45. Por verlo

73.4K 4.7K 1K
                                    

—No me hagas cosquillas —pedí, deteniendo sus manos.

—¿Por qué no? —preguntó Jamie, alejándose de mí.

—¡Me duele el abdomen y me duele reír! ¡La entrenadora Howits me odia!

Jamie rió en respuesta, acercándose de nuevo.

—Tal vez deberías tomarte un descanso de básquet por unos días.

—¿Y perderme los regionales? ¡Estás loco!

—Unos días tirada como iguana no te harán mal.

—Howits no me permitiría holgazanear, y menos antes de los regionales. No quiere que perdamos “forma” —hice una voz boba, señalando las comillas con los dedos.

—Entonces tendrás que perdonarme —exclamó, antes de abalanzarse sobre mí y mover los dedos hasta estallar en unas ruidosas carcajadas que obligaron a todos los presentes girarse hacia nosotros.

Un mes y  medio, quizá un poco más, había pasado desde que les revelara mi secreto a mis amigos. Las cosas no habían cambiado mucho pese a eso, todo seguía casi igual que antes. La única diferencia era que las preguntas sobre los cambios eran más constantes, llegaban a producirse en la fresquera de lugares públicos y provenían de quien fuese, incluso de Melisa, que con el tiempo se abrió libremente a ese tema y lo tocaba con la misma delicadeza que Lily. Es decir, no se lo pensaban dos veces antes de abrir la boca.

Las primeras semanas Jamie y Liz aún estaban un poco receptivos a aceptar la noticia, pero siendo ésta tan repetitiva como tema a la hora del almuerzo, terminaron por aceptarlo y sacar preguntas que tal vez tenían tiempo formulando en lo más recóndito de sus mentes.

Al final, compartir ese secreto nos unió más que nunca, no sólo física sino emocionalmente. Incluso Jamie volvió a ser el mismo de siempre, con Seth de por medio, parecía haberlo superado.

Aunque tenía mucho tiempo sin tocar el tema de Louis con Jamie, él parecía –no alguien nuevo, puesto que volvió a ser el viejo Jamie– haber vuelto a nacer. Lucía más radiante, comenzaba a cuidar su físico nuevamente y con físico me refiero a su salud. Sus mejillas tenían más color, sus brazos más volumen y sus sonrisas eran cada vez más sinceras y cálidas.

Un buen día me armé de valor y le pregunté rápidamente antes de arrepentirme.

—Jamie, ¿te estás viendo con alguien?

Sonriendo y apartando la mirada de su celular, se giró a mí.

—¿Cómo dices?

—Que si te estás viendo con alguien.

—No…., no —pero su cara parecía decir todo lo contrario, con los ojos perdidos en algún punto detrás de mí.

—¿Jamie? —agité una mano frente a su cara.

—¿Eh? ¿Qué? —meneó la cabeza y se le borró la sonrisa, antes de enfocarse en mi—. Perdona, ¿qué decías?

Suspiré, sonriendo y conociendo ya la respuesta a mi interrogativa.

—Te estoy preguntando que si hay alguien con quien te estás viendo. ¡No has sacado la nariz de la pantalla! ¡Me siento ignorada!

Estábamos sentados en una de las jardineras en el patio trasero del colegio, mientras que los demás habían ido a comprar algo, aproveché para quedarme a solas con Jamie.

—Para serte sincero… sí —me sonrió tímidamente.

—¿Cómo se llama? ¿Estudia? ¿En dónde? Dame detalles, hombre.

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora