36. Lazos rotos

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—Tony… —mascullé y negué con la cabeza, sintiéndome de pronto intrusa en el cuerpo de Seth.Louis me sonrió con tristeza, se puso de pie, mirando mi atónito rostro. Mi cabeza se puso a trabajar a mil por hora.

—Pero no es por eso por lo que estoy aquí—susurró, más despejado —. Vengo a pedirte un favor.

—¿Un favor? —Asintió —. ¿Qué favor?        

—Sé que no es conveniente, no quiero incomodarte—. Me miró intensamente con esos ojos verdes que siempre me hicieron temblar. Si esperó a que yo dijera algo, no lo hizo notar y continuó —. Pero, ¿puedo quedarme a dormir hoy?

—¿Qué?

—Jamie no deja de querer contactar conmigo. Si sigo ignorando sus llamadas, irá a mi casa a buscarme, y no estoy listo para verle. Les he avisado a mis padres que pasaría la noche contigo— añadió.

Comprendí que no podía darle ninguna negativa, él ya había decidido que se quedaría y sabía de antemano que yo (en realidad, Seth) le dejaría, independientemente. Asentí y justo entonces mi móvil vibró en mi mano. No supe si sentirme incómoda o aliviada, pero contesté sintiendo un poco de ambas.

—¿Qué pasa, Gabriel? —le pregunté al móvil.

—¿Estás ocupado? Ah… No recordaba que eres Jenna. Bueno, de cualquier manera, da igual. ¿Estás ocupada?

—Sí… algo, ¿qué sucede?

—Tengo que decirte algo, es urgente.

 —¿Qué, qué pasa? —me alarmé.

 —No puedo decírtelo por aquí. Te diré mañana a primera hora, cuando cambien de cuerpo. En la biblioteca. Lleguen temprano, por favor.

—Vale, vale, pero no hables así, que me asustas.

—Ya —soltó una risa que fue más bien un suspiro nervioso —. Pero en verdad es urgente.

—¿Es malo?

—No, qué va —rió. —Sólo lleguen temprano, ¿de acuerdo?

—Sí, sí.

—Más les vale, adiós.

Colgó sin que me diera tiempo para decir nada. Con un suspiró, bloqueé la pantalla del móvil y enfoqué mi vista en Louis, mirándome con la misma intensidad de hacía un rato.

—¿Era Gabriel? —preguntó sin una pisca de interés en su voz.

—Sí.

Hubo un incómodo silencio que se instaló entre los dos.

—¿Quieres…? —comencé con inseguridad. Louis levantó la mirada, abstraído. Cambié mi pregunta —. ¿Necesitas algo? 

Sonrió con tristeza y volvió a bajar la mirada hacia sus vacías manos.

—Así estoy bien, gracias.

Busqué en los cajones hasta dar con un pijama y se lo dejé en la cama, ignorando si era ése el que usaba Seth. Salí de la habitación no solo para darle a Louis más privacidad, sino también para darme un respiro. El señor Wilson continuaba concentrado escribiendo algo sobre el teclado con poca parsimonia. Abrí la boca indecisa, para después cerrarla y volverla a abrir.

—Papá… —le llamé. Si algo podía partir a Gabriel de la risa era decirle que me había bañado en el cuerpo de Seth y llamado papá a mi suegro en el mismo día.

Levantó la cabeza al escucharme.

—¿Sí?

—¿Puede Tony quedarse a dormir?

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