Capítulo 1: El callejón Diagon

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—¡Draco, date prisa! —gritó la chica, que esperaba cruzada de brazos junto a la chimenea de la mansión.

Su hermano, a su lado, rió por lo bajo al ver el carácter de la joven. No cabía duda de que su actitud era autoritaria, y de que no permitía que nadie le diese órdenes. Dados sus antepasados y quiénes eran sus padres, no le cabía la menor duda de que quedaría en Slytherin, al igual que él. Le parecía increíble lo rápido que había crecido, que ya tuviese once años y estuviese a punto de entrar en Hogwarts.

Vieron finalmente cómo el rubio llegaba, cinco minutos más tarde de lo acordado. Ethan le lanzó una mirada de desaprobación que le hizo estremecerse y mirar a sus padres en busca de ayuda. El matrimonio Malfoy, sin embargo, no hizo nada. A pesar de haber criado al hijo de Voldemort, le temían, y nunca se habían atrevido a contradecirle o a regañarle.

—Iré primero —comentó Ethan—. Después vendrás tú —agregó dirigiéndose a su hermana menor, quien asintió.

El joven entró en la chimenea y, tras tirar los polvos flu, pronunció claramente su destino, el callejón Diagon, antes de desaparecer entre llamas verdes.

Alice fue la siguiente en meter la mano en el saco y sacar un pequeño puñado de polvos. No era la primera vez que hacía aquello, porque ya había acompañado a su hermano cinco veces a comprar los materiales de Hogwarts, de modo que estaba acostumbrado a hacerlo.

—Callejón Diagon —dijo antes de desaparecer también ella.

Su hermano la recibió al salir y, tomándola de la mano, la llevó con él a iniciar la compra del material escolar. Alice trató de resistirse, queriendo esperar a su familia tal y como habían dicho que harían.

—Los tíos... —comenzó a decir mientras caminaban ya por la calle, hacia Ollivander, donde comprarían la varita de la chica.

—Olvídalos —respondió Ethan mirándola a los ojos—. ¿No puedo estar a solas con mi hermana antes de entrar en Hogwarts? Sabes que en el colegio deberemos disimular aún más que en casa de los Malfoy, y no sé cuánto tiempo podremos pasar juntos...

La chica se rindió al ser consciente de aquello, y se dejó llevar por su hermano a la tienda del conocido fabricante de varitas, a quien acudían casi todos los magos de Inglaterra. Por el camino, fue consciente de la manera en la que muchos observaban a Ethan, con temor o respeto, manteniéndose a una distancia prudencial de él, como si en cualquier momento pudiese lanzarles una maldición imperdonable.

—Tienen miedo de ti —susurró la chica, quien no había sido consciente de la reacción de los magos y brujas al ver a su hermano hasta aquel momento.

—Tengo seguidores en Hogwarts, Alice —le dijo en voz baja, para que solamente ella escuchase—. La gente comienza a creer que seré como nuestro padre...

Calló cuando llegaron a Ollivander y entraron. Alice solamente había estado allí cuando había acompañado a su hermano a comprar su varita, hacía ya cinco años. Sin embargo, recordaba cuánto le había gustado la tienda y que  se había preguntado cuál de entre todas aquellas varitas sería la que la escogería a ella.

—Buenos días —saludó Ollivander en cuanto les vio entrar—. Ethan Riddle y Black, si no me equivoco.

—Alice Black —especificó la joven—. Vengo a comprar una varita.

—Bien, déjame ver... ¿con qué brazo coges la varita?

—Soy diestra —respondió la joven.

Le tomó medidas del brazo y después, dando media vuelta, se perdió entre los estantes mientras buscaba las varitas más adecuadas y murmuraba palabras que los hermanos no alcanzaban a escuchar.

Los herederos de Voldemort  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora