Capítulo 37: Navidad

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Las semanas en Hogwarts pasaban rápidamente. Entre lo que debían estudiar y los trabajos que debían entregar, Alice no tenía tiempo para aburrirse. Además, estaba preparando los exámenes de ÉXTASIS, dado que no podía aprobar Historia de la Magia sin antes estudiar. Sin embargo, se veía preparada para afrontar los exámenes y aprobarlos.

Neville la abordó un día antes de las vacaciones de Navidad en el pasillo. Alice no había hablado con él demasiado aquel curso, por su distanciamiento con los miembros de Gryffindor, pero no le había olvidado.

—Neville, ¿ocurre algo? —preguntó, sorprendida al ver la emoción del mago.

—Debería haber hablado contigo antes, pero no encontraba el momento. Mi abuela está orgullosa de mí gracias a ti, por las notas de los TIMOS. Y, además, me salvaste la vida en el Ministerio.

Alice asintió. Había tratado de no pensar mucho en aquel día. No deseaba recordar que era su tía la que había matado a Sirius, aunque fuese cierto. Prefería intentar olvidarlo, dado que no podía hacer nada. Bellatrix era una fiel mortífaga, demasiado cercana al Señor Tenebroso. Y, además, hermana de su madre.

—Fuiste tú quien hizo los exámenes, Neville, el mérito es tuyo. Solamente tienes que confiar más en ti mismo.

—El caso es que le hablé de ti a mi abuela, y quiere conocerte.

—Claro —contestó rápidamente Alice, conmovida—. Cuando quieras.

El hecho de que Neville le hubiese hablado sobre ella a su abuela significaba mucho. Apreciaba mucho aquello, y deseaba conocer a la mujer que había criado a Neville y, sobre todo, hacerle ver lo maravilloso que era su nieto.

—Había pensado... mis padres están en San Mungo, y iré todos los días durante las vacaciones. Si pudieses pasar... me gustaría que les conocieses, a pesar de su estado.

—Claro. Pero, ¿estás seguro? Fue mi tía quien...

—Bellatrix no es como tú. Estoy seguro.

Alice asintió. Sabía que los padres de Neville habían perdido la razón tras el ataque de su tía, y que él no lo contaba. Lo mantenía oculto. Por tanto, se sentía halagada al ser invitada a conocerles. Por supuesto, iría a San Mungo para conocer a la familia de su amigo.

—Gracias, Neville.

—No, gracias a ti... Debo preparar el baúl —recordó antes de salir corriendo, perdiéndose de vista.

La bruja sonrió mientras le veía marchar. Había echado de menos a aquel despistado Gryffindor.

La Navidad llegó finalmente, y Alice pudo regresar a casa, donde su familia la esperaba para pasar juntos las fiestas. Sin embargo, su padre y hermano desaparecían de vez en cuando durante unos minutos para solucionar problemas con los mortífagos, y no le decían qué era lo que estaba ocurriendo. Su madre había ordenado mantenerla totalmente al margen, y su padre no se arriesgaría a desobedecerla.

—Puedo ayudar —protestaba la joven—. A Ethan nadie le ha dicho nunca que se mantuviese al margen.

—Eso es porque todo el mundo mágico sabe de quién es hijo —respondía Elizabeth con paciencia—. Tú, en cambio, puedes continuar con tu vida al menos durante unos meses más.

Alice no protestaba, pero se preguntaba una y otra vez si realmente no sería más sencillo que todo el mundo mágico supiese la verdad. ¿Qué sucedería si decía públicamente quién era su padre? Sus amigos lo entenderían, aunque los de Gryffindor se alejarían de ella. Por tanto, no veía nada de malo en hacerlo público.

—No —negó Ethan en cuanto la bruja le dijo lo que pensaba—. Una vez que se diga, no habrá vuelta atrás. Irían a por ti para derrotar a nuestro padre, muchos te rechazarían... no quiero que te miren como me miran a mí cuando ando por el mundo mágico.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora