culo del sofá.

- ¡Y yo que sabía! Eran órdenes de jefe, prefiero equivocarme a que me corte los huevos. - decía una voz de un hombre de mediana edad, desde otra habitación.

Cuando aquel desagradable sujeto abandonó el espacio, dejé soltar un largo suspiro. Ahora sí, aproveché para irme por donde había venido. Adley estaba allí y parecía que el no tuvo ningún inconveniente.

- Nada por aquí, deben de estar todos dentro.

- ¿Dónde crees que la tienen?

- No lo sé, ¿en el sótano? Es lo típico.

- Empecemos por ahí.

- No es seguro entrar por la cocina, mejor busquemos otra forma.

Hicimos una vuelta a la casa y encontramos una entrada al sótano, algo oxidada y con las puertas de madera llenas de agujeros. Al abrirlas una rata negra y gorda salió corriendo, Adley se mordió fuertemente el brazo. Estaba evitando soltar un chillido, le temia a los roedores. Yo me reí por lo bajo y él me dedicó una mirada fulminante. Bajamos poco a poco, apenas sin respirar. No había nadie allí, ya que no se escuchaba nada más que el viento soplando por las rejillas.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now