Capítulo 13.

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Se me había pasado una cosa por alto por apiadarme de mi hermano pequeño.

No teníamos comida.

Sí, la podíamos comprar, pero ¿qué haríamos a la hora de tener que comerla?

Bueno, luego lo veréis.

Está bien —murmuré no muy seguro.

—Vayamos al supermercado entonces —sugirió Darian volteándose hacia mis hermanos.

—¡Sí! —exclamó Bobi entusiasmado con la idea.

—Gabi, acompaña a Darian —le ordené, dejándole confuso—. Bobi y yo iremos a casa mientras —expliqué con el fin de que entendiera lo que quería decir.

—Jo... —se quejó el pequeño.

Sé que os da pena, pero imaginaos a mi hermano pequeño en un supermercado sin nadie que lo controle.

Él sólo estaba acostumbrado a ir para volver las cosas invisibles, y sólo íbamos si era estrictamente necesario.

Si para mí es una tortura el cine, para Bobi lo es el supermercado.

Tantos olores mezclados le ponen malo.

Además de las posibles conversaciones que hubieran podido tener.

Imaginad a Darian preguntándole a Bobi si le gusta tal comida, y mi hermano respondiendo: "en casa sólo comemos carne humana".

Lo peor de todo es que vosotros estáis pensando en que es verdad.

—¿Tenéis que esconder un cadáver o algo así? —bromeó Darian, a lo que mis hermanos y yo nos miramos sin saber qué decir o hacer—. Es broma, eh —carcajeó.

—Lo sabemos —tartamudeé, mirando de reojo a Gabi, quien intentaba sonreír para aliviar la tensión que acababa de tener su cuerpo.

—Bueno, pongámonos en marcha —dijo el peliblanco echando su brazo por encima de los hombros del mediano.

—¡Nos vemos en casa! —gritó Bobi despidiéndose con la mano, viendo cómo se marchaban.

—Tenemos que ocultarlo todo —susurré, notando cómo mi cuerpo empezaba a agobiarse.

—Dabi, ¿vamos? —preguntó Bobi, pero ni le escuché.

—¿Cómo he podido aceptar la idea? —murmuré, llevándome las manos a mi pelo.

—¡Dabi! —me llamó en voz alta, dándome un tirón de mi sudadera.

—Qué —contesté enfadado.

—Si sigues así, no nos va a dar tiempo de nada —respondió, frunciendo el ceño.

—Tienes razón —dije tras unos segundos mirándole en silencio—. Echemos una carrera —sonreí, siendo imitado por mi hermano.

Aquella carrera, la gané yo. Con trampas, como siempre hacíamos. Al ir por las azoteas, Bobi no se volvió invisible, así que le inmovilicé por unos segundos en los que aproveché para sacarle ventaja.

—¡No es justo! —lloriqueó, entrando a casa.

—No puedes comportarte como un bebé cada vez que no te sales con la tuya —reí, dejando las llaves sobre la mesa del recibidor.

—No me comporto como un bebé —farfulló en voz baja, poniendo morros a la vez que se cruzaba de brazos.

—Venga, escondamos todo en el sótano —le revolví el pelo al pasar por su lado.

LA SANGRE DEL HÉROEМесто, где живут истории. Откройте их для себя