Capítulo 17.

3.5K 519 599
                                    

Darian me miró sorprendido durante unos segundos, en los cuales no supo qué decir.

—Te lo digo de verdad, aunque a veces me comporte como si no me importases —me encogí de hombros, llevando una mano a mi pelo—. Pero eso es porque siempre he sido así y me cuesta mucho cambiar de la noche a la mañana... —me rasqué confuso la cabeza.

—Eso me es más que suficiente —me interrumpió, sonriéndome con ternura.

—Bueno, tampoco es para tanto —dejé caer mi mano a mis piernas, desviando mi mirada hacia los árboles que habían detrás del banco.

—Para mí sí —puso su índice en mi mejilla y empujó de ella para girar mi cara de nuevo hacia la suya—. A partir de ahora, ¿confiarás en mí? —preguntó serio.

—Lo intentaré —murmuré no muy seguro, frunciendo el ceño.

—Eso me vale —soltó una suave carcajada y quitó su dedo de mi cara—. Entonces, ¿podré ir a tu casa a visitarte cuando quiera? —me dedicó una mirada traviesa.

—Bueno, tampoco te pases —rodé los ojos, tratando de esconder una sonrisa.

Darian rio y me dio un puñetazo leve en el brazo, el cual hizo que sonriera finalmente.

—Será mejor que nos vayamos, tus hermanos deben de estar preocupados —comentó a la vez que se levantaba del banco.

—Oh, sí —le imité—. Me espera un interrogatorio —suspiré, colocándome bien los pelos de mi flequillo.

—¿Un interrogatorio? —preguntó extrañado.

—Sí, bueno, ya sabes... —ladeé mi cabeza para mirarle—. Digamos que no están acostumbrados a que haga cosas sin ellos —me encogí de hombros.

—Entiendo —asintió y soltó una carcajada.

Estuvimos dando un paseo nocturno hasta mi casa, ya que la de Darian pillaba de camino, pero algo más alejado. Paseo en el cual se podía cortar la tensión con un cuchillo, puesto que yo no sabía qué decir y, el peliblanco, era consciente de que no me iba a sentir cómodo si todo empezaba a cambiar tan de repente.

—Bueno, nos vemos —dije una vez llegamos a la cancela de mi casa y la abrí.

—Dabi, espera —respondió Darian agarrando mi brazo con su mano.

Miré su mano-guante y, después, subí mis ojos a su cara. Esperaba que lo deshiciera al instante, pero para mi sorpresa, no fue así.

—¿Qué? —alcé una de mis cejas.

—Sólo quería agradecerte lo de hoy —soltó mi brazo al fin.

—No ha sido nada —metí mis manos dentro del bolsillo de mi sudadera, puesto que empezaba a tenerlas frías—. Y no empieces a repetirlo porque me pone de los nervios —eché un poco hacia atrás mi cabeza y solté un suspiro.

—Lo siento —carcajeó—. No te lo diré más —me guiñó un ojo una vez le miré de nuevo.

—¿Puedo irme ya? —pregunté, volviendo a coger la puerta de la cancela.

—Claro —afirmó, rascándose en cuello.

—¿Y te vas a quedar ahí parado toda la noche o...? —respondí una vez me metí dentro del jardín.

—Adiós, Dabi —puso sus ojos en blanco y me hizo un gesto desesperado con su mano.

—Darian —le llamé, haciendo que se girase de nuevo hacia mí—. Buenas noches —murmuré intentando no sonar demasiado amable.

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now