Ray - The Promised Neverland

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Advertencia: Spoilers del final del manga.

Más allá de la Promesa

Que un grupo de niños apareciera de la nada era algo que no se veía todos los días en la Isla de la Libertad. Por supuesto, conocían los datos que vaticinaban su llegada y también lo que implicaba la ruptura de la Promesa. Aun así, fue sorprendente observar cómo, en un parpadeo, más de quince niños se generaban espontáneamente en el aire, simulando que la sutil corriente del Hudson los había arrastrado a las orillas de la isla.

Las noticias se llenaron de casos similares, y todos los miembros del clan Ratri echaron mano para brindar todo su apoyo.

Era un nuevo mundo, menos hostil, con su familia, pero sin Emma. Eso los abatió hasta las vísceras, por mucho que siempre intentaban darse ánimos y prometerse que la encontrarían. Los Niños de la Promesa, como decidieron llamarlos, eran diferentes, o al menos los de la sede de Norteamérica. Eran inteligentes, maduros y con una capacidad de resiliencia espléndida, a pesar de que los respingos al sorprenderlos y las volteretas en autodefensa al que osara hacerlo revelaban su naturaleza.

Por supuesto, los Ratri se encargarían de educarlos hasta poder integrarlos a la sociedad, y para eso hicieron convivir a sus propios niños con los recién llegados.

Norman y Ray entendían sus intenciones, y agradecían enormemente que los ayudaran. Un hogar cálido y seguro, sus hermanos, comida, atención médica y entretenimiento a cambio de nada era el epítome de la amabilidad, y, por si no fuera poco, también les ofrecieron los medios tecnológicos que poseían para buscar a Emma. Todo era demasiado bueno para ser verdad, tomando como antecedente los eventos de sus vidas.

A pesar de todas las facilidades, Ray no podía sentirse conforme hasta encontrar a Emma y regañarla por engañarlo con sus sonrisas despreocupadas. Por ello, fue uno de los primeros que aprendió a usar una computadora, después de todo, las computadoras en Grace Field eran poca cosa al lado de esas.

—Te vas a quemar las córneas y la retina si no prendes las luz —dijo una voz femenina, pulsando el interruptor y sosteniéndose el pecho por haberse encontrando al muchacho como un ánima a oscuras.

—No me di cuenta del momento en el que anocheció —se excusó, parpadeando y notando la irritación de sus ojos.

—¿Alguna noticia sobre tu amiga? ¿O era hermana?

Ray suspiró porque sabía que la chica lo hacía adrede. A veces notaba cierto aire burlón cada vez que hablaban sobre Emma, aunque no la culpaba, era un poco fantasioso pretender encontrar a una sola persona en ese mundo de la noche a la mañana.

—No consigo nada —susurró, cerrando la ventana del navegador.

—¿Pestañas de incógnito? —Le dirigió una sonrisa maliciosa—. ¿Qué estabas viendo que no quieres que nadie se entere, eh?

Ray parpadeó tres veces, tiempo suficiente para procesar lo que implicaba sus palabras y colorearse hasta la punta de la orejas. Aun así, no se dejó amedrentar y dijo:

—La vida me ha enseñado a no confiarme en los demás.

—Lo sé. Del tiempo que te he estado observando, eres de naturaleza precavida. Eso es bueno. —Asintió, tomando asiento en el escritorio contiguo y prendiendo la computadora—. Como ya sabes, a los hijos del clan Ratri nos enseñan sobre el mundo de los demonios a través de cuentos adaptados, mundos de fantasía que son imposibles de creer. Así que, partiendo de eso, puedo imaginar en qué clase de ambiente creciste.

—Y eso me lleva a cuestionar —puntualizó Ray, deslizando la silla para acercarse más a ella—: ¿qué te hace a ti diferente?

—Que soy única y detergente, por supuesto. —Ray alzó una ceja, dubitativo, y ella tosió porque el chico no tenía idea del anacronismo gigantesco que experimentaban—. Veo que estás usando tu pregunta diaria.

Lazos inexorables || Multifandom x ReaderOnde histórias criam vida. Descubra agora