Capítulo 8: La Mansión Malfoy

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Al día siguiente despertó más contenta de lo normal, porque al fin podría disponer de libertad, al menos por unas horas. Desayunó lo más rápido posible y, a las diez, Moody se apareció con ella en el callejón Diagon, frente a la tienda de Ollivander, adviertiéndole que regresaría a recogerla al mismo lugar en tres horas.

La chica, sin perder tiempo, se dirigió hacia el callejón Knockturn, donde podría encontrar todo lo relacionado con las artes oscuras y, por supuesto, alguna manera de ir a la mansión de sus tíos. Entró en Borgin & Burkes, cuyo dueño la conocía por haber acompañado a Ethan en una ocasión.

—Buenos días —saludó.

—Señorita Black —respondió sorprendido el hombre—. ¿Puedo ayudarle en algo?

La chica asintió.

—Necesito que me ayude a ir a la mansión de los Malfoy, mis tíos. Debo llegar cuanto antes.

El hombre la miró como si fuese la primera vez que la veía y comenzó a negar con la cabeza, como si lo que le pedía fuese una absoluta locura.

—Algo está pasando en esa casa, algo peligroso, y si va...

—No me importa —aseguró la chica—. Necesito llegar cuanto antes.

Una de las ventajas de aquel callejón era que no se hacían preguntas. Los propietarios de las tiendas se limitaban a atender a los clientes sin pedir explicaciones, conscientes de que había cosas que era mejor no saber.

—En ese caso, me temo que tendremos que hacer una aparición conjunta y aparecernos fuera de los límites de la propiedad. Está demasiado protegida, y ni siquiera se puede acceder por la red flu.

Alice asintió y agarró el brazo del hombre, desapareciendo de inmediato para volver a aparecer fuera de la mansión de los Malfoy, tal y como él le había dicho que harían. Cuando iba a dar media vuelta para agradecerle al hombre el favor, éste ya se había marchado, dejándola sola.

En cuanto puso un pie en la propiedad, dos hombres, sin duda mortífagos, llegaron hasta ella apuntándola con sus varitas. Antes de poder defenderse, su varita había saltado por los aires y estaba en manos de uno de ellos. Se encontraba indefensa.

—Identifícate —ordenaron.

—Soy Alice Black, hija de Elizabeth Black y sobrina de los Malfoy.

Asintieron y, en silencio, la llevaron hacia la mansión, aún sin devolverle la varita porque, según decían, no tenían permiso de su amo para hacerlo. No podían permitir que los visitantes entrasen armados.

—¿No comprobáis que quienes llegan no usen poción multijugos? —se sorprendió la joven.

—La mansión tiene defensas contra ello —le explicó uno de los hombres.

Justo antes de abrir la puerta, los hombres se detuvieron y la miraron. Al parecer, no encontraría nada bueno allí dentro, y querían hacérselo saber.

—Debes de estar realmente segura para hacer esto —comentó uno—. La casa ha cambiado mucho desde la vuelta del Señor Tenebroso...

En cuanto entró en la casa, aquella en la que había vivido tantos años, se sintió como una extraña. Los mortífagos la soltaron en cuanto su tía Narcisa la vio y se abalanzó sobre ella, fundiéndose con su sobrina en un fuerte abrazo. Segundos después, al separarse, la joven pudo ver la preocupación brillando en los ojos de aquella mujer que la había cuidado durante tantos años, y se sintió, por un breve instante, culpable. Su tía pensaba que Voldemort la obligaría a convertirse en mortífaga y trabajar para él, pero Alice no podía decirle la verdad.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora