Capítulo 9

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El beso de un atardecer.

Me desperté aproximadamente a las cuatro de la tarde. Me alegraba no recordar lo que soñé, era mucho mejor que tener pesadillas con lo sucedido. Mi mirada se encontró con la de Adley, el cual estaba sentado en un sillón al lado del sofá, apoyando su rostro en la mano derecha. Supuse que se había quedado dormido mientras me esperaba. Quise salir del salón para no despertarle, pero justo cuando me encontraba de espaldas a él, apunto de irme, escuché su voz ronca.

- Por fin despiertas.

- Eso podría aplicarlo a ti, bella durmiente. - Bromee soltando una risa tímida.

- Me alegra que te rías, pero no esperaba ser el blanco de ello. - Dijo fingiendo secarse las lágrimas.

- No tuve la ocasión para agradecerte, que me sacaras de allí... Yo sólo espero no ser una molestia.

- No te preocupes, como ves tengo una vida solitaria. Por lo menos un poco de compañía le dará color a este lugar. Apenas vengo a casa, dedico casi todo mi tiempo en el trabajo o en resolver los líos en que se meten los bastardos de mis amigos.

- Teniendo en cuenta el tipo de amigos que tienes, no debes dar a vasto. Te recomiendo dedicarte algo de tiempo a ti mismo o acabarás explotando un día de estos.

- Sabes, hablando del tema, quería proponerte algo. ¿Qué te parece salir un rato? Te vendrá bien para distraerte. Y repito, da la impresión de que has vivido en una cueva todo este tiempo.

- Me gustaría, lo sabes, sin embargo ya viste como acabó la última vez... - Dije frotando mi nuca con incomodidad.

- Esta vez será distinta. Ya te he comentado que no le veremos un pelo en al menos 4 días. Es hora de que te sientas persona y no un accesorio.

- Ojalá todos opinaran como tú. - me quedé pensativa unos segundos para luego darle una respuesta que ni yo misma me creía.- Tienes razón, si tengo la oportunidad de cometer locuras, no pienso desaprovecharla.

- Entonces nos vamos ahorita mismo, no vaya a ser que te rajes. - Dijo muy decidido tomándome de la muñeca y arrastrándome hasta el ascensor.

- E-Espera un segundo, te recuerdo que no estoy vestida. - Dije con mis mejillas color carmesí al ver las miradas de la gente del vestíbulo sobre mí.

- Ahí está la gracia de hacer locuras. ¿No era lo que querías? - me contra-argumentó mientras salíamos a la calle.

Hacer ese tipo de cosas era vergonzoso, pero de alguna manera la sensación de adrenalina que recorría mis venas me reconfortaba. Adley iba a paso rápido y yo intentaba seguirle el ritmo, lo que era ardua tarea por las zapatillas de conejitos que calzaba. La situación resultaba altamente ridícula, él vestido de traje y yo con esas pintas caminando tras suyo en una calle de lujo. Seguro que los demás se creyeron que era una fanática loca intentando obtener el autógrafo de un famoso diseñador.

Cuando ya me faltaba el aliento por fin nos paramos. Al alzar la vista me encontré con el escaparate de una tienda deportiva. Ahora entendí por qué tardamos tanto, la tienda no era de ninguna marca reconocida y aquello era como encontrar una aguja en un pajar por aquella zona. Entramos y la dependienta nos sonrió acercándose a Adley. Era una chica atlética, con un cuerpo esbelto y la piel de un color chocolate precioso. Juraría que era una deportista profesional.

- Hola. - saludé devolviéndole la sonrisa con la misma amabilidad.

- Hola, veo que esta vez el chico solitario no lo es tanto. Me llamo Sara, soy su amiga de la infancia.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now