Capítulo 21: Vuelta a casa

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A la mañana siguiente, después de desayunar y de que la señora Weasley llegase, los pelirrojos y Harry decidieron ir a San Mungo con Tonks y Ojoloco para visitar a Arthur Weasley. A pesar de las insistencias de Fred, apoyado por George, Alice no aceptó ir con ellos. Al fin y al cabo, el señor Weasley se recuperaría, o al menos era lo que parecía, y ella sentía que ir al hospital no le correspondía. Más aún teniendo en cuenta que había sido Nagini la causante de que Arthur Weasley estuviese ingresado. Por tanto, dijo que debía ir a la casa de sus tíos, dado que pasaría allí las vacaciones de Navidad.

—Ese lugar es peligroso —opinó Sirius, quien odiaba la idea de que su sobrina se alejase para ir con la familia que le rechazaba a él—. Estarás cerca del Señor Tenebroso...

—Ethan y los Malfoy quieren que vaya —comentó la joven encogiéndose de hombros.

—Ethan y los Malfoy pueden irse a la mierda, Alice, no podrán encontrarte si te quedas aquí...

—¿Quieres que Riddle denuncie mi desaparición al Ministerio? Ahora que es mi tutor legal, puede hacerlo. Os meteríais en un buen lío si me encontrasen con vosotros, Sirius, se os acusaría de secuestrar a una menor o algo parecido.

Su tío asintió cabizbajo, sabiendo que ella tenía razón y que no podía quedarse en aquella casa. Nadie más se atrevió a discutir, puesto que la situación de Arthur Weasley ya era preocupación suficiente.

—Ten cuidado —pidió Sirius, dándose por vencido en la discusión y aceptando el hecho de que perdería a su sobrina durante las vacaciones—. Llamaremos a Severus para que venga a recogerte.

El profesor de Pociones acudió pronto a la llamada. Apenas cruzó unas palabras de saludo con los miembros de la Orden, pero ignoró por completo a Sirius, como si no se hubiese percatado en ningún momento de su presencia.

—Feliz Navidad —dijo Alice antes de marcharse—. Fred, George, estaré esperando vuestras cartas.

—Y nosotros las tuyas —le respondió Fred sonriendo con cierta tristeza—. Vamos a echarte de menos, enana.

Después de aquello, la bruja se volvió hacia Snape, quien esperaba observando la situación con indiferencia, como si realmente poco le importase lo que sucedía a su alrededor.

—¿Estás segura? —preguntó.

Alice asintió sin dar muestras de inseguridad. A los pocos segundos, habían hecho una aparición conjunta y se encontraban a las afueras de la mansión de los Malfoy, dado que los hechizos de protección hacían imposible aparecerse en el interior.

—Estoy deseando poder tener el permiso de aparición —comentó la joven poniendo los ojos en blanco.

El permiso de aparición podía obtenerse al cumplir la mayoría de edad, a los diecisiete años. Sin embargo, Alice había aprendido a aparecerse tres años antes, cuando su hermano le había enseñado a hacerlo. Pero no podía hacerlo debido a que no contaba con el permiso.

—Suerte, Black —comentó Snape, mirando la mansión como si desconfiase de lo que había en el interior de ella—. No te metas en problemas, y ten cuidado con Ethan.

Alice asintió, consciente de que el profesor se preocupaba por ella debido a su madre. Después de los consejos, Snape miró una última vez a la bruja y dio media vuelta para desaparecerse, quedando sola la chica.

Ella miró la elegante mansión de sus tíos, suspiró y echó a andar con paso decidido. Aquella vez, nadie la retuvo, sino que llegó hasta la puerta principal directamente y llamó al timbre sin ninguna interrupción.

Pronto la puerta se abrió, y fue Narcisa quien apareció. La última vez que Alice la había visto había sido en el colegio, cuando ella había aceptado que Ethan fuese su tutor. No habían terminado precisamente bien, de modo que la joven no sabía cómo reaccionaría su tía con ella.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora