Chrissie

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Los lazos entre Brian y Chrissie nunca se cortaron del todo, en especial porque la chica era una de las amigas más cercanas de Mary y eso no cambió incluso tras la ruptura del mejor amigo de su novio con su mejor amiga. Ambas compartían una habitación dentro del campus, y a pesar de que odiaba estar sola, en noches frías y tormentosas como esa, Chrissie disfrutaba que Mary estuviese fuera. Le dejaba el cuarto completamente para ella y su noche de películas.

Era una actividad que solía hacer con Brian, pero aún cuando él se fue no pudo romper con la tradición. Londres era una ciudad famosa por sus largas lloviznas y heladas brisas, pero con los bocadillos adecuados, una jarra enorme de humeante chocolate caliente con malvaviscos y una buena película clásica, era sencillo olvidarse de eso. Compensaba la ausencia de su ex apilando un montón de almohadas a su lado, y la carencia de calor corporal envolviéndose en un montón de cobijas (la mitad de ellas tomaba prestada de la cama de su amiga).

Desde temprano las nubes negras que empezaron a cubrir el azulado cielo de junio habían anunciado el pronóstico del clima para esa noche y al volver de las clases fue por su ración de palomitas de maíz, frituras y golosinas - entre ellas el regaliz que tanto odiaba, pero que Brian solía comer como si fueran sagradas.

Todo era costumbre, se decía, aunque si Mary estuviese ahí ya le hubiese dado la charla de que tenía que superarlo de una buena vez.

Fuese cual fuese el caso, eligió en Netflix Psicosis, de Alfred Hitchcock, y se acomodó en su cama frente la pantalla del computador. Era una película que quizás había visto ya unas... cuarenta veces, pero no le quitaba el gusto.

Aun así, no pudo evitar irritarse cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta con fuerza.

A regañadientes puso el largometraje en pausa y dejó de lado las botanas. A patadas deshizo su cómodo y calentito burrito de cobijas, y buscó sus babuchas de conejo por debajo de la cama. A quien fuese el que venía a visitarla a esas horas, le convenía tener un buen motivo, porque la persona seguía tocando la puerta sin parar y Chrissie empezaba a desesperarse.

Llegó a ella y con toda la intención de insultar al extraño inhaló profundo, solo para quedarse con las palabras en la boca al ver la triste figura de una muy familiar persona.

"Brian... ¿qué estás haciendo aquí?"

El rizado no contestó, pero tampoco desvió la mirada de ella, lo cual le permitió ver lo húmedos que estaban sus ojos y los rastros de lágrimas secas en sus mejillas. Había llorado, y en cualquier momento volvería a hacerlo.

"Oh, Bri... ven, pasa..."

Se apresuró a dejarlo entrar y el mayor no hizo más que dejarse hacer hasta quedar sentadito en el borde de su cama. Chrissie sintió la ropa mojada, empapada por la lluvia, y corrió a su armario a buscar alguna camiseta que le quede y una toalla para que se seque. Muy en el fondo tenía aún una caja con las cosas que conservaba de cuando eran novios, incluída una sudadera suya que casualmente robó en ese entonces y que nunca llegó (o nunca quiso realmente) devolver.

"Toma, ponte esto y sécate el cabello antes de que te resfríes. ¡Por amor al cielo Brian! ¿Qué pasó contigo?" inquirió una vez que tomó asiento frente a él, ocupando la cama que Mary dejó vacía.

"Puedes decirlo."

"¿Qué?"

"Puedes decirlo" repitió sin despegar la mirada del piso.

"¿Qué cosa?"

"Te lo dije, puedes decírmelo. Tenías razón" murmuró volviendo a sollozar. Chrissie se quedó en silencio un rato, tratando de procesar lo que ocurría. No recordaba con absoluta claridad la última vez que habló con él decentemente, ni todo lo que le dijo en ese entonces cuando el despecho la había consumido.

God Knows | MaylorWhere stories live. Discover now