Parte 36

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Una anciana viajaba sobre su carreta a toda velocidad. Dos caballos de guerra que había comprado recientemente alaban de la carreta con gran fuerza  a través del angosto camino que llevaría a la mujer a la capital imperial.

Lizzie Bareare corría por el camino de la traición hacia los brazos de un viejo amigo para cumplir con el más grande anhelo de su nieto.

Mientras avanzaba rápidamente por el camino de terracería, Lizzie recordaba el rostro de su nieto; estaba lleno de desesperación, y de pronto, el tranquilo chico que no le había pedido nada en toda su vida, le suplico que lo ayudase a rescatar a la amiga que tenía en aquel pueblo.

Lizzie pudo haber considerado aquel acto como no más que un berrinche infantil, algo nacido del momento. La acción de un jovencito que aún no sabía lo que era lo que realmente quería y se había encaprichado con la chica que habría sido su primer amor. Dicho eso, Lizzie tenía la suficiente autoridad y poder para meter a su nieto en una celda para que no cometiese una estupidez que podría ser considerada por el reino como una traición. Lizzie realmente debió encerrar a su nieto para no verlo colgado por ir a ayudar a una mujer que ahora estaba considerada como parte de una rebelión.

Pero en los ojos de su nieto, la mujer no pudo encontrar mas que preocupación sincera, y aquella anciana revelo en ese momento su verdadera naturaleza...

"Si ese chico fuese sincero desde el principio... hace mucho que hubiera comprado a la chica para hacerla su esposa... ¿Cuándo demonios me volví una abuela tan consentidora? Jaja" se decía así misma la gran herbolaria mientras avanzaba decidida para cobrar un favor que un viejo amigo le debía.

Hacía ya muchos años, Paradyne había visitado a la gran herbolaria para obtener conocimientos que ella y solo ella tenía, conocimientos tales como esa legendaria poción que estaba hecha con la sangre de los dioses, y algunos otros conocimientos que solo los Bareare poseían.

Y no hace mucho tiempo, cuando el emperador de sangre subió al trono, a ella se le había ofrecido un buen puesto en la corte imperial como la alquimista de la corte, un puesto donde la anciana tendría todos los materiales que quisiera y una vida pacifica para ella y lo que quedaba de su familia.

Pero a Lizzie le complacía mas ver a los aventureros subir de rango y volver a su tienda cada día más fuertes y más ricos pidiendo una mejora. Le encantaba oír las historias en las que una sola de sus pociones había salvado a todo un equipo

Esa era la razón por la que se había mantenido con su tienda en E-rantel y no busco nada más haya de eso, pues su vida era feliz, plena y satisfactoria.

Más ahora que su nieto estaba cometiendo lo que bien podría ser considerado una traición, ella viajaba para conseguir el resguardo del imperio y de su viejo amigo. Confiada en que sus habilidades eran suficientes para ganarle una buena posición en la corte que asegurara la seguridad de su nieto y los miembros del pueblo que el chico fue a salvar.

Segura de que tras su muerte, su nieto conseguiría una buena posición como consejero de Paradyne debido a su inusual talento para usar cualquier artefacto mágico que cayera en sus manos, una habilidad tan extraña y útil que jamás sería enviado al campo de batalla y podría tener una vida llena de paz y prosperidad.

Lizzie se movía para devolverle a su nieto un poco de la felicidad que este había llevado a su vida, pero antes de que la mujer pudiese llegar un poco más lejos...

Los caballos chillaron y frenaron en seco, como resultado, la anciana salio volando y observo como se precipitaba hacia el suelo.

No podía ser cierto... Lizzie era consciente de que si caía de mala manera morirá en el impacto y no quedaría ningún contacto para que su nieto pudiese entrar al imperio, así que rezando por tener suerte la mujer cubrió su cabeza y se preparó para la caída...

Pero esta no llego.

Lizzie solo pudo sentir un extraño calor y un inusual suavidad. La pequeña mujer aparto las manos que cubrían su cabeza y al hacerlo pudo ver como una hermosa doncella de cabello rojo y piel morena la sostenía en brazos.

-Que linda...- pensó Lizzie.
La vista de aquella preciosa mujer hizo pensar a la anciana que había muerto y quien la tenía ahora en brazos era un ángel que le daba la bienvenida al cielo... pero pronto el sonido de los caballos chillando y huyendo le revelo que esto no era cierto.

-¿Usted es Lizzie Bareare?- pregunto la doncella y la anciana solo pudo mover la cabeza para responder "Si". Una enorme sonrisa se formó en el rostro de la mujer. -¡Que suerte!-

Tras esas palabras Lizzi vio como las nubes se veían cada vez más cerca... ¿Pero cómo?

La anciana miro hacia el suelo queriendo confirmar si su miedo era cierto...

¡ERA VERDAD!

La hermosa doncella estaba volando, con Lizzie en brazos.

-¡¿Pero qué?! ¿Magia de vuelo?- Lizzie se consterno y de inmediato miro el rostro de la doncella... no parecía tener más de 18 años, parecía ser uy joven ¿Cómo había dominado un hechizo tan complicado a tan corta edad? Y aun mas ¿Cómo era capaz de usar sin recitar el hechizo?. –Tu... ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres?!- pregunto temerosa Lizzie, esperando que esta no se tratase de una caza recompensar enviada por el reino o algo peor.

-¡Lupus Regina Beta!- dijo alegremente la doncella mientras una gran sonrisa se formaba en su rostro. –En cuando a lo que quiero...- la mujer hizo una pausa y Lizzie creyó sentir un poco de hostilidad en su sonrisa. -¡Quiero llevarla con su nieto!- dijo alegre mientras esa hostilidad se desvanecía como si no existiera...

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Nota del autor: a partir de aquí es más un adelanto que otra cosa pues esta parte la estuve escribiendo pero me pareció demasiado buena por lo que me tomare mi tiempo para escribirla apropiadamente. Espero disculpen el capítulo tan corto de esta ocasión.
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Al interior de una catacumba oscura dentro del cementerio de E-rantel, un hombre vestido con una larga túnica carmesí miraba molesto un informe traído para él.

-¡Porque tenía que pasar esto justo ahora!- grito el hombre de piel pálida y apariencia fantasmagórica mientras golpeaba la mesa que tenía enfrente.

-¿Ah? ¿Estas molesto? Pensé que esto te haría muy feliz, Khajjit-san- le dijo la mujer que le había traído la información.

La mujer llevaba una larga túnica negra que cubría casi todo su cuerpo y solo dejaba visible su rostro redondo con una sonrisa podrida dibujada en él, y su cabello rubio hasta los hombros.

La mujer sonreía complacida al ver la furia del anciano.

El anciano odiaba ser llamado por ese nombre, pero su desagrado por esta noticia lo hizo ignorar a esa molesta mujer por esta vez.

Overlord: Trinidad Caps 1-170Where stories live. Discover now