Capítulo 29.

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Pasaron varios días en los que no salí de casa. La primera razón era porque no tenía motivo para hacerlo. La segunda, mis emociones estaban demasiado descontroladas como para acercarme al pueblo. Ni si quiera quise ver la televisión por si emitían alguna noticia sobre Larry o algo relacionado con el pirómano, ya que todo lo que hice durante el resto de esa semana fue concienciarme y entrenar mi mente lo máximo posible para nuestro siguiente encuentro. Apenas estuve con mis hermanos, salvo en los desayunos y cenas, puesto que me pasé todo el tiempo en mi habitación a solas con mis pensamientos.

A Darian, después de despedirnos el día del entierro, no le volví a ver. Me llamó algunas veces, pero yo no se lo cogí. No tenía ganas. Estaba concentrado en mí y sólo en mí.

Gabi me comentó que en las noticias habían explicado que Larry tenía montado una especie de estudio en la parte trasera de su tienda y que vivía allí. Bobi, en las cenas, nos contaba lo que sus compañeros de clase hablaban sobre el pirómano y que, algunos que otros niños tocapelotas, querían ser de mayor como él. Aquello me irritaba demasiado, al igual que a mis hermanos, así que le pedí al pequeño que evitara escuchar cualquier tipo de comentario relacionado con ese tema, puesto que no quería que Bobi se llegara a cansar de ellos, y la rabia y la invisibilidad se apoderasen de su cuerpo.

Nos encontrábamos cenando en la cocina, ya que habíamos dejado de hacerlo en el salón para así evitar posibles informaciones en la televisión. Yo ya me encontraba mucho mejor de ánimos y emociones, así que estaba listo para continuar con nuestro plan de reventarle la cabeza al maldito pirómano.

—¿Qué os parece si vamos a la oficina del shérif? —propuse a la vez que terminaba de masticar un trozo de carne.

—¿Cuándo? —contestó Gabi con su vaso en la boca a punto de dar un trago.

—Esta noche —aclaré mirándole serio mientras me chupaba los dedos para limpiar la sangre de ellos.

—¡Sí! —exclamó Bobi alzando sus brazos al techo.

—¿Estás seguro? —dijo el mediano con cierta preocupación.

—Si no lo estuviera, no os lo diría —solté un suspiro, echando mi cuerpo hacia atrás en el respaldo de la silla—. No os pondría en peligro de esa manera —sonreí levemente de lado.

—Está bien —asintió con la cabeza.

—Pero esta vez lo haremos los tres juntos, ¿no? —quiso saber mi hermano menor girando su cara hacia la mía.

—Claro, por eso vamos a ir de noche —puse una mano en su pelo, ya que ese día me había sentado a su lado.

—¿A qué estamos esperando? —intervino Gabi soltando una carcajada maligna—. Vayamos a comprobar las cámaras y descubrir de una vez quién demonios es el pirómano —se levantó de golpe, haciendo ruido con su silla al arrastrarla hacia atrás.

—Terminad de cenar —les ordené, echándome para delante a coger mi vaso sobre la mesa.

—¡Yo ya he acabado! —contestó Bobi apenas entendible, ya que se acababa de meter en la boca toda la carne que le quedaba en el plato, provocando que el mediano soltara una carcajada divertida.

—Está bien —rodé mis ojos y suspiré evitando reírme.

Una vez nos cambiamos, pusimos rumbo hacia la improvisada comisaría de policía.

Sé que soy muy pesado pidiéndoos paciencia, pero es lo que hay.

Hacedme caso cuando os digo que más desesperados estábamos nosotros hasta que descubrimos que el pirómano era...

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now