29. No era un sueño

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Hizo bien en no prometer nada. 

Los días pasaron y no volvía, y yo miraba la flor de cristal más tiempo del debido. Sentía que necesitaba verla, como si fuera a desaparecer si le quitaba los ojos de encima solo un segundo.

No le conté a nadie sobre ella, absolutamente a nadie. Tyler entraba a mi cuarto y la veía pero tenía un pepino de idea de lo que significaba, no sabía que eso era lo que había estado dentro de la caja que me dio aquella mañana. Sentía que tal vez estaba siendo egoísta al no decirle a ninguna de mis amigas, o a Jamie, pero simplemente no podía, quería que solo me perteneciera a mí y que nadie más se la comiera con los ojos como lo hacía yo. ¿Y si la rompían? ¿Y si se la querían llevar?

Ni pensarlo. Esa flor de cristal era mía.

Guardé el mensaje con la letra de Seth en un cajón. Para ti, decía. Y como no decía que era para nadie más, seguí las palabras al pie de la letra y no le mostré la flor a nadie más. 

A diario checaba sus redes sociales, pero Seth nunca fue de actualizar todo lo que pensaba o hacía. Aunque sí subía fotos, pero nunca eran de él o lo que hacía en ese momento o con quién o donde estaba.

Maldita sea, a veces deseaba que fuera un chico aburrido que publica todo cuanto le venga en gana.

El primer día de clases, tampoco lo vi. Pero me topé con una gran sorpresa, parecía que estaríamos en el mismo salón. Claro que ver una silla vacía en el asiento de hasta atrás no era reconfortante pero al menos sabía que pronto alguien estaría sentado ahí, y ese alguien sería Seth. Debí haber visto la lista de los salones, debí haber buscado el nombre de Seth, pero eran los maestros los que nos indicaban en qué salón estaríamos. Pero esa silla me daba la certeza de que ahí estaría el bonito trasero de McFare.

Esta vez, Louis estaba también en la misma aula que yo. Jamie, Gabriel, Liz, Lily y Melisa habían sido acomodados en otros dos y Fatima, para mi disgusto, se sentó a un lado de mí. Me saludó felizmente y no le regresé el saludo. Pero fue más por estar preguntándome por Seth que por no ponerle atención. 

Me fijé que ya no usaba lentes, y el cabello le caía libremente por atrás. Ahora estábamos al revés, yo era la de la cola de caballo. 

Le pregunté a Louis si sabía algo sobre Seth, una llamada, un mensaje, pero nada.

-Sé tanto como tú -dijo mientras se encogía de hombros y le gritaban los del club de natación para que fuera con ellos. Se despidió con un gesto de la mano y se fue corriendo tras ellos. 

Jamie y Louis ahora salían, no tenían mucho, apenas una semana. Todo se había complicado cuando llegó la noticia del fallecimiento de la señora Elizabeth, cuando habían estado "reconciliándose" (o algo así) en la terraza de la casa de playa. Ahora que los dos estaban más o menos recuperados de tanta conmoción, tuvieron el valor de salir. Pero últimamente había tensión ante las palabras: díselo a tus padres.

Tanto los de Jamie como los de Louis. Los dos estaban nerviosos, y tenían miedo, podía notarlo, pero sabían que si querían avanzar, debían dar ese paso. 

Estaba feliz por ellos, de veras. Muy feliz. Tanto que cuando llegó Jamie a abrazarme y darme vueltas en el aire, yo estaba un poco ocupada revisando los mensajes en mi celular. Intenté despejarme y quitarme a Seth de la cabeza para felicitarlo y darle mi apoyo y quitarle la bolsita de gomitas que había sacado de mi bolsillo al levantarme en el aire.

Mientras observaba, junto a un dormido Jamie tirado a mi lado, sentada en el suelo a unos metros de la piscina, a Louis nadando un poco y desaciéndose de todo ese estrés que había acumulado, pensé en qué estaría haciendo Seth, si estaría pensando en mí (oh, por supuesto que lo hacía), qué tal le estaba yendo, cuándo planeaba volver. ¿Por qué no mandaba signos de vida?

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