Capítulo 5.

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Para que lo sepáis, no hay cosa que más me moleste como que me despierten a gritos.

¡Despertad! —exclamó Bobi entusiasmado—. ¡Arriba!¡Arriba! —empezó a saltar en la cama.

—Cállate —contestó Gabi medio dormido, con su boca en la almohada.

Abrí los ojos y vi a mi hermano pequeño dando saltos y sonriendo de oreja a oreja.

—Bobi, ¿qué haces? —murmuré, echándome un brazo sobre los ojos.

—Déjame matarle, por favor —dijo el mediano, metiendo su cabeza bajo la almohada.

—Gabi, tenemos que ir a clase —respondió el pequeño, andando entre las sábanas. Se sentó en la espalda de nuestro hermano y empezó a darle suaves puñetazos con sus manos.

—Déjame —le pidió Gabi de buena manera. Por desgracia no le hizo caso y continuó molestándole—. ¡Que me dejes! —gritó, explotando con una pequeña onda emitida por su cuerpo que hizo que Bobi saliera disparado hacia el final de la cama.

Como ya os había dicho, a Gabi lo que más le jode es que le agobien. Y más por las mañanas.

¡Te odio! —exclamó Bobi, frunciendo el ceño.

—Ya tenemos algo en común —el mediano se dio la vuelta, frotándose la cara con las manos.

—Es la última vez que dormís conmigo —me aparté las sábanas de encima para sentarme con los pies en el suelo.

—Pero... —intentó protestar el pequeño.

—No quiero oír ni una palabra más —le interrumpí, levantándome con pereza.

—Mira la que has liado, Gabi —volvió a hablar.

Sin pensarlo, miré a Bobi e hice que no pudiera abrir la boca, provocando que el del mechón blanco se riera.

—¿Tú también quieres? —le pregunté al pasar por su lado de la cama.

—No, señor —se puso serio.

—Arreglaos, vais a llegar tarde —ordené antes de salir de mi habitación para ir hacia el baño.

Durante el desayuno, Gabi me pidió si podía quedarse en casa ese día, ya que era viernes, y volver el lunes al instituto. Al principio iba a negarme, puesto que no quería que le cogiera miedo a ir a clase, pero, al ver sus ojos llenos de preocupación, le di permiso.

—No es justo, yo también quiero quedarme en casa —protestó Bobi mientras le ponía la mochila en el recibidor.

—Ya sabes que Gabi ha tenido un problema —le coloqué bien las asas—. Tú no tienes ninguno, al contrario, el problema eres tú —reí, haciendo que frunciera el ceño.

—Me porto bien —contestó serio.

—Lo peor de todo es que es verdad —froté su pelo con mi mano—. No olvides comerte el sándwich, no queremos llamar la atención —le recordé a la vez que abría la puerta.

—¡Bien! —salió al porche—. Hoy desayunaré carne —se giró y me miró con una sonrisa.

—No vuelvas tarde.

—¡Adiós! —exclamó, echando a correr.

Aquel día hacía algo de sol, así que, aprovechando la compañía de mi hermano, decidí que fuéramos a la azotea a disfrutar un poco de él, ya que era raro el día en el que no estuviera nublado en Weirdthon.

Os explico algo.

Como nuestra alimentación es un poco reducida por así decirlo, nuestra piel es más pálida de lo normal, ya que nos faltan nutrientes en el organismo.

LA SANGRE DEL HÉROEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora