Kenzo Tenma - Monster

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Segundas oportunidades

Después de Eva Heinemann, Kenzo Tenma creyó que no volvería a ser capaz de amar. La ternura del primer amor, volcada sobre una pasión desmedida y la adoración que siempre le aseguró, se había mermado por completo. El concepto de amor que no fuera por sus pacientes, por su trabajo y por sus escasísimos amigos había dejado de ser relevante. Enamorarse y que le rompieran el corazón implicaba mucho tiempo que no estaba dispuesto a perder. Tal vez el doctor Becker tenía razón y debía ir a un psicólogo para alejarse de esa mentalidad dañina, pero, sorpresa, eso también consumía su tiempo.

Cuando creyó que no volvería amar, no con la vehemencia con la que quiso a Eva ni con el anhelo de sentir una ola de mariposas haciéndole estragos en la barriga, encontró sus sonrisas fáciles. Y no, no era ella la de las sonrisas fáciles, sino él... Ella le había devuelto algo de vida a sus amables y apacibles pupilas.

Se conocieron en su último año de posgrado de psiquiatría. Por azares del destino, se vieron envueltos en una noche de guardia donde se le presentó un caso de un paciente con delirios que no respondía a los medicamentos a pesar de su antecedente de personalidad esquizoide. Ella se manejaba con lo que sabía, hasta que creyó que la causa podría ser orgánica y acudió al ala de neurología en busca de apoyo. Pasaron la noche investigando el caso hasta sacarle a un familiar la lista de medicamentos que tomaba el paciente y descubrir en ellos que un efecto secundario que se presentaba muy pocas veces eran los delirios. Una vez retirado el medicamento, el paciente se estabilizó de a poco.

Pero no fue hasta que ella tuvo una enardecida discusión con el jefe de psiquiatría que se empezaron a llamar amigos. Ella lo acusaba de mala práctica médica porque no había paciente suyo que no se salvara de tomar sedantes para mantenerlos tranquilos y controlados, y recorrió todo el hospital para denunciarlo, aun sabiendo que su opinión como una de las pocas doctoras del hospital sería apenas escuchada. Eso hasta que llegó donde Tenma, en ese entonces jefe de neurocirugía, y le explicó todo, llevándole todas las pruebas hasta que él aceptó ayudarla gustoso; porque hacer lo correcto siempre era lo mejor.

Luego de eso, empezaron a ir a comer algo cuando coincidían a la hora de salida, hablaban y no tardaron en arrojar las formalidades para tutearse. Tenma se sentía bien por tener una amiga, una confidente cuya sensibilidad era similar a la de él y se tomaba con más seriedad sus preocupaciones. Pero como algo más que eso no podía verla, porque el fantasma de Eva aún se cernía sobre sus hombros. La estaría engañando si se dejaba llevar por las insinuaciones del doctor Becker, y, peor aún, se estaría traicionando a sí mismo.

Sin embargo, no le dio tiempo de pensarlo demasiado porque Johan regresó y eso lo embarcó en una persecución que llenó de zozobra su alma hasta que su semblante se volvió parco, como si el destino del mundo entero estuviera sobre sus hombros. No pensó en ella, en parte porque temía que Johan leyera la conexión entre ambos y, aunque no era su estilo, podía usarla para lastimarlo. Después de todo, lo hizo de algún modo con Eva.

Aunque eso ya era del pasado y, en Médicos sin Fronteras, sentía que absolvía sus pecados de a poco, porque ser tan débil y obstinado no era algo de lo que estuviera orgulloso. Aun así, regresó renovado al Eisler Memorial, un poco reacio cuando recordó toda su aventura y volviéndose a cuestionar si sus ideales tan marcados beneficiarían al mundo.

—¡Tenma!

Pero ella lo regresó a la realidad, atajándolo en la entrada del hospital y tocándolo como para cerciorarse de que no se esfumaría en las burbujas de sus sueños. La felicidad que le vio en los ojos bastó para que decidiera regresar.

Le gustaba la rutina de su profesión, que variaba un poco de paciente en paciente. La medicina era una montaña rusa por su cercanía al corazón de los humanos, y él disfrutaba de subirse una y otra vez en la atracción para ver qué nuevos giros encontraría en el camino. Y también amaba que de nuevo estaba ella con sus sonrisas fáciles, no tan frecuentes como antes, pero tampoco ausentes. Ella también vivía con sus demonios, pero no se atrevía a preguntarle qué los había traído a la vida.

Lazos inexorables || Multifandom x ReaderWhere stories live. Discover now