Capítulo 25

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Y ella escogió creer. 

El timbre sonó antes de lo que me hubiera gustado. La clase se me pasó volando y realmente disfruté de la explicación que le dió el profesor al final del libro. Iba a irme con Ben y Tina, cuando la voz del señor Williams nos detuvo.

- Sigan chicos, me quedaré con su amiga para comentarle algo. - dijo echandoles de la clase con un gesto de mano.

- Oh, ¿yo? ¿Ocurre algo malo? - pregunté algo nerviosa jugando con un mechón de mi cabello.

- No lo sé, eso me gustaría saber. ¿Todo bien señorita Clark?

- No entiendo.

- Vamos. Es obvio que aquellas preguntas no iban hacía el libro. - decía con una mirada interrogante, pero comprensiva.

Me mordí el labio y desvié la mirada. 

- No la conozco y no estudia aquí. No hace falta que entre en detalles, pero va muy perdida en su objetivo y me gustaría ofrecerle mi ayuda.

- Esto...no lo sé. - vacilé. 

- No le cobraré la tutoría. -bromeó guiñandome el ojo. 

- Pero, ¿podemos hablarlo en un sitio más privado? - mis ojos apuntaron a la puerta abierta y también a los pocos alumnos que quedaban recogiendo sus cosas.

- Claro, claro. No fue mi intención incomodarla. Vayamos a mi despacho. - dijo levantándose de su silla y agarrando su maletín.

Echó a los que seguían en el aula y la cerró después de que yo haya salido. Luego puso su mano en mi espalda baja y me hizo avanzar por el pasillo. Me guió hasta su despacho, era bastante acogedor y muy limpio. Se sentó en su escritorio y yo tome asiento en una de las sillas de enfrente. Empecé hablando de mi infancia y con un nudo en la garganta le conté como mi madre me había abandonado. Y como a pesar de haberle enviado miles de cartas, jamás contestó a ninguna. Era tan duro para mí abrirme así con alguien y más desconocido, que me entró la tos, probablemente por los nervios.

Enseguida me ofreció un vaso de agua, lo tomé y cuando estaba a punto de contarle acerca de la traición de mi padre y su alcoholismo, alguien llamó a la puerta dando unos fuertes golpes, lo que hizo que el profesor Williams arrugue la frente. Se dirigió hacia la puerta y la abrió. Una silueta familiar invadió el espacio sin siquiera pararse a saludar a Tom. Algo que claramente tomaría como una falta de respeto y educación. Era Bridget, tan cretino como siempre. Creyendo que por su cuenta bancaria podía hacer todo lo que le diera en gana. Me aferré a aquel asiento y lo miré furiosa. Pero desde luego su rostro era mucho más aterrador que el mío. Estaba tan cabreado que sus orejas y parte de su cara estaban al rojo vivo.

- ¡No tengo ni palabras para lo que has hecho! Fugarte y pasarte una noche entera fuera de casa. ¿¡Y qué coño has hecho con tu celular!? De no ser por un amigo que trabaja aquí, jamás sabría donde andas metida. - chilló en mi cara y me agarró tan fuerte de la muñeca, que me dolía. - Nos vamos.

- ¡No quiero! ¡Déjame en paz! - grité pero no soltó el agarre y las lágrimas brotaron de mis ojos sin siquiera yo darme cuenta.

- La señorita le dejó muy claro que la suelte. - la voz de Williams era intimidante y puso su mano en el hombro de Joseph para hacerlo reaccionar.

- ¿Quien coño eres tú? - Bridget le dió una ojeada completa al maestro y volvió a mirarme con cara de asesino.- Ah. No, No. No me digas qué... Te lo follaste. ¡¿Te lo follaste?!

Me había quedado sin palabras ante aquella fea acusación. Que esté al lado de un hombre no tiene por qué significar que me haya acostado con él. Por desgracia mi mente se quedó en blanco y mi falta de respuesta hizo que diera por hecho que sí. En un ataque de celos Joseph le dió un puñetazo a aquel hombre inocente y este cayó al suelo frotándose el ojo. Eso iba a dejar un gran moratón. Salté de aquella silla y me agache una vez estuve al lado de Tom.

- ¿Estas bien? Yo lo siento tanto...

- Aggh... No es tu culpa, es de este sujeto. No se crea que va a quedar así, le voy a denunciar. - amenazó a Bridget. - ¿Quién es usted y que hace entrando así a mi despacho?

