UN VACIO EN EL CORAZÓN

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Pascual el tabernero llegó con la charola llena,en ella había una botella de Tequila—Lo mejor que tenía para el médico de Santa Clara—Dos copas y algunos cigarrillos. Jesús asintió con la cabeza y dirigió la mirada al rostro que reposaba en la mesa. La mata negra que tenía por cabello cubría su rostro con rebeldía y dejaba entre ver que su pena era tan grande que escapaba de cualquier lógica y por ende a una larga e innecesaria explicación. Sin embargo la duda se sembró en su cabeza como una fina espina adentrándose a la mente y muy probablemente difícil de sacar si no era sólo con una clara respuesta. ¿Qué podía ser eso tan grave que lo tenía de esa forma?.

—Noé—le llamó al mismo tiempo que su mano viajó al hombro de éste y con un leve apretón llamó su atención nuevamente. Noé levantó el rostro,se notaba el agotamiento marcando sus facciones de forma determinante,podía deducir muchas cosas con un rostro así,pero sería mas decente escuchar que problema pasaba que lo tenía de esa forma.

—Estoy bien—dijo en cambio. Las espesas pestañas atraparon una lágrima con una proeza envidiable, pero ese rostro le pareció conocido y pudo evocar a su mente un pasado doloroso. Estaba así por amor,bien podía reconocer la mascara de la pena,las muecas de fastidio, el gesto cansado y sin motivación. Todo eso lo recordaba mejor en el fondo de una copa,que había sido su fiel aliada hasta que la compresión de sus propios actos le dejó ver que era un completo error vivir de esa forma.

—Ajá,claro. Respondió condescendiente.

Echó una acerada mirada a su alrededor y pudo notar los rostros desencajados de varios de sus pacientes en ese lugar,algunos se daban a la tarea de tratar de ignorarlo,pero otros, los menos amables lo vieron de forma descarada y con la nota de curiosidad plasmada en sus viejos rostros.

—¿Porqué me trajiste a este lugar? Odio la forma en que los demás me miran,puedo sentir lastima en sus rostros.

Jesús clavó sus ojos castaños en el rostro de Noé. Fue inevitable recordar lo mal que él llevaba la lastima,eso mismo había pasado tras la muerte de Clemente y podía ver que estaba sufriendo,los puños blanquecinos eran una fehaciente muestra de ello,sin embargo lo pasó por alto. Se aclaró la garganta y se echó al respaldo de la chillona silla,que al sentir el peso del capataz dio un crujido de protesta.

—Necesitas una copa.

—Necesito estar solo,Chucho. No me mal entiendas,pero jamás podrías entender por lo que estoy pasando,asi que lo mejor sera marcharme de este lugar.

Hizo amago de levantarse,pero una fuerte y curtida mano le impidió hacerlo,los ojos del capataz devoraron los suyos con avidez y dejó entre ver que la respuesta le había sido poco productiva.

—Me importa un demonio si quieres estar solo o acompañado,conozco esa mirada y sé lo que sigue,así que con tu permiso o sin el voy contigo.

Arrastró la silla y esta chilló de nuevo en el suelo,sacando de golpe a los hombres que estaban a su lado de la acalorada charla que tenían. Jesús se puso el sombrero y bajó el ala tratando de esquivar la mirada de aquellos a quienes había interrumpido tras su abrupta parada. Noé deseo ser invisible en ese momento y pasar por alto los ojos escrutadores.

—¿Vienes o te quedas?.

Le dijo Jesús. Qué mas daba,ya se había enfrascado en la necesidad de salir de el lugar,ya era irrelevante el hacer solo o acompañado mientras éste no sacara el tema a flote.

Las polvorientas calles de Santa Clara estaban casi vacías, ni un alma que pudiera ver a través de sus ojos la pena que llevaba y el vacío en su pecho, el corazón se lo había quedado él, Matías.

¿La causa de su pena? Su propia mala cabeza.

Su laxo cuerpo caminó inerte siguiendo a Jesús, donde lo llevara era algo que carecía de importancia ahora.

MEDIA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora