Capítulo 16.

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—Cuando le coja, se arrepentirá de todo lo que está haciendo —dijo Gabi una vez le bajé el volumen a la televisión.

—¿Qué le harías? —preguntó Bobi entre risas.

—Arrancarle el cuello como mínimo —contestó con una sonrisa de lado.

—¡Guay!¿Contarás conmigo también? —dijo ilusionado.

—¿Por qué no? —alzó su brazo, esperando a que Bobi le chocara la mano vendada, la cual ya estaba casi recuperada.

—Venga a dormir —interrumpí, poniéndome en pie, y apagué el televisor con el mando.

—¿Ya? —se quejó mi hermano menor mientras yo recogía los platos y vasos de la mesa.

—Yo tengo que levantarme temprano para repasar —respondió Gabi poniéndose en pie con ganas.

—Sois unos aburridos —murmuró, cruzándose de brazos.

—Bobi —le fulminé con la mirada—. O vas por las buenas o vas por las malas —gruñí, esperando a su reacción. Mi hermano frunció el ceño y se levantó, soltando un suspiro—. Gabi, asegúrate de que se lava los dientes —le ordené cuando salimos del salón y se dirigían a las escaleras.

—Hecho —el mediano asintió y agarró a Bobi por los hombros para empujarle levemente.

Cuando terminé de fregar lo que habíamos utilizado para la cena, subí a la segunda planta y, tras asegurarme de que mis hermanos ya estaban en sus camas, me fui a mi habitación. Abrí la ventana y me quedé con mis brazos cruzados apoyados en el poyete de esta, respirando el aire tan fresco y puro que había esa noche, puesto que la lluvia siempre lo dejaba así. Cada vez que era duro con Bobi, acababa sintiéndome mal, pero debía ser así con él porque esa era su manera de aprender. Era uno de esos niños a los que les dabas la mano y te cogían el brazo entero. Gabi, por ejemplo, era todo lo contrario.

Pero aquella noche me sentía peor aún, puesto que quizás le había hablado así por culpa de lo sucedido con Darian, ya que no dejé de darle vueltas en mi cabeza a cómo se marchó bajo la lluvia. Quizás me había pasado con él, pero era lo que debía hacer. No quería volver a mostrarle esa parte sensible de mí. Si lo hacía, Darian tendría el poder de hacer con ella lo que se le antojara. En ocasiones, sentía que sólo estaba jugando conmigo porque no tenía otra cosa mejor que hacer. No lo sabía a ciencia cierta, pero pensar en esa posibilidad me creaba cierta angustia en mi garganta y pecho, y eso hacía que me pusiera aún más de los nervios.

Otra preocupación también, era lo último que había oído en las noticias. Lo del pirómano del fuego azul me tenía cada vez más curioso a la vez que histérico. No sabía qué pretendía con todos aquellos incendios. Ni si quiera la policía tenía pista alguna por la que empezar a buscarle, y eso me enervaba aún más. Pero como me decía mi padre; "si quieres hacer algo bien, hazlo tú mismo"

Solté un suspiro, intentando controlar mis emociones, ya que notaba cierta angustia en el estómago, y cerré la ventana. Me metí en la cama con mi mirada puesta en el techo, y mis manos detrás de mi cabeza, y me quedé un rato más pensando en lo que menos quería; Darian.

¿No os parece irónico que yo pueda controlar las mentes de las personas, y que con la que más difícil me es hacerlo sea con la mía?

A mí sí.

Aquella noche, hasta que conseguir dormirme, seguía sin poder quitarme de la cabeza la imagen del peliblanco.

¿Por qué me preocupaba por Darian?¿Por qué no podía tratarle como al resto? Y lo peor de todo, ¿por qué el pensar que posiblemente le había hecho daño me dolía?

LA SANGRE DEL HÉROEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora