48. Sorprendente I

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Antes que nada, ¡feliz Navidad y Año Nuevo! Al fin les traigo su regalito, que será de Reyes. 

Al lugar al que me fui de vacaciones no había internet, por lo que me la pasé escribiendo este capítulo que tantas ganas tenía ya de escribir. Al regresar a mi ciudad nos recibieron unos inconvenientes poco convenientes de los que me costó recuperarme. En cuanto me recuperé del shock seguí escribiendo y no quería subir el regalo si no terminaba todo de una vez, y me llevó más tiempo del que tenía pensado. ¡Lamento la demora! (como siempre, coff coff) Este capítulo soltarlo todo en palabras fue extraño pero relajante ya que tenía mucho tiempo en mi cabeza. ¡Y eh aquí! 

Sin más, Feliz Día de Reyes, disfruten la lectura, pandas.

***

Los exámenes aspiraron la tranquilidad de la semana siguiente como dementores succionando las almas de los pobres estudiantes. La peor parte era que, terminando éstos, vendría una semana de descanso antes de comenzar los que definirían la vida escolar definitivamente: los semestrales. Con el puro nombre, la leche se corta y el cielo se torna negro y llueve como si El Diluvio se fuera a repetir, y no eran gotas caídas del cielo, sino de los ojos desesperados y frustrados de los estudiantes.

El cataclismo estudiantil.

—No sé si llorar porque me fue mal, o de alivio porque ya acabó —había exclamado Lily, estirándose cual gato mientras salíamos del colegio después del último examen.

—Yo lloraré porque el campeonato es el martes —gemí, agachando la cabeza con fingido dolor.

—Les irá bien —me animó Jamie, dándome una palmada en la cabeza—. Son muy veloces y todas están enormes.

—Yo las veo normales —masculló Liz con aire distraído, inclinando la cabeza hacia Jamie mientras cruzábamos la puerta principal de Walton.

—Están enormes, punto —insistió Jamie.

—Todo saldrá bien —me sonrió Seth, a mi lado, apretando mi mano—. Yo estaré ahí y seré su amuleto de la suerte.

—No me hagas vomitar, McFare —escuchamos detrás de nosotros y nos giramos a Greg, quien se acercó a nosotros y pasó de largo sin antes guiñarme un ojo—. Iré a verte, buena suerte.

—Gracias —le dije antes de que se alejara a zancadas, alcanzando a una bola de chicos y chicas que parecían esperarlo.

—Yo que tú, Seth —dijo Jamie, posicionándose entre nosotros—, le rompo la jeta.

—Me ignoró por completo —se indignó Liz, sin dar crédito.

—Tal vez no te vio —sugirió Lily, alzando los hombros, concentrada en acabarse una barra de cereal que acaba de descubrir en el bolsillo de su abrigo.

—Me verá ahora —gruñó mientras echaba casi a correr, con ese inconsciente paso suyo que llamaba tanto la atención (paso–cadera–paso–cadera) hasta alcanzar a Greg y llamarlo a gritos por su nombre.

Todos nos quedamos a la espera de lo que sucedería después, como si todos lo supiéramos y al mismo tiempo no, y nos quedamos expectantes al resultado. Liz tiró, no sin cierta violencia, del hombro de Greg, interrumpiendo la viva charla que le daba a sus amigos, y lo puso frente a ella para jalarlo del cuello y plantarle un beso en los labios que lo tomó totalmente desprevenido.

Creí escuchar la barra de cereal caer sobre el cemento.

Lily se apresuró a quedar a la par de los dos y acompañar la apresurada caminata de Liz hacia el exterior de los límites de Walton, después de que ésta se separase de un beso húmedo que dejó a Greg plantado con los ojos bien abiertos y a sus amigos vociferando bullas y risas con respecto a su cara.

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