Capítulo 11

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   La cena con papá.

Por muy penoso que sonara, dormí en la bañera. Me negaba rotundamente a salir y encontrarme con ese gilipollas. A parte de tratarme mal, había roto nuestra cita con Add, si es que se pueda llamar así. Bueno, en verdad fue la estúpida de Elí. Cada vez que me encontraba con personas de este tipo, más deseaba salir huyendo. ¿Por qué no podían ser amables y nobles como Colem? O sin ir más lejos, como Adley.

Debía haberme pasado la noche recordando aquel beso tan hermoso en el atardecer. Pero en vez de eso, me la pasé discutiendo con Bridget. Cuando alguien me saca de mis casillas me montó un teatro en mi mente imaginando como sería soltar todo lo que siento a X persona, en este caso él. ¿Seré la única loca que hace batallitas internas en su cabeza? Y como es de esperarse siempre gano yo.

Me decidí a salir ya del cuarto de baño, eso sí, después de darme una buena ducha. No me podía resistir más a quitarme la sal marina que me tenía picando la piel desde el día anterior. El olor a vainilla inundó todo el lugar, gracias al intenso aroma que le añadían a estos productos pijos. Pero no me iba a quejar, después de una vida usando el jabón de cocina para ducharme, esto era como un paraíso. Incluyendo el hecho de que era mi espacio de seguridad.

Cuando ya me hube secado con la toalla me di cuenta de que mi albornoz ya no estaba aquí. Por otro lado, tampoco quería ponerme esa ropa llena de lágrimas, sal, mocos y arena. Así que me envolvi cómodamente en una toalla más grande y pegué mi oreja a la puerta. Silencio. Completo silencio. Era una buena señal, seguro que él se había ido o seguía durmiendo, de otro modo ya me hubiera montado un escándalo por cualquier chorrada.

Gire el pomo de la puerta y cuando mis pies pisaron el suelo del pasillo me di cuenta de que la puerta de la habitación estaba abierta. Se veía parte de la cama y desde luego Joseph no estaba allí. Camine de puntillas hasta el cuarto y me puse a buscar algo que ponerme. Como siempre, todo era demasiado elegante y pomposo, pero hoy no me importaba. Me decidí por unos pantalones de talle alto y un blusa color violeta.

Al abrir el cajón de la ropa interior sólo ví cosas de encaje y tangas que parecían un hilo. "Maldito pervertido" Pensé para mis adentros al agarrar una de esas cosas. Bendecí a Dios al descubrir que eran más cómodas de lo que parecían. Respire hondo, mentalmente me preparaba para verlo. Si me vieran en ese momento dirían que era un manojo de nervios y que explotaría por intentar inhalar tanto aire.

Bajé las escaleras y ahí fue cuando me di el mayor susto de mi vida. Lo que parecía un perro, enorme, estaba corriendo en mi dirección para luego saltar encima mío provocando que cayese al suelo. Lo segundo que noté fue una serie de lametones que me dejaron toda la cara llena de babas. Empecé a reír, porque me hacia cosquillas.

- ¡Basta, basta! - suplicaba intentando apartar su morro de mí mientras reía a carcajadas.

- No me lo puedo creer. Se supone que eres un perro de ataque, no una bola amorosa. - Dijo una voz que a estas alturas ya conocía muy bien.

No sabía si aquello era alguna especie de chiste, pero desde luego en estas circunstancias no me hacía ni puta gracia.

- B-buenos días. - lo saludé cuando su mascota me dejó respirar un poco.

- Que sorpresa, pensaba que no me ibas a dirigir la palabra en todo el día, pero esto facilita mucho las cosas.

- ¿Sabes? Creo que ahora mismo no sé distinguir bien quien es el animal de vosotros dos. - balbucee con un tono apenas audible. - A diferencia de ti, yo sé guardar las formas.

- ¿Ah sí? ¿Justo como ayer cuando le comiste la boca a mi mejor amigo?

- ¿Encima te tengo que dar explicaciones? El también quería y al menos se preocupa por mí y no se va con tres putas al día siguiente.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now