35. Veinticuatro horas

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Seth y yo decidimos hacer un experimento. La idea había sido mía pero él no se había negado. Sonrió, cerró los ojos y negó lentamente con la cabeza con aire divertido.

–¿De dónde sacaste eso? –me preguntó.

–El sábado, mientras estaba aburrida -reí. 

No teniamos exámenes aproximándose y el evento especial más cercano era Halloween, el cual yo no celebraba. Por lo tanto, sin pendientes importantes, hicimos el experimento. 

Pusimos a Gabriel al tanto para que no se alarmara, y aunque nos vio como si hubiéramos perdido la cabeza, la idea le pareció divertida. 

Así, pues, iniciamos nuestro experimento. 

En la biblioteca cambiamos de cuerpo. Dijimos que iríamos a estudiar para despistar a los chicos, pero apenas llegamos, buscamos la parte trasera de un librero que quedase oculto a la vista de la bibliotecaria, la cual yo dudaba que llegara a una hora tan temprana como esa. Encajé mis labios en los suyos y el experimento comenzó. 

Reto: sobrevivir 24 horas en la vida del otro. Y el tiempo corría ya.

–¿Estás segura de esto? –me preguntó mientras salíamos de la biblioteca.

–Será divertido. Siempre me dio curiosidad ser un chico –me encogí de hombros. 

–Pero yo no soy cualquier chico –capté su tono juguetón y le lancé una mirada traviesa. Por supuesto que él no era cualquier chico. Era mi novio.

–Mejor aún –contesté.

Sonó la campana de la primera hora y nos despedimos con una mirada de buena suerte; se fue por su lado del pasillo y yo por el mío (en realidad, yo me fui por el de él y el por el mío, ya entienden).

Enseguida me acostumbré a la vista en el cuerpo de Seth, a su ligero cuerpo y a la tela del pantalón en mis piernas. Seguramente a Seth le costaba acostumbrarse a las piernas descubiertas de la falda, reprimí una risita. 

Seth compartía clase con Jamie y Lily, pero al  llegar no vi a ninguno de los dos. Fui de las primeras en llegar, tomé asiento y miré por la ventana  a los árboles moverse con la brusquedad del aire. Estaba nublado y parecía como si fuese a llover. Desde hacía unos días que no dejaba de llover, incluso una tormenta eléctrica había tomado lugar el fin de semana, tan fuerte y energética que se había ido la luz en mi vecindario. 

Más de la mitad de los alumnos llegaron segundos antes que el profesor, entre ellos Jamie y Lily, quienes platicaban vivamente e ignoraban todo a su alrededor. 

En el pasado hubo una ocasión en la que me hice pasar por Seth, el día del accidente, cuando todo esto de los cambios había comenzado. Pero en ese entonces ni él ni yo estábamos preparados para semejante situación y todos nuestros actos habían sido torpes y poco cuidadosos. Ahora todo era diferente. Ahora yo conocía bien la vida de Seth, lo conocía más a él y estaba familiarizada con mover sus manos, sus piernas, abrir sus labios en un movimiento propio; y tener estos labios y poder tocarlos cuando yo quisiera era una maldita bendición. 

El acuerdo había sido de 24 horas exactamente, no volveríamos a cambiar sino hasta el próximo día, a la misma hora, en el mismo lugar.

Lily se sentó detrás de mí y Jamie en la primera fila, un asiento delante de mí. 

–Creí que tú y Jenna habían ido a estudiar –me dijo Lily en un susurro, cuando el profesor comenzó a hablar.

-Sólo fuimos por unos libros prestados a la biblioteca -le contesté de la misma manera. Levantó una ceja. No me creyó y no esperaba que lo hiciera. La bibliotecaria no acostumbraba a llegar temprano y la biblioteca permanecía sin vigilancia las dos primeras horas de clase hasta que ella llegaba. Nunca la cerraban porque, además de que la cerradura estaba vieja y era tardada de abrir, los alumnos del instituto Walton son lo suficientemente maduros y conscientes de que no deben entrar a la biblioteca antes de la primera hora. 

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