49. Sorprendente II

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Después de eso, abandonó la estancia con el equipo técnico pisándole los talones. Los vestidores quedaron en un silencio sepulcral durante un momento, como si en lugar de un discurso de felicitación, nos hubieran metido una bronca. Quizá era porque nunca vimos a Troncha Toro tan feliz. Ese silencio sólo duró cinco segundos pero fueron suficientes para pensar, con cierto rubor en la cara, que acababa de regañarme —y humillarme según mi orgullo me dictaba— frente a todas mis compañeras. Después, hubo un subidón: todas comenzaron a gritar exultantes y aplaudir y abrazarse, yo incluida.

—Jenna, nos salvaste —me dijo firmemente Amelia, con una mano en mi hombro—. Nadie podía quitarle el balón a esa estúpida asiática.

—Coreana.

—Como sea. Tú se lo quitaste tres veces, ¡tres! ¡Seguidas! Fue estupendo. Nos sacaste del empate y nos adelantaste cinco puntos.

—No fui yo —le sonreí—. ¿No oíste a Howits? Fuimos todas.

—No te hagas la modesta, se nota a leguas que no te queda —escuché a Kate detrás de mí.

Y volvíamos a ser enemigas. ¿No se cansaba? Yo estaba harta, que se consiguiera novio de una vez y dejara al mío en paz, joder. Detuve el impulso de poner los ojos en blanco.

—Déjala en paz, ¿sí? —pidió Amelia—. Al menos por esta noche.

—Y la última —añadí, abriendo mi casillero—. Ya no formaré parte de este equipo, me voy.

—¿Qué? —se interesó Owen Smith, la chica que me había sustituido—. ¿Te vas? ¿Por qué?

Les sonreí a Amelia y a Owen, Kate seguía a mis espaldas.

—El último semestre se lo dedicaré a los estudios.

—Y a Seth —habló Kate—. Porque eso es lo que harás, ¿verdad? Oh, pero si se ven tan lindos juntos. Es una lástima. Le pedí a Seth que fuera a una fiesta conmigo esta noche y dijo que sí. No te molesta, ¿verdad? Espero que no porque ya escogí el vestido y el maquillaje. A Andy le gustará —soltó una risita más que fingida.

Exhalé, cargándome de paciencia. Era una estúpida, tenía el ego tan grande como sus tetas.

Cerré mi casillero casi de golpe, desquitándome con él, ya con mis cosas en la mano.

—Kate —dijo Owen con una sonrisita en la comisura—, no eres la única que vuela con el novio de Jenna, pero ya está ganado, ¿vale? Será mejor que lo superes.

—Además, está loquito por Jenna, ¿verdad que sí? —me preguntó Amelia, alzando las cejas con parsimonia en un aire coqueto que me arrancó una sonrisa.

—Déjate de inventar cosas, Katenka, se nota a leguas que no te queda —le dije aún con la sonrisa, girándome hacia ella, pegándole con sus mismas palabras. La pasé de largo y caminé hasta los baños, donde me metí bajo el chorro de agua caliente que relajó y adormeció mis músculos.

No podía quitarme el rostro desaprobatorio de Seth, sabía que le debía una disculpa. Howits había tenido razón, había sido una estupidez.

Pero funcionó, ¿no? El fin justifica los medios.

Aún quedaba resolver por qué recuperábamos la salud o la buena condición física cuando cambiábamos, eso antes no sucedía.

Antes de darme cuenta, ya llevaba más tiempo del debido dentro de la ducha, y en el exterior del cubículo yacía silencioso, señal de que todas las chicas ya habían terminado.

—¿Jenna? —escuché una voz familiar.

—¿Mel? —pregunté al aire, alzando la cabeza hacia la puerta de mi cubículo, aunque no pudiera ver a nadie y nadie pudiera verme.

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