Duplicidad

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"Entonces... ¿escuché que vas a formar parte del concurso de bandas del que todos hablan? ¡Eso es genial, Rog!" 

Roger sonrió, pero no por el comentario (desde hace ya quince minutos que  había dejado de escuchar a Dominique) sino porque lograba distinguir en el rostro de la morena la emoción, y supuso que sonreír era la respuesta apropiada. La chica continuó hablando, comentando algo de como hace tiempo había tomado clases de piano, pero que no era lo suyo, o algo así. Él... él continuó bebiendo su malteada sin quitarle la mirada de encima para pretender que hacía caso. 

El día era fresco, hacía mucho sol, y habían disfrutado un par de horas en la piscina del club del cual los Beyrand eran socios, y al cual había sido invitado a ir con toda confianza como huésped de honor. 

Resultaba ser que la familia de Dom era de dinero. Pudo darse cuenta de ello el mismo domingo que volvió a casa tras su cita con Brian. Su padre, ignorando la existencia del rizado en el puesto de piloto cuando este estacionó el carro frente a la casa, no esperó a que entrara a la casa y enseguida le informó que ella lo había ido a buscar no hace mucho: con una canasta llena de galletas caseras como agradecimiento por la cena, y una invitación por parte de sus padres para conocerlo. Pudo decir que era muy pronto, aunque para ser francos... él la llevó a cenar con toda su familia en su primera cita igual. Era justo.  

Esa misma tarde partió con el viejo Michael a comprar una ropa apropiada para la salida, el famoso tiempo padre-hijo del cual había hablado se convirtió en eso y en una charla sobre lo feliz que estaba por ver que había retomado su camino. Roger se detuvo a reconsiderar seriamente sus últimas decisiones de vida una vez que lo dejó a la entrada de la enorme mansión de pulcras paredes blancas y frondosos jardines (sí, plural, eran varios, porque la propiedad era inmensa), situada en uno de los barrios más finos de la ciudad... del país, incluso. La vez que dejó a Dom en su casa era muy tarde y estaba muy distraído como para darse cuenta de todo esto, y tragó saliva antes de acercarse a la puerta.

¿Alguna especie de mafia iría tras él si llegaba a lastimar los sentimientos de Dom con la verdad? Quizás... pero se convencía que todo eso era por Brian, así que respiró profundo y tocó el timbre de todas formas, ofreciendo la mejor sonrisa de comercial de pasta dental que tenía.

Jamás se hubiese imaginado este aspecto de ella, después de todo era de las personas más humildes y gentiles en todo el colegio. Sí, se llevaba con las populares y su mejor amiga era la tediosa de Debbie; pero a diferencia de ellas, no ostentaba ropa de marca ni hablaba como niña fresa. Rara vez la vio ir a esas colosales fiestas de verano, o al menos en la época en la que él pertenecía a esa élite y no se perdía ninguna. Era muy bien versada, por lo que disfrutaba hablar con ella de temas de cultura y ciencias y otras ñoñerías en lugar de ser desplazado por un celular o una revista de modas. No, ella tenía colecciones enteras de libros en su casa, y diversidad de música de calidad, no solamente música de NSYNC o One Direction. 

Podía entender la obsesión de algunas con Harry Styles, él mismo había visto en la privacidad de su habitación algunos de sus videos musicales con una sonrisa idiota en el rostro... pero no, jamás tuvo alguna sesión de fangirleo con sus novias de semana y media al respecto. Uno, porque se hubiese delatado solito... dos, porque realmente no le interesaba hablar con ellas. 

Dominique era, sin problema, la mujer de sus sueños. Se casaría con ella sin pensarlo, si fuera tan solo un poquito menos gay. 

Así que podía entender sin problema por qué sus padres estaban tan entusiasmados con su relación como para por poco y forzarlo a ir con ella después del colegio a pasear, ir por un helado, patinar, ir a clases de baile o de repostería, o a las películas cada día. A decir verdad no se aburría tanto, más bien apreciaba la compañía. Pero no por ello esas dos semanas pasaron rápido, y no por eso estuvo realmente contento. 

God Knows | MaylorWhere stories live. Discover now