Brian

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La vida universitaria no era tan diferente.

Brian, sin embargo, disfrutaba las clases de ecuaciones diferenciales y se entretenía resolviendo la hoja de ejercicios. Era deber, pero se le dio por resolver el folleto mientras el profesor dictaba el resumen de la clase. Para cuando finalizó la hora Brian había descontado una tarea de su lista.

Se había inscrito en el club de música como un medio para distraerse de las exigencias de su carrera: era un isla donde podía relajarse y descansar. Ya le importaba poco lo que sus padres pensaran de él. Y había sido afortunado para conocer ahí a Freddie y encontrar un compañero de piso antes de que su casero lo sacara a patadas por no tener lo suficiente para pagar la renta. Vivir en Londres era caro, aprendió eso a las malas.

Su cabeza funcionaba dentro de rutinas, todo bien organizado y sistematizado. A las 13h05 se encontraba a la salida de la clase de Tipografía, y Freddie salía apresurado aún guardando sus cosas en la bolsa, consciente de que no podía hacer esperar al rizado más lo debido. Una vez lo hizo por andar con Mary, y Brian lo dejó varado en la universidad tras en el carro por su cuenta al apartamento en una tarde lluviosa.

Sólo le ofreció una sonrisa al moreno antes de dirigirse al club. Si fue a escoltar a Freddie desde su clase era un acto más de costumbre que de voluntad.

Desde que volvieron el viernes de la fiesta Brian se negaba a dirigirle la palabra a menos que fuese estrictamente necesario, y de ahí cortaba la conversa. Y eso porque cada que atentaba a hablar con el moreno de algo éste se las ingeniaba para mencionar a Roger.

No tenía nada en contra suyo, más bien todo lo contrario. Roger le había fascinado en todos los aspectos posibles.

Era lindo. Físicamente precioso con esos ojos zafiro y esa sonrisita dulce y a la vez traviesa que lo habían distraído suficiente para dejar que se acercara a él. Le maravilló su personalidad. Increíble, divertida y honesta. Y podía decirlo más por haberlo conocido medio ebrio y así admirar de entrada facetas del menor que de seguro — a juzgar por su cautivadora timidez del principio — en plena sobriedad no se hubiese atrevido a relucir.

No frente a un desconocido, y peor frente a él. Se consideraba demasiado aburrido y antipático como para llamar la atención de una persona tan cargada de luz como el rubio, o de proporcionarle confianza suficiente para comportarse así, sin filtro alguno.

Le resultaba hasta ridículo lo mucho que le había anonadado esa voz rasgada y aguda con la que se había puesto a cantar — aunque fue más parecido a gritar — en el karaoke con la orda de desconocidos que al principio lo habían asustado. Y los pasos de baile que torpemente había tirado en la pista cuando Mary y sus amigas lo llevaron a bailar; tras algo de insistencia, claro, porque el ojiazul se negó a acompañarlas si Brian no iba con ellos.

En su naturaleza de tablón para eso no se atrevió a bailar — o bien saltar de un lado a otro — con él, pero se sentó a observarlo con paciencia. No se cansó nunca de hacerlo tampoco. Se dejó simplemente hipnotizar por él.

Y le dolió en lo profundo de su alma el verlo llorar cuando Freddie le dijo que sus amigos se habían ido sin él. Para ser una persona reservada al tacto, no pudo evitar abrazarlo y arrullarlo hasta que se calmó un poco; y Roger se había dejado abrazar.

Tampoco refutó cuando Freddie propuso llevarlo a casa; después de todo los padres de Roger confiaban en su amigo, así que bastó un mensaje de Freddie a la mamá del menor para que partieran con él ya a las tres de la madrugada.

Roger se había quedado dormido en el auto y él fue quien lo cargó hasta la habitación, asombrado por lo ligero que se sentía su delgado cuerpo en sus brazos y fascinado por la pureza que emanaba de su rostro en ese estado de tranquilidad. Lo instaló en su cama al ver la ausente intención de Freddie en ofrecer la suya; tampoco veía a Freddie durmiendo en el sillón, así que como pudo fue él quien se acomodó en el diminuto mueble de la sala.

Y fue la mañana siguiente, mientras Roger dormía a una puerta de distancia, fue que Freddie empezó.

¿Qué te pareció? ¿No es perfecto?

Te dije que te tenía a la persona indicada, cariño, puedes agradecerme después.

Tienes que despertarlo y decirle algo, ¿por qué no lo invitas a algún lado?

"Es un niño, Fred."

Fue todo lo que contestó esa mañana, aunque sabía bien que la excusa ni a él lo engañaba.

Roger tenía diecisiete y él diecinueve. Dos años no hacían una gran diferencia, aunque Brian por su altura y madurez lucía mucho mayor, más junto la jovialidad y naturalidad de Roger. Se sentía fuera de lugar a su lado, y sabía que era imposible que alguien como el rubio se fijara en él románticamente.

Encima la insistencia de Freddie lo hacía sentir presionado, así que no, no iba a admitir que se había enamorado a primera vista de Roger Taylor.

Aunque quizás fue muy evidente por el incidente del cabello... lo dejaría pasar.

Recién hace poco había razonado con el tema de su sexualidad y había sido un paso difícil. Fue ahí cuando sus padres lo sacaron de la casa, y fue ahí cuando su entonces novia trató de manipularlo para que se le fueran esas ideas tontas. Claro, la única idea tonta que tuvo fue declarársele a ella y soportarla por tanto tiempo.

La Bruja de Willows House: así la empezaron a llamar por uno de los personajes que se llamaba Christine. Chrissie juró una vez frente toda la cafetería que podía encantarlo para quitarle lo gay, y Brian tuvo la suerte de tener buenos amigos para defenderlo y dejarla marcada con el apodo.

Y a pesar de que todo había quedado en el pasado todavía habían dudas que resolver. Heridas abiertas que sanar. No se sentía listo para tomar ese pequeño paso, y si Roger no sentía lo mismo que él sabía que después no iba a poder recolectar coraje suficiente para intentarlo nuevamente con otra persona en un buen tiempo.

Freddie le aseguraba que Roger, a pesar de haber pasado la segunda mitad de la noche bailando y coqueteando con las chicas, era más gay que bisexual. No lo vio acercarse a ningún chico en toda la noche que no fuese él, lo que lo hizo sentir especial pero no quería hacerse ilusiones.

"Yo tenía su edad cuando empecé a cuidar de él y me dijo que le gustaba un chico de su clase. Era un tesoro, tan chiquito y emocionado, creo que era la primera vez que se enamoraba en serio. Pero en su casa no aceptan esos temas así que no esperes que sea directo con lo que siente, ha pasado por mucho," le había dicho Freddie en secreto ese sábado en lo que preparaba el desayuno.

Claro, todo tenía que ser complicado, y a él no le gustaba lo complicado.

Pero le gustó Roger, y esa era la realidad que debía afrontar.

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