UNA PENA Y UN DOLOR

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Los últimos acontecimientos llevaron al hombre a preguntarse qué mal había hecho anteriormente, que ahora se le revertían todos a la par y al mismo tiempo.

Sus ojos cansados dibujaban varias venas cargadas de sangre y unas medias lunas violeta manchaban su altivo semblante.

Isaac se llevó una mano a la cara y apretó el puente de la nariz al mismo tiempo que cerraba los ojos reprimiendo las lágrimas.

Y apretó los ojos con fuerza sintiéndose mas cansado de lo habitual, su cuerpo caía pesado sobre un viejo sillón cerca de la entrada de la Quinta. Cuantos problemas,cuantas preocupaciones en tan poco tiempo. Las dos mujeres mas importantes de su vida,ambas debatiéndose por seguir a su lado.

Antes de que viera al médico partir, éste le había asegurado que el estado de salud de su madre era delicado,el golpe que recibió en la parte baja de la cabeza fue grave y contundente. La mujer cayó en un estado permanente de sueño,algo que Noé había visto muy pocas veces hasta el momento. No le dio esperanza alguna de que fuera a despertar de un momento a otro,su cerebro se encontraba dañado y con una severa inflamación le había dicho.

La vida se estaba encargando de hacerle pagar su debilidad,de cobrar cada sucia caricia recibida en la oscuridad de lo prohibido y le había devuelto el desasosiego a su vida. Primero su esposa. Débil, frágil como la llama que se va extinguiendo poco a poco,pero se aferra a su ultimo aliento de oxígeno. Luego su madre postrada,sin poder moverse,sin poder abrir sus ojos y decirle que pasó, que fue lo que sucedió ese día con ella.

Tan ensimismado estaba el hombre en sus pensamientos que ignoró la sombra que entró tras él. Pero una ráfaga helada de aire lo hizo girar el rostro y ver a Irene que subía la escaleras con una enorme capucha cubriendo su cuerpo.

—¿A dónde has ido a estas horas?.

La fuerte voz de Isaac la hizo girarse y palidecer al verse descubierta. Él tenía el rostro sombrío y unas arrugas comenzaban a marcar su rostro proveyéndolo de amargura.

Dudó en hablar, pero él apuró sus dudas.

—¿A dónde has ido a estas horas? No es horario para una mujer—Hizo una pausa evaluando el cuerpo de la rubia, se detuvo en su rostro y la miró de la forma mas dura que sus ojos se lo permitieron —Decente—terminó por decir.

Irene dudó una vez mas en responder,sus ojos buscaron respuesta en el decorado del lugar,en los altos techos de la hacienda,en sus propias manos,pero no la encontró.

—Lo dicho,eres una mujerzuela.

—¡Pero! ¿Cómo te atreves?—La voz temblorosa que salió de sus labios sólo fue una confirmación más de sus sospechas. Tenía días que no lo acosaba, días en los que pensó se había librado del demonio que era su cuñada.

Con toda la ira que su cuerpo había acumulado por días se levantó de golpe.

—Me atrevo porque es la verdad,no hay nada decente en ese rostro tan bien pulido que tienes,tus artimañas me las sé todas, ¡no eres mas que una ramera!...

—¡Isaac!—. Nidia bajó el ultimo escalón y los miró detenidamente por un largo instante en que no supo si lo que estaba escuchando era verdad. Su hermana tenía el rostro cubierto de vergüenza, podía verlo al tratar de esconder las lágrimas que estaban apunto de salir de sus ojos.

Isaac volteo con sorpresa al notar la presencia de su mujer.

—Nidia,yo...

El hombre buscó las palabras correctas,pero la forma en que su mujer lo miró le dio a entender que estaba en un duelo a punto de perder.

MEDIA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora