Capítulo 31.

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No os podéis llegar a imaginar lo que sentí al ver al pirómano entrar en la casa de Darian.

Si vosotros estáis dolidos, yo estaba destrozado.

Me quedé en shock.

No digáis que no os lo advertí.

—¿Dabi? —escuché a lo lejos, puesto que apenas podía oír nada—. ¡Dabi! —exclamó Gabi zarandeándome del brazo para que reaccionara.

Ya volvíamos a ser visibles de nuevo.

—Qué —murmuré, girando mi cabeza hacia él y mirándole algo aturdido.

—¿Qué hacemos? —preguntó extrañado.

—Es la casa de Darian —comenté en voz baja sin llegar a creerme del todo lo que acababa de ver.

—¿Él es el pirómano? —frunció el ceño.

—Eso no puede ser —respondió Bobi algo ofendido—. Darian es bueno —se cruzó de brazos—. ¿A que sí, Dabi? —me miró esperanzado porque le llevase la razón.

Yo no pude responder. Mi cabeza se estaba llenando de ideas que, en aquel momento, no sabía si eran verdaderas o falsas.

—Sólo lo averiguaremos si entramos en esa casa —gruñó Gabi haciendo el amago de andar de nuevo, pero hice que se quedara inmóvil—. ¿Qué haces? —dijo mirándose las piernas al darse cuenta de que no podía moverlas.

—No quiero entrar —respondí notando un nudo en mi garganta.

—Dabi, le tenemos muy cerca —replicó mi hermano enfadado.

—Yo tampoco —me apoyó Bobi en un tono apenado.

—Bien —Gabi nos miró amenazante—. Si Darian es el pirómano, yo soy el primero en querer saberlo —apretó sus puños—. Y, cuando lo confirme, le mataré —endureció su tono de voz—. Primero, por todo lo malo que ha hecho en el pueblo y, segundo, por engañarnos —nada más terminó de hablar, se volteó y comenzó a andar directo al jardín de la casa del peliblanco.

—¡Gabi, espera! —exclamé, cogiendo la mano de Bobi para que ambos persiguiéramos a nuestro hermano.

Una vez le alcanzamos, paramos en uno de los laterales del exterior de la casa. El mediano se había quedado observando disimuladamente a través de una ventana que, al parecer, daba al salón.

—Parece una casa normal —comentó Bobi en un susurro, poniéndose de puntillas para llegar a ver lo máximo que su altura le permitía.

—En las películas, las casas de los asesinos siempre parecen de lo más corriente —respondió Gabi, provocando que el vaho que salió de su boca al hablar empañara el cristal de la ventana.

—¿Cómo vamos a entrar? —preguntó el pequeño girando su cara hacia la mía, la cual estaba absorta aún en estado de shock.

—No sé —susurré, apoyando mi espalda en la fachada.

—Dabi, sé que no te gusta que te hable así —se puso delante de mi cuerpo—. Pero tú no estás pensando con claridad, y eso no es nada bueno en esta situación —dio un par de pasos hacia mí—. Así que lo siento, pero déjame que yo tome el control de esto —clavó sus ojos en los míos.

Me quedé mirándole durante unos segundos, tratando de asimilar lo que me acababa de decir, ya que mi mente estaba espesa por primera vez en mi vida.

—Está bien —asentí levemente, dejando a mis hermanos sorprendidos por mi reacción.

—Gracias —contestó, yendo hacia Bobi para apartarle de la ventana por si aparecía alguien por el salón y lograba verle—. Antes de nada, lo que debemos hacer es mantener la calma para que así nuestros poderes no se descontrolen —explicó, dejando su mirada en nuestro hermano menor—. Olvidemos por un segundo que se trata de Darian —se giró hacia mí.

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now