Capítulo 3.

4.2K 628 225
                                    

—¿Una pelea?

Sí.

¿Le ha hecho daño a alguien?

No, no. Cuando venga le explicarán mejor.

Está bien, voy para allá.

Gracias, hasta ahora —colgó.

—Pero qué cojones... —farfullé, mirando la pantalla de mi móvil.

Tras recoger todo lo que había puesto de por medio en la cocina, lavarme la cara y cambiarme de chaqueta, corrí hacia el instituto. Una vez llegué, entré por la puerta principal y me dirigí hacia el despacho del director, haciendo una mueca de asco al recordar mis días en aquella institución.

—Hola, soy Dabi Murder —le informé a la secretaria, quien estaba escribiendo algo en su ordenador.

—Ah, sí —me miró y sonrió—. Soy Violet, hemos hablado por teléfono —se levantó educadamente.

—¿Dónde está Gabi? —pregunté alarmado.

—Dentro —me indicó la puerta del despacho con la mano—. Entra, le están esperando.

—Gracias —asentí y, tras tocar un par de veces, entré.

El director Waslow estaba en su gran butaca de piel negra, haciéndome un gesto para que yo me sentase al lado de Gabi.

—¿Qué ha pasado? —retiré la silla, ignorando al director, y llevé mi mirada hacia mi hermano para amenazarle con ella.

—Yo no he hecho nada —contestó desganado.

—Tranquilízate, Dabi —intervino el señor Waslow mientras me sentaba. Era un hombre de unos sesenta años, algo regordete y calvo. También había sido mi director hasta el año anterior y siempre había estado pendiente de mí, debido a mi comportamiento tan antisocial—. Tu hermano no ha tenido culpa.

—¿Cómo? —giré mi cabeza hacia él, frunciendo el ceño.

—Te lo he dicho, no he hecho nada —repitió Gabi, encogiéndose de hombros.

—¿Entonces? —pregunté extrañado.

—¿Quieres explicárselo tú? —miró a mi hermano.

—No —negó con la cabeza mientras se mordía las uñas.

—Está bien —suspiró, entrelazando sus dedos sobre el escritorio—. Al parecer unos chicos de su clase empezaron a meterse con él.

—¿Y no te defendiste? —interrumpí al director, dirigiéndome a mi hermano.

—Dabi, tu hermano actuó bien —hizo que me removiera en la silla—. Pero claro, ellos abusaron de su buen comportamiento y le pegaron —señaló la cara de Gabi con su mano.

Fijé enfadado mi mirada en él, a lo que rodó los ojos y giró su cabeza hacia mí para mostrarme lo morado que tenía el pómulo.

—¿Quiénes han sido? —quise saber, comenzando a enfurecerme.

—Dabi... —me llamó el señor Waslow—. Tomaremos medidas con ellos.

—Eso espero —gruñí a la vez que ponía en pie—. Gabi, vámonos —le ordené, y este me obedeció de inmediato.

—Puede quedarse en casa un par de días si quiere —dijo el director en un tono de voz patético ante mi reacción—. Entiendo que a su edad es vergonzoso que le vean con una herida así —nos miró con lástima.

—Gracias por todo —contesté de mala gana y cogí a mi hermano del brazo para tirar de él hacia la puerta.

Salimos andando con prisas del edificio. Durante unos minutos, Gabi no pronunció palabra. Tenía su cabeza agachada, y eso hacía que me hirviera la sangre.

LA SANGRE DEL HÉROEOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz