Baloncesto

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El fin de semana pasó en un suspiro, pero la clase de cálculo parecía durar una eternidad. Para colmo la profesora acababa de anunciar que tendría una prueba la semana entrante, y de por sí ya le estaba yendo mal en la materia. Había sacado F en las últimas tres lecciones, pero al ser control no le preocupaba tanto. Ahora... la prueba era otra cosa.

Al menos no tendría que trabajar hasta el viernes, tomar el turno de fin de semana había sido una buena idea. Paul iba de lunes a viernes y parecía manejarlo bien; claro, él sí entendía cálculo.

Asco con cálculo.

Lo que sí tenía era práctica de baloncesto, así que al sonar la campana se levantó y fue directo a los casilleros. Los lunes no compartía ninguna clase con el pelinegro. Tampoco estaba seguro de querer toparse con él después de que lo abandonó, pero seguía siendo su amigo, así que en la cancha se acercó a él y a George con una pequeña sonrisa.

"¡Hey, Rog! Bueno verte con vida" rió entretenido a penas llegó. "Stuart le dijo a John que te volaste en la madrugada. ¡Debo invitarte más seguido a fiestas!" Paul parecía feliz, como si nada.

"Hey... sí, eso creo" sonrió forzado, al otro parecía ni importarle, y sin notarlo su voz sonó más cortante. "Si me vas a dejar solo cada que lo hagas no creo que voy a aceptarte más salidas, McCartney."

"Wow." Los ojos hazel del muchacho se abrieron como platos, George solo sonrió apreciando el drama. "A ver, yo no te dejé solo. Tú te fuiste con tu amigo y cuando quise decirte que nos íbamos él me detuvo y nos dijo que podía llevarte a tu casa" le ofreció una mueca apologética y Rog sintió una punzada en el pecho, la sonrisa de Paul se había difuminado de repente.

Freddie... tenía que ser.

"Perdón, no supe que trataste de buscarme" murmuró avergonzado, sentía la mirada del otro par sobre él y eso lo intimidó un poco, así que regresó a ver el piso.

Su amigo le dio una palmadita en la espalda con una risita. "No es nada, Roggie. Lo lamento igual, en todo caso culpa a Geo por darle fuerte a la marihuana."

Ok, no. Su atención fue directo al menor de ellos y éste se encogió de hombros restándole importancia. "Fueron los mejores pasteles de chocolate que he probado en mi vida, no me arrepiento de nada."

Los amigos rieron y continuaron charlando de otras cosas hasta que el silbato del profesor los forzó a alinearse. La rutina era la misma. Calentaban el cuerpo con un circuito rápido, un par de vueltas a la cancha, y de ahí a hacer pases en parejas con el balón antes de jugar entre ellos. El equipo tenía un número impar así que Roger y los chicos habían reservado el grupo de tres para esos ejercicios previos. 

Estaban a punto de empezar con los pases cuando el silbato sonó seguido de un "¡Taylor!" que lo hizo correr hacia él al instante. Hacer enojar al entrenador era un rotundo no.

"Sí, ¿señor?"

"Hay un nuevo miembro en el equipo, vas a trabajar con él."

No le dió tiempo de responder, en seguida le lanzó un balón y se marchó dejándolo con la palabra en la boca. Apenas se retiró notó a un niño parado frente a él. Lucía aterrado. Sus piernas, pálidas y delgadas, temblaban sin cesar. Todo su cuerpo en realidad; lucía tan frágil que Roger tuvo que hecharle un ojo a su alrededor para asegurarse que se encontraban en la chancha de básquet. Jamás lo había visto antes en su vida.

Tampoco había vista tanto temor reflejada en la mirada de alguien; esos ojos grisáceos, que se encontraban clavados en él con determinación, parecían estarle perforando el alma. Por eso le tomó un momento en encontrar su voz y saludar, tratando de hablar pausado para no terminar de aturdirlo.

"Hola... soy Roger. Eres nuevo, ¿no? ¿Cómo te llamas?"

El niño se quedó quieto, desviando su mirada de inmediato — de repente la sus zapatos parecían ser más interesantes que el rostro del rubio.

El silencio se volvió incómodo. Roger comenzó a ponerse ansioso, si el entrenador los veía haciendo nada les llamaría la atención a ambos. Él no tenía paciencia para eso, y estaba seguro que el otro chico iba a terminar llorando si el entrenador le gritaba.

"John."

La respuesta fue tan suave que parecía un suspiro del viento. Esos ojitos grises se colocaron sobre los suyos de nuevo y Roger le sonrió amigablemente.

"Bien, John... no te había visto antes. ¿Sabes lo que hay que hacer?" continuó con la misma voz suave de antes, y el menor negó.

Un par de minutos de conversa y los dos chicos comenzaron el ejercicio; y eso fue prácticamente lo que hicieron durante toda la hora. Diferentes pases y algunos consejos de técnica que el entrenador le encargó al rubio para que el nuevo miembro del equipo se fuese acostumbrando. Roger notó para la segunda mitad del entrenamiento que John parecía conocer bien el deporte, conforme el menor se iba desenvolviendo y tomando seguridad con sus movimientos.

Al concluir bastó un abrir y cerrar de ojos para perderlo de vista, aunque no tuvo oportunidad de ir a buscarlo dado que Paul y George se le acercaron para caminar a la estación de buses e ir a sus casas. Tuvieron que regresar por sus cosas en los vestidores y arreglarse un poco antes de partir, retomando la misma conversación casual de antes, aunque Paul era quien hablaba en una especie de monólogo. Un monólogo sobre su novio, lo clásico.

George iba pensando en la cena así que poco le importaba, y Roger sí se esforzaba un poco más en seguirle el hilo a la historia, pero algo se sentía mal. En lo que caminaban por la parte trasera del colegio escuchó unos golpes secos y un agudo alarido; volteó su rostro a la dirección del sonido y la imagen que lo recibió lo tensó por completo.

"Rog, ¿me estás escuchando?" cuestionó McCartney de repente.

"John" susurró.

"Sí, estaba hablando de John, pero te pregunté algo."

"No tu John, ese John" aclaró ansioso.

Y sin pensarlo dos veces salió disparado hacia él, importándole poco si sus amigos lo acompañaban o lo dejaban a su suerte.

God Knows | MaylorWhere stories live. Discover now