Parte 165

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Tras lo que solo pudo ser descrito como "una batalla de dioses", un grupo de valientes intento acercarse a la muralla. No lo habían hecho de mala fe. Aquellos que intentaron entrar a la ciudad, lo hicieron con la intensión de ayudar a los supervivientes, o rematar la nigromante si este seguía en pie.

Morir no les importaba. Tampoco la gloria. Solo querían ayudar a los héroes que libraron tan intenso combate.

Pero en aquel momento en el que esos valientes se acercaron a la ciudad, una nueva llamarada, más débil que las anteriores los alejo. Por todas las entradas seguía saliendo fuego. Era como si el combate hubiera llegado a su último   etapa, y los combatientes estuvieran usando las pocas gotas que les quedaban de Mana.

Los soldados se imaginaban, heridos y exhaustos a los hechiceros y el monje arrojando llamaradas, mientras el guerrero negro y el asesino del desierto contenían a las creaturas infernales del nigromante.

La hermosa clérigo juntando sus manos y dando sus últimas fuerzas para apoyar al grupo, mientras que su compañera, la dama de anteojos, contenía los hechizos del nigromante y sus bestias usando su cuerpo, habiendo estado ya su escudo roto.

¿Qué clase de batalla se estaba librando? ¿En qué condiciones estaban los combatientes? ¿Quién sobreviviría?

Y cuando el fuego se detuvo... cuando el domo negro que cubría a la ciudad fue roto, la pregunta que se formó en aquel silencio fue ¿Quién saldría de la ciudad victorioso?

Los pobladores deseaban que los dos grupos salieran intactos. Durante el espectáculo, desapareció ese odio que sentían por el grupo que no hizo más que tomar un simple pueblo, pero que hoy arriesgo la vida por ellos.

Los soldados deseaban que únicamente los aventureros emergieran del fuego. Temerosos de tener que librar una guerra contra los conquistadores de Carne.

Durante el silencio posterior a la batalla. En ese momento, en el que por miedo a una última llamarada, nadie intento entrar por las puertas. Los grupos se compartían sus inseguridades, se planteaban sus dudas, y esperaban expectantes una respuesta.
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-¿Sería demasiado estúpido sugerir enviar tropas a investigar?- dijo con una sonrisa el segundo príncipe Zanac.

-Si está haciendo esa sugerencia de manera seria, príncipe, me temo que deberé pedirle no participar en las negociaciones que vienen- le respondió katrias, el estratega.

El príncipe sabía la razón de ese comentario. Pues sin importar cuantas vueltas le diese, o que razones diera para justificar su acción, la verdad era que...

El nacimiento del nigromante había sido culpa de Zanac, quien con el fin de robarse la gloria, y rematar al nigromante, el entro con todo su ejército... y aunque esa pareciera ser la realidad, no era más que una mentira.

Zanac no entro para robarse la gloria de la batalla, aunque si era sincero, eso le hubiese sido conveniente.

La razón por la que Zanac había entrado con su ejército, era por el miedo a que el reino santo, los aliados en esta batalla, murieran.

Después de escuchar opiniones, Zanac llego a la conclusión de que en ese grupo estaban Remedios Custodios, la hermana de Kelart Custodios. Una guerra que no solo era la más grande paladín de su reino, y portadora de un tesoro sagrado, sino que además era una marquesa, y amiga cercana de la reina santa Calca. Que alguien así muriera sin que se hubiese dado pelea para salvarla, era malo... muy malo.

Pero peor hubiese sido que muriera el arquero, a quienes muchos reconocieron como Pavel Baraka, el aclamado color negro, y quien se decía, era el mejor tirador del mundo. Pues diferente a Remedios, Pavel no tenía una importancia puramente política, sino además militar.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Donde viven las historias. Descúbrelo ahora