43. No más un secreto

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Una nueva actualización (tarde, lo sé) a cinco días de mi cumpleaños -3- 

Quiero agradecer todos sus comentarios y votos y apoyo, y pos todo, de verdad muchas gracias, honto ni arigatou gosaimasu, thank you very mucho, vraiment merci beaucup, veramente grazie mille, vere gratias ipsum (latín). Siento mucho actualizar tan tarde, costumbre que pienso deshacer. Y nada, disfruten la lectureishon:)

Más cómoda de lo que jamás me sentí en posiblemente toda mi vida, me revolví debajo de las sábanas hasta encontrar puntos calentitos para encogerme y acurrucarme, pegando las manos cerca de la cara. Mis cabellos se derramaban como los brazos de un pulpo sobre la almohada, donde apoyé mi mejilla. Miré la ventana a unos metros de mí, cuyas naranjas cortinas posaban amarradas a los lados. Poco faltaba para que el sol cayera por completo, los pocos rayos que parecían luchar con la esperanza de durar un poco más, se difuminaron con la oscuridad de la noche lentamente, en un suave arrullo de estrellas. La habitación estaba fundida en la oscuridad, y la luna recortaba nuestras siluetas apenas visibles. A lo lejos, cantaban los grillos, interrumpidos de vez en cuando por el gruñido del motor de un auto al pasar.

Cerré los ojos para deleitarme con la frescura que la velada ofrecía.

—Lo siento —murmuré a Seth, a mis espaldas.

Él me cubrió con la sábana hasta los hombros desnudos y pasó un brazo por mi pecho para pegarme a él.

—No tienes por qué disculparte. No es tu culpa —me respondió.

Resultaba poco creíble creer que tuve mi primera vez sin un solo beso en la boca, al menos no hasta el final, donde ambos, tratando de disimular la decepción, nos dimos cuenta que la primera teoría de Gabriel no había funcionado. Pese a eso, la cosa no estuvo tan mal. Quizá no era como en las películas, todo color rosa y el ambiente perfecto. Hubo varios momentos donde nos reíamos de nuestra inexperiencia, sin embargo, nos tomamos el tiempo necesario y fuimos lento, de manera que no fue tan espantoso como al principio me imaginé.

—¿Estás bien? —me preguntó, apartando el cabello que me caía por la cara. Pegó su torso desnudo a mi espalda y sentí su respiración en mi oído.

—Sí, estoy bien —respondí, sin abrir los ojos.

—¿Estás segura? ¿Cómo está tu cuerpo? ¿Te duele algo? —besó mi hombro.

—Sólo estoy un poco cansada. Tranquilo —alcé una mano y acaricié su mejilla.

En realidad sí que me dolía el cuerpo. Me ardían los gemelos, los muslos y los ante brazos, sin mencionar las caderas.

Me dispuse a caer en los brazos de Morfeo –y los de Seth–, disfrutando de su contacto, sabiendo que si dormía en ese momento, dormiría como nunca, pero algo me hizo abrir los ojos de golpe y casi incorporarme.

—¿Qué horas son? —le pregunté, alarmada.

—Son las ocho —me respondió.

—¡Las ocho! ¡Seth, tu papá…! ¡Ay! —exclamé cuando quise levantarme y las piernas me fallaron, regresándome a la cama. Al recordar que estaba totalmente desnuda, tiré de la sábana para taparme el pecho.

—Le mandé un mensaje, le dije que salimos y que no me esperara despierto. Está bien, así que duerme.

Tomándome por la cintura, Seth me condujo nuevamente hacia él.

—Me dijiste que no te dolía nada, señorita mentirosa.

—Sólo cuando me pongo de pie —insistí.

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