Capítulo 34.

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—¿Un testigo? —dijo Gabi volteándose hacia mí—. ¿Cuándo? —frunció el ceño.

Giré mi cabeza para mirar a Darian, quien se había quedado estático sin apartar sus ojos del televisor y con la carne aún en su mano derramando sangre en el plato.

—Darian —le llamé, provocando que reaccionase.

—No puede ser —murmuró, negando suavemente con su cabeza—. Es imposible —tartamudeó.

—¿Estás seguro? —alcé una de mis cejas.

—Siempre he llevado el pasamontañas —respondió, mirándome serio.

—Esto es increíble —masculló Gabi cruzándose de brazos. Eso de hablar con tanta naturalidad de que Darian era el chico del fuego azul le estaba matando.

—Dabi, haz algo —intervino Bobi con la boca llena de carne y las mejillas manchadas de sangre.

—¿Cómo? —preguntó el peliblanco llevando su mirada confusa hacia mi hermano pequeño.

—Dabi puede borrar los recuerdos de las personas —explicó con una sonrisa llena de orgullo—. ¿No lo sabías? —soltó una carcajada.

—¿Hasta ahí llega tu poder? —Darian volvió a mirarme.

—Sí —asentí—. Al parecer, con las nuevas generaciones, van apareciendo capacidades nuevas —murmuré a la vez que cogía mi vaso—. O, al menos, eso es lo que pone en los informes de mi padre —di un par de tragos.

—No tenemos por qué ayudarle, que se haga responsable de lo que ha hecho —gruñó el mediano, haciendo que Bobi rodara sus ojos.

—Ahora es uno de los nuestros —respondió este, provocando que, tanto Darian como yo, le mirásemos sorprendidos.

—¿Y eso quién lo ha dicho? —Gabi se levantó enfadado.

—¡Eh! —exclamé, matando al mediano con la mirada y, después, a Bobi—. Aquí no se ha decidido nada aún y, cuando se haga, seré yo el que dictamine el qué haremos con Darian —me puse en pie sin quitar mis ojos de ellos—. ¿Entendido? —endurecí el tono de mi voz.

—Entendido —murmuró mi hermano, siendo apoyado por un asentimiento de cabeza por parte de Bobi.

—Ahora terminad de comer e iros a dormir —les ordené mientras recogía mi plato y vaso de la mesa—. Mañana tenéis que madrugar —concluí, dirigiéndome hacia la puerta del salón, viendo por el rabillo del ojo cómo Darian me miraba sorprendido.

Cuando llevaba un par de minutos en la cocina, Bobi apareció con los platos y vasos que quedaban en el salón para que los fregara.

—Buenas noches, Dabi —dijo apenado a la vez que se giraba hacia la puerta.

Fijé mis ojos en su cuerpo e hice que se voltease hacia mí. Anduve hasta él y me agaché de cuclillas para ponerme a su altura.

—Bobi, estoy muy orgulloso de lo gentil que estás siendo con Darian —agarré sus brazos con mis manos—. Pero no debemos olvidar que él ha sido quien ha provocado esas desgracias —noté cómo mi garganta comenzaba a doler a medida que hablaba.

—Estaba obligado por su madre —hizo una mueca con la boca—. ¿De verdad piensas que Darian es malo? —preguntó, clavando su mirada en la mía.

—No lo sé —solté un suspiro y sonreí débilmente—. Eso nos lo tendrá que demostrar —llevé mi mano hacia su cabeza y di un par de caricias en su pelo.

—Yo confío en él —asintió con firmeza.

—Ojalá seas tú el que lleve la razón —me puse en pie y rodeé su cuello con mis brazos para pegarle mi cuerpo.

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now