Capítulo 20

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Vino con sabor a hierro. 

Perspectiva de Joseph.

Después de separarnos de las chicas, Charles y yo nos fuimos hasta el balcón, allí es donde tenían lugar las reuniones referentes al mundo de la moda. Esperaba encontrarme con los dos representantes de siempre, sin embargo me asombró ver seis caras nuevas y bueno, algunas no tan nuevas. Entre los presentes estaba Michael Hotland, el propietario de las tiendas más exitosas del país. Tener una de mis colecciones en un local suyo era dinero garantizado. Saludé a todos y me acerqué a él después de agarrar una de las copas de champán que me ofreció el chico del catering. Parecía estar de buen humor, un punto a mi favor, sin duda.

- ¡Hey, Bridget! Hace mucho que no nos vemos. - Dijo estrechandome la mano.

- Como olvidarlo, la última vez fue en la que rechazaste mi oferta... - comenté algo tenso.- ¿Has venido para retomar el acuerdo?

- Oh, venga, deja de recordar malos ratos. - comentó negando con la cabeza. - Y no, ya dejé muy claro la última vez que no tengo ningún interés en comprarte la colección de primavera.

Lo que me llama la atención es lo que ví en la semana de la moda. ¡Algo distinto, juvenil y fresco! Necesito tener esos vestidos en mi tienda. Dame un precio.

Apreté mi mandíbula, este tema me ponía incómodo. Senata fue muy generosa dándome sus bocetos, me salvó el culo, pero no creí que unos cuantos vestidos harían la diferencia. Se supone que esta empresa avanza gracias a mí y ya es la segunda vez que compro derechos de autor. Es vergonzoso. ¿Cuándo mi inspiración me ha dejado? Más me valía que Sen acepte mi proposición, de no ser así me iría a la ruina. ¿Se imaginan que sale a la luz que una simple criada me haya hecho el trabajo? Oh, no, no lo iba a permitir.

- Bien, no puedo decirte nada concreto hoy. Debo consultarlo con mis socios como entenderás. - contesté tras beber un poco de mi copa, el hizo lo mismo.

- Okey, no te presiono, pero no me dejes en ascuas durante mucho tiempo, tengo miles de contratos más a parte del tuyo. - como siempre, tan orgulloso que se veía ridículo.

Iba a darle mi tarjeta de presentación cuando derepente escuchamos el grito de una mujer. Fuimos a checkear que había ocurrido y nos topamos con una muchedumbre que se había reunido alrededor de algo. Estaban cerca de los baños y al mirar en esa dirección ví a Senata acariciando a Bettany mientras la otra lloraba aterrorizada. Por fin algo interesante en estas galas de pijos. Fui corriendo hasta ellas y Sen se lanzó a abrazarme con gran fuerza. Noté como estaba temblando y se veía muy pálida, su mirada estaba perdida.

- ¿Qué ocurre? ¿Qué es todo este jaleo? - pregunté sin entender a qué venía todo ese pánico.

- Un.. Un hombre...m...muerto. - le costaba pronunciar las palabras y apenas eran audibles. Las dos estaban en shock, con el rabillo del ojo ví que Charles y su mujer estaban como nosotros. Aunque Bett rompía en llanto.

En minutos ya teníamos a la policía rondando por ahí y echando a la gente. Le pregunté a uno de ellos que coño pasó y lo contó por encima. Resulta que mataron a un hombre cortándolo por el cuello. Una de las modelos presentes lo vió al salir del baño y fué el grito que escuchamos. No estaría tan acojonado si no supiera quien era el fallecido. Richard Schwarzdagen, uno de mis socios más cercanos. Mientras analizaba la situación, oí que me estaban llamando. Era Adley y venía con unos amigos más. Puso su mano derecha en mi hombro y con la mirada baja me entregó un sobre. El sello no podía ser de otro hijo de puta.

"Primera advertencia."

Leí en el papel granate que venía dentro. Benet Taylor era el nombre de esa bestia que estaba detrás de todo esto. Mi queridísimo primo. La noticia no me pillo desprevenido, llevo años conciente de que es un maldito asesino. Pero mi pasado me obliga a callar, tiene información suficiente para arruinar mi reputación. Quiere una cosa, algo que no le pienso regalar. La herencia de mi abuelo. El primero en la lista siempre fuí yo, era el favorito de la familia. La única condición para acceder a la fortuna era una esposa. Nada más ni nada menos. Senata era el blanco perfecto.

El amor era una basura y ya lo comprobé con Erika, la sigo amando pero sé que ella a mi no. Para qué molestarme en dar mi afecto cuando puedo tener una esposa sin todos esos cacaos de cabeza y discusiones innecesarias. Se casaría conmigo lo quiera o no, era mía. Sí, nos acostamos una vez, fue bonito, bla, bla, bla pero lo nuestro no tenía un futuro más allá de corrernos juntos. Ella lo sabía, estaba seguro. Se lo dejé muy claro desde un principio. Sólo de recordar lo que era follarme a una niña virgen me ponía duro. Tan ingenua, tan pulcra. Algo bueno para expandir mis prácticas sexuales. Pero nunca nos verían poniéndonos motes cariñosos o dándonos de comer uno al otro. De imaginarlo se me hacía un nudo en el estómago.

Llamé a mis contactos para expandir la seguridad. La mía y la de ella. A partir de ahora un guardaespaldas nos estaría vigilando de cerca, no quería arriesgarme después del numerito de hoy. Abandonamos el lugar como la resta de los invitados y nos fuimos a casa, los dos estabamos en completo silencio. Ella me dedicaba una mirada de vez en cuando, como queriendo algo que yo no lograba captar.

En casa se aferró a Rufus como si en vez de un animal de 30 kilos fuese un peluche. No entiendo por qué, pero era obvio que estaba distante conmigo. ¿Quería acaso llamar mi atención? Ni que fuera una niña pequeña. Iba a ver muertos, asaltos, desastres naturales y atracos a lo largo de su vida, era hora de que se acostumbre a enfrentarse a ello sin lloriquear.

Desde que tenía nueve años llevo viendo a tios drogadictos, maltratadores y narcotraficantes. Cuando naces en una familia poderosa y con pasta, no puedes huir de la mierda que eso comporta. Debes aprender por las malas a dejar de lado tus sentimientos, tus emociones y saber construir un muro que te separe de la realidad si es necesario. No sea cruel, era justo con Senata. Su vida ya era de rosas. No tenía responsabilidades, facturas que pagar y los obsequios le caían del cielo. Lo mínimo era acostumrarse a la parte oscura de este estilo de vida.

Como sea, me acosté después de darme una buena y larga ducha. El agua caliente relajó mis músculos, los tenía más tensos que una piedra. Agarré mi celular y abrí el calendario. Mañana empezarían los preparativos para la boda. No podía dejar pasar más tiempo, el límite que mi abuelo me dió estaba cada vez más cerca. Y si no quería ver a Benet bañandose en billetes, debía darle un jakemate antes de que él me lo haga a mí. Las cartas estaban puestas sobre la mesa, tenía que jugarlas bien. No me importa cuantas cabezas tenga que pisar de por medio, lo que hacía a un hombre era el cheque que podía ofrecer. Y yo estaba muy cerca de los números más altos de Viscons, justo cómo había soñado toda mi vida.

* * *

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Mi dueño y jefe © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora