Capítulo 15.

3.3K 487 495
                                    

—Dabi, ¡haz algo! —dijo Gabi levantándose del suelo.

—No puedo —murmuré, mirando a la loca con mi hermano pequeño en brazos.

—¡Sí que puedes! —exclamó, acercándose a mí—. No te bloquees —dijo haciendo que le mirase. Gabi empezó a lamer sus heridas como si así fueran a curárseles antes.

—Toma —saqué una bandana que llevaba colgado de mi bolsillo trasero y se la lié en una de sus manos.

—¡Suéltame, loca!¡Te vas a arrepentir de esto! —gritó Bobi mientras intentaba soltarse de los brazos de la mujer.

—Quiero que me balancees en los columpios —respondió ella—. Pero tienes que prometerme que, si te suelto, no saldrás huyendo como todos —apoyó su cara en el pelo de mi hermano.

—¡Claro que me voy a escapar! —gruñó el pequeño.

—Entonces nunca te soltaré —comenzó a reírse con agudas carcajadas.

Bobi me miró apenado, pero no por tener miedo, sino por verme en aquel estado tan inútil en el que me encontraba. Se señaló como pudo su oído, haciéndome saber que activara mi don auditivo y así lo hice.

—No te preocupes —susurró para que sólo yo le escuchara.

Lo desactivé aún preocupado, mirándole por lo que estaba planeando y, entonces, en uno de los apretones de la loca, mi hermano le dio un mordisco en el brazo.

—¡Ah! —gritó dolorida.

Bobi aprovechó su vulnerabilidad para morderle aún más fuerte el otro, provocando que le soltara en el suelo.

—¡No! —se arrodilló, estirando sus brazos hacia mi hermano, quien echó a correr hacia nosotros. A pesar de ello, la mujer comenzó a reírse con la cabeza agachada.

—Dabi —sollozó Bobi una vez llegó a mí y me abrazó por la cintura.

—Lo siento —murmuré, rodeando su cabeza con mis brazos.

—Niño malo —dijo la loca alzando su mirada hacia nosotros—. Pensaba que serías mi amigo —hizo como que lloraba, abrazándose a sí misma.

—Vámonos —sugirió Gabi poniendo una mano en mi espalda.

—¡Ese niño es mío! —exclamó, levantándose con rapidez. Se abalanzó hacia los tres y, sin esperármelo, Gabi se interpuso delante de nuestros cuerpos para lanzarle una potente onda con la mano vendada, la cual empujó a la loca a unos metros de nosotros y la estrelló contra unos arbustos al final del parque.

—Gabi, ¡¿qué haces?! —pregunté alarmado, abriendo mis ojos de par en par.

—Me tenía harto —respondió, volteándose para mirarnos con una sonrisa de lado. Pero, entonces, mi hermano se tambaleó, dejando lacio el brazo utilizado.

—¡Gabi! —le llamó el pequeño agarrándole.

—Bobi, tócanos y haznos invisibles —le cogí de la mano—. Salgamos de aquí cuanto antes —dije apresurado, observando si la mujer se levantaba o no.

Cargué con el mediano a mi espalda mientras Bobi agarraba mi mano y, con su otra, tocaba el pie de Gabi, haciendo que los tres desapareciéramos de la visión humana. Echamos a correr apresurados hasta llegar a casa y, una vez dentro, Bobi se separó de nosotros para volvernos visibles de nuevo. Llevé a Gabi al sofá y lo dejé tumbado en él.

—¿Estará bien? —preguntó mi hermano menor a mi lado, mirándole preocupado.

—Estoy seguro, ya sabes que es el más fuerte —di una caricia en el pelo de Bobi para intentar tranquilizarle.

LA SANGRE DEL HÉROEWhere stories live. Discover now