- Ya veo, un ignorante. Normal que no hayas sabido dónde te metes. Soy Joseph Bridget y la mujer que te ha defendido es mi mujer.

- Lo que faltaba. Un niño rico que se cree con el derecho de pisotear a los demás. 

- Cuida esa boca maestro folla-alumnas. 

- Ni se atreva a insinuar algo así en mi trabajo. 

- ¿O qué?

- O les digo la verdad sobre la escoria humana que eres y cómo tratas a esta mujer. 

- Tengo los mejores abogados, veremos a quien le hacen más caso. Si a un profesor chalado o a un exitoso magnate. 

Tom se quedó pensativo unos segundos, dudando por algo. 

- Me voy a callar esto, pero no por ti hijo de puta, sino por ella. No quiero que la acosen periodistas por tu numerito de mierda. - luego me miró a mí. - Te voy a dar mi número y si este cabron te pone un dedo encima me avisas. - soltó sin importarle que ese "cabrón" lo esté escuchando.

Asenti agradeciéndole. Yo tampoco deseaba que esto saliera a la prensa. Sólo quería vivir una vida tranquila. Destrozada por lo ocurrido bajé mi mirada y salí del despacho después de despedirme. Él me siguió sin decir nada. Me encontré allí esperando a un guardaespaldas, contratado por Joseph. Nos acompañó hasta el coche y nos fuimos a casa. De nuevo a esa realidad en la que me sentía como un canario en una jaula y con personas falsas rodeandome, incluidos mis padres. El camino me pareció una eternidad, de no ser por las vistas, me hubiera dormido.

Joseph me abrió la puerta cuando llegamos y me ofreció su mano, la acepté pero no le miré a la cara. Lo que claramente le molestó. Me lo hizo entender en el ascensor, preguntándome todo el rato que me pasaba, que había echo y por qué me escapé. No le di el placer de escucharlo, decidí que lo mejor sería ignorarlo. Su rostro a pasado de furia absoluta a una cara de cachorro abandonado. Un berrinche que me pareció infantil y fuera de lugar. Era un hombre, no un niño pequeño. Y eso era lo que yo necesitaba, un hombre que me amase y me cuide.

No tenía ni la menor idea qué pasaba por su cabeza, pero si quería ganarse mi corazón de nuevo, debía cambiar. Madurar. Sólo así podría reconsiderar la opción de ser algo más. Por ahora ni se había disculpado. Toda la tarde se la pasó intentando llamar mi atención y lograr que al menos le diga un insulto, lo que sea. Pero no. No me immunaba a ninguna provocación de su parte. Enfoque toda mi atención en la pantalla del ordenador, donde se reproducía una serie a la que me estaba viciando. Llegada la noche Joseph entró en la habitación después de una ducha y se sentó en el borde de la cama, rozando mis pies.

- Mira. Lo siento. Fuí un completo idiota. Lo sé. Te presione demasiado. Sólo quiero decirte que si la boda se adelantó fue porque tenía miedo de perderte, de que te fueras... Una union así era mi única garantía de verte todos los días a mi lado. Y respecto a tus padres... Fué una idea desastrosa intentar que ustedes se reconcilien. Perdoname Senata.

Iba a abandonar la habitación. Agarró una sábana y una almohada para irse a dormir a ese incómodo sofá. Esa estúpida excusa, esa disculpa me la trague. No tenía idea de si fué la razón, sin embargo su voz quebrada y su temblor me llegaron al corazón. Parecía sincero, creí que me decía la verdad. Y lo paré. Lo abracé por detrás apoyando mi frente sobre su espalda. Se giró y me agarró de las mejillas para mirarme fijamente a los ojos. Por muy disparatado que suene, estaba llorando. Con mi dedo pulgar limpié sus lágrimas y lo besé. Fue un beso largo, pero no apasionado. Más bien lleno de sentimiento puro y recíproco de amor. De aquellos besos que salen en las películas de romance.

Aquella noche le invité a dormir conmigo y así fue. Se acostó con el miedo de tocarme o molestarme. Quieto como un tronco. Lo acaricie para darle a entender que ya todo estaba bien entre nosotros. Con ello logró tranquilizar su respiración y quedarse dormido. A su vez yo estaba pensando toda la noche en los propulsores de su actitud, en hayar las razones de por qué se comportaba de tal forma. Pero conocía tan poco de él, que fué todo un reto.

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