Capítulo 8.

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Mis hermanos y yo nos quedamos mirándonos extrañados y en silencio.

—¿Quién podrá ser? —preguntó Gabi diciendo en voz alta lo que los tres estábamos pensando.

—¿Qué hacemos, Dabi? —contestó Bobi mirándome.

Me quedé unos minutos en silencio, cuestionándome si abrir o no.

—Bobi, hazte invisible y mira a ver de quién se trata —le ordené, quitándome la camiseta.

—Vale —respondió el pequeño dirigiéndose hacia las escaleras.

—¿Qué vas a hacer? —quiso saber curioso el mediano.

—Voy a cambiarme, no puedo abrir así —solté una carcajada algo nerviosa—. Y tú deberías hacer lo mismo —dije agarrándole del brazo.

Subimos rápidamente las escaleras hasta salir al recibidor, donde Bobi nos miró y asintió, volviéndose invisible al instante. Fuimos hasta el baño de arriba y nos lavamos los brazos, manos y cara. Después, cada uno corrimos hasta nuestras habitaciones y, tras un minuto, salimos de ellas ya cambiados de ropa.

—¡Es Darian!¡Viene con una mujer! —gritó Bobi desde el principio de las escaleras.

—¿Una mujer? —cuestionó Gabi mirándome con el ceño fruncido.

—¿Qué querrán? —murmuré, comenzando a bajar—. Bobi, ve a lavarte. Gabi, cierra con llave el sótano —les ordené, dirigiéndome hacia la cocina.

Mientras mis hermanos obedecían, yo cogí el telefonillo para abrirles la verja. Fui hasta la puerta principal de mi casa, la abrí y los esperé allí, observando cómo se acercaban por el jardín.

—Hola —saludó Darian una vez subieron el porche.

—Hola —contesté algo extrañado, cruzándome de brazos.

—Esta es mi madre —la señaló.

Era una mujer de unos cuarenta y pocos años. Estaba delgada, tenía la tez pálida y los ojos azules idénticos a los de su hijo, a diferencia del color de su pelo, puesto que era rubio y bastante oscuro. La verdad es que era bastante guapa.

—Un placer, soy Gina —se presentó con una sonrisa.

—Yo Dabi —respondí intentando parecer educado.

Durante unos segundos, se formó un incómodo silencio, en el cual yo estaba esperando a que me explicaran qué hacían allí.

—Os he traído una tarta —dijo la señora enseñando el plato cubierto de papel de aluminio que llevaba en sus manos.

—Oh, gracias —respondí con pocas ganas, cogiéndolo.

—Mi madre quería presentarse como es debido —intervino Darian riéndose.

—Pensé que sería de buena educación —se encogió de hombros algo vergonzosa—. Como nos acabamos de mudar, quería ser amable con los vecinos de la zona —me sonrió.

—Se lo agradezco, señora... —la miré esperando a que continuara la frase.

—Gina está bien —asintió, colocando sus manos sobre su regazo.

—Pues gracias, Gina —forcé una sonrisa.

A los pocos segundos, mis hermanos aparecieron por la puerta.

—Hola, Darian —saludó alegre Bobi llevando sus ojos hacia la mujer.

—Mira, Bobi, esta es mi madre —le indicó.

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now