Capítulo 10

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El florecer de un sentimiento prohibido.

Perspectiva de Joseph:

Había bebido las últimas horas pero lo que estaba claro es que no era suficiente para apagar mis sentimientos. Esta vez ni siquiera la presencia de Ludmila me hizo desconectar el corazón. No lo entendía, como siquiera era posible que rechazase a la modelo Nikole Millan sin nada de esfuerzo, pero que a la vez no pudiese sacarme de la cabeza la sonrisa de Senata. Ella era alguien insignificante, sin clase, sin belleza...

Podría pasarme horas y horas nombrando los numerosos defectos que tiene. Sin embargo no podía negarme a mi mismo que por mucho que intentase descalificarla, ella tenía algo que no tenían las demás. Y precisamente eso me estaba volviendo loco. Mi regla era simple, sencilla, fácil de cumplir: no volver a confiar en ninguna mujer jamás. Me prometí no volver a sentir nada parecido a aquel vacío que me dejó Erika.

Por lo que iba a seguir mi plan a rajatabla. Tenía que conseguir que Sen me odiase, así al menos no pensaría en que tengo alguna oportunidad con ella. Controlar mi furia era cada vez más difícil. Cuando un hombre se reprime, es cuando aparece el diablo. Eso era lo que había hecho toda mi vida, intentar encajar en el molde que mis padres me diseñaron.

Todo este tiempo el rumbo de mi vida era fruto de la obligación, de fingir ser alguien que no soy. Como una vez me dijo mi padre: "en este mundo sólo un cabrón puede llevarse la fortuna." Y decidí escucharlo, creo que fue en la segunda ocasión en la que me había dado una paliza. Por mucho que me doliera admitirlo, entendía a "mi prometida", a mi tampoco me amaba nadie de verdad. Eso sí, sin contar a Rufus.

- Grave sabia muy bien que serías el único en no juzgarme, ¿verdad bonito? - dije acariciando el pelaje de mi pequeño perro. Oh bueno, no tan pequeño ya.

Rufus era mi primera mascota. Mis padres nunca me dejaron tener ni siquiera un pez, porque decían que un animal de compañía sólo me haría ver más blando. Y no pensaba tener un gato, por Dios, eso me haría ver todavía más como el típico villano de película. Compre al perro cuando acabé mi carrera universitaria, obviamente sin que mi familia se entere de este pequeño inconveniente.

Verlo corriendo torpemente alrededor mío me sacó la primera sonrisa sincera del día, no como aquella que le ofrecí a Senata justo antes de besar a una de mis prostitutas habituales. Le di algo de comida y reñi mentalmente a Grave al ver su aparente falta de apetito. De seguro ya le mimo con chuches de nuevo.

Me estaban llamando, antes de ver quien gozaba interrumpir mis pensamientos, miré la hora. Eran como las diez de la noche, de nuevo me había pasado todo el día lamentando la vida de mierda que tengo. Vamos, lo normal. Contesté tras unos breves segundos, se trataba de Elí, una diseñadora de mi empresa.

- ¿Si? - pregunté y me aclaré la garganta intentando que no note que estaba borracho.

- Tengo algo que te interesa. Se trata de tu querido accesorio de turno y mi amado Adley. - su tono de voz revelaba lo que era, una celosa compulsiva cuando se trataba de sus amoríos.

- Vamos, no tengo tiempo. Dilo sin ponerle tanto suspense. - esta vez me puse firme, quería dejarle bien claro que yo no estaba jugando.

- Ok. Esa sinvergüenza se está tomando unas copas de lo más tranquila con él en el club. Voy a ir para allá, te recomiendo hacer lo mismo. Se ve que no le basta con lo que tiene en casa, que va a por los que tienen dueña. - dejó escapar lo que podría identificar como un gruñido. - Bye, nos vemos allí.

Estaba cansado, pero no tenía más remedio que ir a buscarla. La necesitaba para mañana, íbamos a ir a la mansión a conversar con mis padres. Si no fuese por eso, la hubiera dejado con Adley por lo menos dos días más. Cuanta más distancia entre nosotros mejor.

Mi dueño y jefe © (+18)Where stories live. Discover now